El planeta de los simios: (R)Evolución

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Clásicos del cine de ciencia-ficción hay muchos, pero ninguno es tan singular como El Planeta de los Simios. Basada en la novela de Pierre Boulle y estrenada en 1968, la película contaba la historia de Taylor (Charlton Heston), un astronauta que aterrizaba en un planeta en el que los simios son la raza dominante, y los humanos, sus esclavos. Si bien el punto de partida es bastante extraño, se convirtió en un gran éxito de público y crítica. El Planeta... no sólo era un entretenimiento del mejor: también fue revolucionaría en cuanto a técnicas de maquillaje, sorprendía por su contenido político y social... y el final es uno de los más inesperados y potentes del cine fantástico y del cine a secas: Taylor se topa con la Estatua de la Libertad semienterrada. Sí, el protagonista siempre estuvo en la Tierra, sólo que viajó en el futuro.

El suceso del film originó una saga de películas que expandía la mitología: Bajo el Planeta de los Simios, Escape del planeta de los Simios, La Conquista del Planeta de los Simios y La Batalla del Planeta de los Simios. Y no sólo eso: se hizo una efímera serie de televisión, un programa de dibujos animados. Con el tiempo aparecieron incontables plagios, homenajes y parodias (las más inolvidables son las de Los Simpson); y en 2001 fue estrenada una “reinvención” de la película original, también llamada El Planeta de los Simios, en la que se destacaban el maquillaje realista del experto en maquillaje —y en monos— Rick Baker y la actuación de Tim Roth.

Pero hoy en día, todo vuelve a empezar, sobre todo en Hollywood, y tenemos un nuevo reinicio de la saga: El Planeta de los Simios: (R) Evolución.

En su afán por encontrar la cura para el Mal de Alzheimer, Will Rodman (James Franco), un joven científico, prueba una droga experimental con chimpancés. El resultado: los monos se vuelven cada vez más inteligentes. Las cosas empiezan a salir mal cuando una mona pierde el control, ataca a los científicos y es asesinada a balazos. Recién ahí Will descubre que en realidad el sujeto de prueba estaba protegiendo a su cría. Con su reputación por el piso, el científico se convierte en el padre adoptivo de la criaturita, a la que llama César... y que heredó la naciente inteligencia de la madre: aprende a leer, a escribir, a hablar mediante el lenguaje de señas. Es más humano que animal. Pero un incidente con un vecino provoca que sea encerrado junto a otros monos en una reserva-prisión comandada por John Landon (Brian Cox) y su desagradable hijo (Tom Felton). Allí padecerá el mismo maltrato que sus compañeros de celda. Ni Will ni Caroline (Freida Pinto), su pareja, pueden hacer nada para liberarlo. Furioso con las personas, y sacando provecho de sus cualidades, César se convierte en el líder de una revolución capaz de destruir a la raza humana.

El argumento toma ideas de películas de la saga original. En Escape..., Zira (Kim Hunter) y Cornelius (Roddy McDowall) viajan a nuestro tiempo, tienen un hijo al que bautizan Milo, que es adoptado por un humano cuando los padres mueren. En La Conquista..., Milo (También McDowall), ahora esclavizado junto a otros monos, se cambia el nombre por el de César y lidera una rebelión.

Y no sólo eso: (R) Evolución contiene una importante cantidad de citas a aquellos films, especialmente a la primera parte. La nave Icarus (la misma en la que accidentalmente Taylor viaja en el tiempo) despega y se pierde en el espacio. Y los nombres: el orangután se llama Maurice, por Maurice Evans, quien interpretaba al también orangután Dr. Zaius; el personaje de David Oyelowo es Jacobs, por Arthur Jacobs, productor de la saga original... y así varios casos y chistes, como Charlton Heston por televisión. Todo esto permite conectar los sucesos de este film con todo lo que se vio en los anteriores. Sin embargo, los devotos más acérrimos detectarán aspectos narrativos que no se corresponden demasiado con aquellas obras.

(R) Evolución también toma elementos de varios subgéneros que son mezclados exitosamente. Por un lado, el concepto del hombre tratando de emular a Dios remite a Frankenstein y, sobre todo en este caso, a La Isla del Dr. Moreau, novela de H.G. Wells que todavía espera una gran adaptación cinematográfica, en la que el doctor del título modifica animales para acelerar su evolución. Por supuesto, la naturaleza siempre se impone, y de manera salvaje.

Además, funciona como una “película de cárcel”, pero original (de hecho, la acción transcurre en San Francisco, donde se encuentra Alcatraz), ya que los prisioneros son primates y no hay diálogos. Como en muchos de esos films, cada recluso tiene una personalidad distinta. Está el protagonista (César en este caso), que al principio es maltratado por los otros presos pero luego se gana la confianza y el respeto de ellos; el matón (un chimpancé gris) que recibe su merecido y se vuelve amigo del héroe; el amigo (Maurice), que habla con señas; el duro (un gorila), que deviene en el aliado más poderoso. El director inglés Rupert Wyatt parece ser fanático de estos largometrajes con personajes encerrados que burlan al sistema: The Escapist, su ópera prima, mostraba a Brian Cox (esta vez, del otro lado de las rejas) como un condenado a cadena perpetua que, con ayuda de sus compañeros, planeará y ejecutará un gran escape para reencontrarse con su hija enferma.

Siguiendo con Wyatt, le pone garra y corazón a la historia. Maneja muy bien elementos tiernos, dramáticos, el humor y la acción. Su estilo realista, incluso a la hora de hacer un film de género fantástico, lo emparienta con muchos de sus compatriotas cineastas. Y recurre a los efectos especiales sólo cuando es necesario, jamás abusando de eso. En cuantos a su vida personal, se sabe que a los cuatro años fue enviado a un internado con reglas muy estrictas (como todo internado, bah). Como corresponde, el joven Rupert odiaba todo eso. De allí viene su obsesión por el encierro y la liberación.

En cuanto a los actores, James Franco está apenas correcto como Will, un hombre ciencia que quiere ayudar al prójimo y se vuelve en una figura paterna para César, pero termina desencadenando el fin de la raza humana. Freida Pinto sigue en una línea parecida a la de Franco, y su personaje se queda en “la chica del protagonista”. El siempre genial John Lithgow interpreta a Charles, el padre de Will y el principal motor de los experimentos, debido a que tiene Alzheimer y su hijo está empecinado en curarlo. Brian Cox y Tom Felton vuelven a demostrar que saben interpretar a tipos jodidos; el espectador quisiera meterse en la pantalla para golpearlos. David Oyelowo encarna a Jacobs, el empresario que decide seguir con los experimentos y puede terminar muy mal. La aparición más curiosa es la de David Hewlett como el vecino malhumorado de los Rodman. Este actor nacido en Inglaterra pero criado en Canadá comenzó actuando en oscuridades absolutas como Pin, El Juguete Peligroso, pasó a ser actor fetiche de Vincenzo Natali (director de El Cubo y Splice, todavía no estrenada en nuestro país) y hoy es conocido por los fans de la sci-fi por su trabajo en las series Stargate y Stargate: Atlantis. Sí, todo un artista de culto.

Pero quien se roba la película es Andy Serkis. Este actor se hizo famoso por prestarle su cuerpo a personajes digitales. Primero fue Gollum, en la trilogía de El Señor de los Anillos. En la versión de King King dirigida por Peter Jackson hizo del enorme gorila. Pronto volverá a Gollum en los dos films de El Hobbit y, dentro de unos meses, en la película de Tin Tin de Steven Spielberg. Por lo tanto, Serkis es un veterano en el trabajo de captura de movimiento, tecnología que fue perfeccionada por Weta, empresa de efectos especiales co-comandada por Jackson. Como en los personajes mencionados, AS le otorga a César un grado de realismo, humanidad (incluso más que los verdaderos humanos de la historia), compasión, dolor, una fuerte intensidad dramática. Es convincente como un ser que pasa de la inocencia a una posición de liderazgo que lo hará tomar el control de su destino y el de su especie.

El Planeta de los Simios: (R) Evolución es un gran espectáculo entretenido, un llamado a la reflexión el cuanto a la manipulación genética y el trato para con los animales, y el estupendo reinicio de una saga memorable.

Si no la ven, les irá... como la mona.