El otro lado de la esperanza

Crítica de Jesica Berman - Fancinema

DIFERENTES, PERO IGUALES

Aki Kaurismäki es uno de los cineastas europeos más relevantes en la actualidad, es un artista de los cuales hay que aprender porque sus obras plantean cuestiones sociales contemporáneas que es necesario denunciar.

Hace algún tiempo el director finlandés anunció que iba a realizar una trilogía sobre ciudades portuarias: la primera fue El puerto (2011) en la que un lustrabotas intentaba salvar la vida de un niño refugiado; y la segunda es Al otro lado de la esperanza, que si bien tuvo tres proyecciones en el último BAFICI, ahora se estrenó en el país comercialmente.

En esta película la historia se sitúa en una ciudad portuaria de Finlandia en la que la vida de dos hombres se cruza por azar del destino. Por un lado, Wikström, un finlandés que rompe con su rutina y matrimonio arriesgando todo a un nuevo emprendimiento, un restaurante. Por otro lado, un joven de 25 años, sirio, llamado Khaled, que escapando de la guerra llega escondido en un barco carguero y pide asilo en Finlandia. Siendo su mayor anhelo encontrar a su hermana que perdió en la frontera húngara.

Wikström hace un quiebre en su vida para recomponerla y Khaled llega al puerto tratando de encontrar un lugar en el mundo. Ambos logran coincidir en un momento y se brindan ayuda mutuamente.

Si bien a lo largo de ambas historias, sobre todo en lo que le acontece a Wikström, los hechos rozan la comedia, Kaurismäki deja desmantelada la injusticia social y plantea, de manera elegante pero no menos honesta, la deportación de los inmigrantes que buscan asilo en los países de Europa.

Enfrentarse a la corte para que tome una decisión que puede cambiarle la vida a un ser humano que ha vivido situaciones traumáticas durante su vida, un sinfin de entrevistas, amenazas de skinheads que recorren las calles de Finlandia con el objetivo de “liberar la nación” son algunas de las peripecias que le ocurren a Khaled durante sus días en Europa. A su vez el director refuerza la historia mostrando unas cuantas imágenes de distintos noticieros sobre Siria. Cadáveres, bombas, ciudades completamente destruidas son invisibles a los ojos institucionales del “primer mundo”.

Con una paleta de colores que invoca a las pinturas de Edward Hopper, encuadres simples y primeros planos, Kaurismäki intenta destacar la solidaridad entre los seres humanos. Después de todo es como resalta el afiche de esta película: “todos somos humanos, todos somos iguales”.