El otro verano

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

RENACER VERANIEGO

El otro verano, segunda película de Julián Giulianelli, indaga con un tono intimista sobre las vicisitudes de la paternidad, los desencuentros y la naturaleza de este vínculo, aun cuando parece encontrarse ausente. La forma en que construye esa tensión, de forma silenciosa, es la principal virtud de este film que, sin embargo, también encuentra elementos que aparecen irresueltos y situaciones un tanto forzadas. Sin embargo es el trabajo y la dinámica entre Guillermo Pfening y Juan Ciancio lo que termina cerrando con solidez este drama, que a pesar de su previsible estructura de coming-of-age contiene algunas secuencias trazadas con una mirada genuina que invita a perderse en este film que apenas supera la hora.

Rodrigo (Pfening), un hombre cuarentón que vive en soledad en un pueblo de las sierras de Córdoba, encuentra su vida conmovida a inicios del verano por un encuentro accidentado con Juan (Ciancio). Esto que ocurre de una forma un tanto torpe en una de las pocas secuencias desprolijas del film, lleva al origen de este vínculo tosco que inicialmente tendrá una finalidad laboral para luego ir encontrando que tienen en común una relación que ambos desconocen. En la forma en que esto se resuelve progresivamente radica el poder del film, que tiene además una subtrama romántica algo endeble con una chica “de la ciudad” interpretada por Malena Villa. El asunto es que más allá de que se trata de un personaje delineado sutilmente en el guión, alejado de estereotipos siempre tentadores, su desarrollo queda truncado y apenas desarrollado. Cuando empezamos a ver una evolución, finaliza abruptamente a pesar de su buen trabajo. No es así la dinámica paterno filial, que astutamente apenas aparece delineada entre Rodrigo y su padre (del cual cuida sus cabañas), pero se profundiza como un espejo en el vínculo que crece entre Rodrigo y Juan.

A pesar de ser un film estructurado clínicamente, se aprecia más por sus momentos aislados, aquellos construidos desde la intimidad entre Juan y Rodrigo o Juan y su interés amoroso. Un partido de fútbol, los silencios y las miradas evasivas, incluso un travelling lateral de una salida romántica en bicicleta o un encuentro a la vera de un río con el sonido de las voces en off, son algunos de los puntos más sólidos de esta apuesta que parece incompleta o desprolija cuando se piensa en la integridad del relato, pero que sin embargo entrega momentos memorables.

En definitiva, El otro verano consigue transitar una fórmula recorrida numerosas veces evitando clichés y, a pesar de sus irregularidades, rescatando momentos memorables que se sostienen en actuaciones sólidas y diálogos que ganan tanto en lo dicho como lo no dicho.