El planeta de los simios: (R)Evolución

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

El nacimiento de un líder

Cuando Peter Jackson hizo “El Señor de los Anillos”, no sólo fue novedoso por animarse a rodar una trilogía de una sola vez: también logró imponer a su Nueva Zelanda natal como un país ideal para que la gran industria vaya a filmar a bajo costo con todos los climas y paisajes (algo que alguna vez soñó la Argentina) sino que también puso en lo más alto a su compañía Weta Digital, que desarrolló para la saga numerosos avances tecnológicos. Quizás el más importante sea el método de reconocimiento corporal y facial que permite reconstruir los movimientos y gestos de un actor real en un personaje generado digitalmente.

Andy Serkis pudo poner de ese modo su sapiencia en la composición de Gollum, tarea que repetiría en la “King Kong” de Jackson. Esa misma tecnología fue la que fascinó a millones en la “Avatar” de James Cameron, y es la base tecnológica para la realización de “El planeta de los simios: (R)Evolución”, que seguramente perdería gran parte de su atractivo si no estuviera esa lograda combinación de aspecto simiesco y gestualidad humana.

Alzamiento

Will Rodman es un científico trabajando para la empresa farmacéutica Gen Sys, en busca de una cura para el Alzheimer. No es la gloria o el dinero lo que lo impulsan, sino curar el mal que aqueja a su padre. Cuando parece que va a poder llevar su investigación a la fase de prueba con humanos, la chimpancé estrella del experimento parece enloquecer.

Cuando eso lleva a abortar el trabajo, descubren que en realidad estaba protegiendo a una cría recién nacida, que Will se lleva a su casa para descubrir que ha heredado los efectos del ALZ-112, el complejo genético (montado sobre un virus) que estimula la regeneración neuronal.

Así, comienza a educar a César (tal el nombre del monito) que evoluciona día a día en sus capacidades humanas. Pero un día, al tratar de defender al padre de Will de un vecino agresivo, César es capturado y llevado a un “santuario”, en la práctica una cárcel para simios.

Allí terminará de conocer la injusticia de los humanos, comenzará a desarrollar una conciencia política de solidaridad entre los primates, y urdirá un plan para acercar a sus compañeros a su nivel de evolución y aliarse con su congéneres también modificados en Gen Sys.

Allí comenzará una batalla por la libertad a cualquier precio: las otrora mascotas y cobayas ya no permitirán que los enjaulen de nuevo.

La mirada

Rupert Wyatt, venido del cine independiente, entendió perfectamente lo que se escondía detrás del guión escrito por el matrimonio compuesto por Rick Jaffa y Amanda Silver, responsables de historias como “La mano que mece la cuna”, “Ojo por ojo” o “The Relic”: la liberación de los oprimidos, de los que luchan por encontrar un lugar en el mundo en el que puedan evolucionar en paz.

Entre los tres lograron gestar un relato dinámico (dura sólo 105 minutos), pletórico de acción, pero sin fallos narrativos, e introduciendo explicaciones verosímiles para lo que vendrá.

La cuidada puesta visual se luce dándoles vida al “ejército” de primates, especialmente en las escenas colectivas y de batalla. Y como decíamos antes, en mostrar esos simios de gesto feroz y mirada inequívocamente humana, una combinación que asombra y aterroriza.

El cuerpo

Desde el punto de vista actoral, James Franco demuestra que es mucho más que un rostro bonito, componiendo al científico que decide repensar su investigación, en parte siguiendo las recomendaciones de su esposa Caroline Aranha (la solvente, y también bonita, Freida Pinto). El siempre entrañable John Lithgow compone a un muy humano Charles Rodman, con todas las idas y vueltas de su enfermedad.

Tom Felton, como el cuidador del santuario, logra superarse a sí mismo, componiendo un personaje más detestable que su Draco Malfoy en “Harry Potter”.Y por supuesto, Serkis se luce componiendo a César, con el desafío que implica aprender la gestualidad de otra especie homínida y “reaprender” junto a su personaje el camino de la evolución.

El final deja abierta la puerta para futuras continuaciones, que llenen el espacio entre esta cinta y “El planeta de los simios” original, aquella con Charlton Heston basada en la novela de Pierre Boulle. Justamente, conocer el desenlace de la historia no quita emoción (y terror) a la saga, sino que la potencia.