El planeta de los simios: (R)Evolución

Crítica de Lucas Moreno - Bitácora de Vuelo

SIMIO, DEMASIADO SIMIO

Es única. No compite con otras versiones de El Planeta de los Simios por una razón simple: sólo puede existir en este momento tecnológico.

Su propuesta requiere la perfección del CGI como piedra angular. Sin tanta meticulosidad se caería a pedazos. Rise of The Planet of Apes es un tratado de pasiones humanas, tragedia isabelina interpretada por monos truchos.

¿Si notáramos torpeza técnica en el brillo de una mirada, en las rugosidades de un ceño fruncido, en la comisura de una sonrisa? Las peripecias del mono César darían risa. Pero no; este personaje tiene una complejidad abrumadora. Rick Jaffa y Amanda Silver, los guionistas, hicieron algo jugado: nuclearon la historia del ser humano en la tragedia del mono. Semejante aspiración podría derivar en algo retardado y solemne, pero tanto Rupert Wyatt como el director de FX le tienden su mano al guión, pidiéndole permiso. Respetan la narración clásica, la división de actos y la construcción de secundarios funcionales.

La metáfora peligrosa del monhumano se magnifica y deslumbra por su correspondencia narrativa. En la parábola del mono César tenemos todo lo que haría potente a un mito: identidad desdoblada, hybris, anagnórisis (busquen en Wikipedia, primates), traición, ascenso, caída y redención.

Humanismo a ultranza. Por eso es tan importante el trabajo de FXs. Pensemos que un ser hecho digitalmente carece de alma, no tiene ese soplo irrepetible de un actor en su fragmento de rodaje. Los personajes de la última Star Wars chorrean píxel; al maestro Yoda no le creo cuando baja las orejitas y se pone triste. Es como una mala actuación. O consideremos las pelotudeces que hace Zemeckis digitalizando a los actores. Está mal, muy mal, Zemeckis denigra el cuerpo del actor. Habría que digitalizarle a la familia, a ver si le gusta.

El mono César es un nuevo hombre rasgando los velos del ser. Y esa premisa no se desconcentra. Por eso Rise of The Planet of Apes vive en armonía con la saga; es especial. Sabe hasta dónde contar y cuáles son sus coordenadas.

Como si fuera poco, cuando uno ama el espíritu del mono César más que a Andrew Garfield, en la segunda mitad la película se toma algunas licencias, mutando a cuasi-parodia: los monos se hacen comunistas, desarrollan una moral antihomicida, se sacrifican por ideales y eligen el camino de la diplomacia.

Quizá haya que bajarle un punto por las líneas que le dieron a la novia de James Franco, toscas y obvias, desintonizadas de la sutileza general, pero como estoy contento por el último videoclip que filmé para Bosques de Groenlandia, esta película se lleva un 10.