El Potro

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Rodrigo Bueno, conocido simplemente como Rodrigo o El Potro, fue un popular cantante y compositor de cuarteto, género musical de origen cordobés. Es posible que en Argentina no necesite presentación, pero para poder analizar una película hay que tomar lo que aparece en la película y El Potro, Lo mejor del amor es un clásico biopic musical, un género existe desde que el cine es sonoro y que hoy está más vigente que nunca, no solo acá, en todos los países donde hay gran producción de cine. Un músico que luchó por encontrar su estilo y que hizo del género de la provincia donde creció un género para todo el país, triunfando en la capital, llenando trece noches consecutivas el mítico Luna Park, espacio histórico de recitales y eventos deportivos, en particular boxeo.

Es prácticamente imposible no comparar esta película con Gilda, No me arrepiento de este amor (2016) otro biopic sobre la vida de Gilda, cantante popular cuya muerte también ocurrió, como la de Rodrigo, en un accidente de tráfico. Pero además las une que tienen a la misma directora, Lorena Muñoz y la propia realizadora escribió ambos guiones junto a Tamara Viñes. Es posible las comparaciones sirvan para elevar la película Gilda y descubrir que le falta a El Potro, pero también es que los dos personajes son muy diferentes y que es mucho más sencillo sentirse a gusto con Gilda y no tanto con Rodrigo, un personaje más oscuro, menos noble y con otra clase de música y temas en su obra.

El Potro arranca con el protagonista yendo al escenario, vestido como boxeador y subiendo a un escenario con forma de ring. Está filmado como un boxeador yendo a pelear. Lo primero que viene a la mente es Gatica el mono (1993) de Leonardo Favio. Gatica, un ídolo del boxeo en el Luna Park, donde será el recital, y también una figura trágica dentro de la cultura popular. Rodrigo tiene mucho de personaje de Favio y la confirmación de que no es una casualidad ese comienzo son los ruleros que la madre le hace a Rodrigo justo en la siguiente escena. Imposible no ver al Carlos Monzón (boxeador campeón del mundo, preso por asesinar a su esposa y muerto en un accidente de auto) de la película Soñar, soñar (1976), obra maestra maldita de Leonardo Favio. Quien no conozca a Favio no sabe la película que no será El Potro y tal vez sea mejor. Lorena Muñoz no puede o no quiere alejarse del clasicismo y el género de Gilda y aunque coquetea con la idea varias veces, tampoco se mete en el mundo de los personajes marginales, traicioneros, carismáticos de gran parte de su cine. Rodrigo y su manager El Oso se abrazan en el ring del Luna Park como lo hacían Gianfranco Pagliaro y Carlos Monzón en la mencionada Soñar, soñar. Un abrazo largo, mejilla contra mejilla, sonriente, incluso artificial, ambos quietos como en una foto.

No le falta material al guión, incluso le sobra, porque no llega a quedarse en ningún tema, pero pasa por muchos. La relación con el padre está muy bien retratada y el actor Daniel Aráoz es por mucho lo mejor de un elenco bastante desparejo y nunca creíble. El vínculo con la madre, una presencia poderosa y siempre presente también es un gran tema, aunque no termina de funcionar en la película. Otro personaje interesante bien interpretado es El Oso (Fernán Mirás, protagonista de otro popular biopic musical, Tango Feroz) y también las parejas de Rodrigo, pero estas están desperdiciadas, en particular su amante de varios años, por no encontrar nunca un tono actoral. Tal vez la limitación mayor esté dada por el protagonista. Mientras que, solo como un ejemplo, Natalia Oreiro era arrolladora en su carisma al interpretar a la protagonista de la película Gilda acá Rodrigo Romero no logra hacernos creer que hay una fuerza imponente en el Rodrigo Bueno. Interpretar a alguien muy carismático es un trabajo complicado. Oreiro era un triunfo total, Romero no lo consigue. Y una molestia extra es la necesidad de mostrar varias veces el sufrimiento de la pareja de Rodrigo y madre de su hijo. Eso desvía demasiado el punto de vista y parece una aclaración para que las conductas de Rodrigo sean expuestas con las consecuencias para su pareja. Una aclaración subrayada e innecesaria frente a todo lo que la película tenía para contar y decide dejar afuera.

Tal vez por su historia, tal vez por la protagonista, Gilda no me arrepiento de este amor emocionaba profundamente desde la primera vez que ella cantaba. Su conflictos, su crecimiento, su final, todo era conmovedor. En El Potro nada de eso pasa, solo cuando canta Lo mejor del amor se asoma algo de aquello que hizo de Rodrigo alguien popular. No se juzgará acá la calidad de su obra como artista ni el universo alrededor de la misma. Pero aun con tantos puntos en común entre ambas películas, un abismo parece separarlas. Tal vez era un personaje para otra clase de película, tal vez este tipo de película funciona mejor con alguien como Gilda. Lo que en el film con Oreiro se veía auténtico y cercano, acá se ve falso y poco sincero. Al menos esa es la impresión que produce.