El otro verano

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Las películas sobre madurez (conocidas como coming of age) constituyen un subgénero que puede ser explorado de diferentes maneras y en cualquier latitud. Argentina suele dar una buena cantidad de ejemplos, y con personalidad propia, lejos de las estridencias de los exponentes anglosajones. El otro verano sigue esa línea.

Rodrigo (Guillermo Pfening) está a cargo de un complejo de cabañas de las sierras de Córdoba. Es un hombre parco, que pasa sus ratos libres bebiendo, como tratando de olvidar tormentos del pasado. Juan (Juan Ciancio) es un adolescente de Buenos Aires que llega al pueblo en busca de una parte de sus raíces familiares. Ambos se conocen, y Rodrigo lo ofrece techo y comida a cambio de que lo ayude a refaccionar cabañas para la temporada de verano. En esos días calurosos, a la sombra de la arboleda, y durante noches de cerveza y guitarras, empezarán a conocerse cada vez más, entablando una relación afectiva digna de padre e hijo.

El director Julián Giulianelli ya había mostrado presentado un coming of age en Puentes, de 2009. Su segundo film no se aparta de esa idea, pero su mayor mérito reside su estilo despojado, carente de explicaciones y de trazos gruesos. Este recurso también se aplica a la historia de amor entre Juan y la hija de una familia de clientes de Rodrigo, interpretada por Malena Villa. La cámara sigue a los personajes sin emitir juicio, mostrando sus virtudes y hasta sus miserias. La trama incluye una intriga que hace partícipe al espectador sin darle información predigerida. Giulianelli se acerca al sabor de la obra de los hermanos Dardenne, principalmente El hijo, aunque sin llegar a niveles de extremo dramatismo sino apostando a una ternura implícita, no olvidando las partes oscuras.

Guillermo Pfening vuelve a demostrar su capacidad para encarnar a individuos atormentados, que deben decidir qué rumbo tomar, y lo expresa con los recursos justos, al margen de cualquier floritura. Juan Ciancio, de amplia trayectoria en producciones televisivas de Disney, resulta convincente como un joven preocupado por sus orígenes y abierto a nuevas vivencias. La química entre los dos actores, más la frescura de Malena Villa, constituyen el núcleo del film.

El otro verano es una propuesta intimista, sencilla, con un corazón que va apareciendo con el correr de las escenas. Es adentrarse en las vivencias de seres tan complejos como nosotros, en constante aprendizaje sobre sí mismos y sobre la vida.