El otro lado de la esperanza

Crítica de Gustavo Castagna - Subjetiva

El otro lado de la esperanza, de Aki Kaurismäki
Por Gustavo Castagna

Los casi veinte largometrajes de Aki Kaurismäki concebidos hasta hoy dialogan entre ellos, corroboran criterios de puesta en escena en común, construyen personajes y situaciones de inmediato reconocimiento, articulan un discurso particular y global sobre el mundo. Desde sus títulos más experimentales (Hamlet salió de negocios; Macbeth), hasta esa geografía deshumanizada y alienante con el trabajo como síntoma devastador (La chica de la fábrica de fósforos), cruzando matices de humor negro fusionado al policial (Yo contraté a un asesino), climas y atmósferas que llegan al paroxismo del absurdo (Leningrad Cowboys Go América y sus secuelas en cortos) e historias donde el aspecto humano y solidario solidaridad actúa como contraste de un continente viejo y, por ende, de un país sin alegría y solo sostenido por la música, los tragos y el cigarrillo (Abel; El hombre sin pasado; Luces al atardecer; La vida bohemia), la trayectoria de Aki Kaurismäki -60 años hace poco cumplidos-, iniciada más de tres décadas, se erige como una de las importantes del cine contemporáneo.

En El puerto (2011), su largo anterior, se ubicaba en una zona portuaria de Francia para narrar la relación de un lustrabotas de buen corazón y un niño inmigrante africano, con personajes solidarios viviendo situaciones extremas y homenajes al cine galo de hace décadas pero matizado por el particular humor del director junto una relectura de cuento de hadas que trasuntaba a través de la amabilidad de sus inconfundibles criaturas.

Como si se tratara una síntesis definitiva de su manera de ver al mundo, ya de vuelta por Finlandia, el argumento de El otro lado de la esperanza apela al montaje paralelo para exhibir a dos personajes centrales que, lógicamente, cruzarán sus destinos. Por un lado, un refugiado sirio (Khaled) a la búsqueda de su hermana que será bien tratado –muy ocasionalmente- y mal tratado –casi siempre- por la segregación racial, el control estatal, el poder policial y el racismo cotidiano. Por el otro, el grandote Wikström, emprendiendo un nuevo proyecto de vida y ganancia económica: un restaurante que se convertirá en un espacio camaleónico, regenteado por su dueño y por un trío (luego cuarteto) de personajes recurrentes en el cine del director: simpáticos, silenciosos, de pocas palabras, altruistas con algunas dudas, sobrevivientes de un contexto económico.

Kaurismäki, maestro en la utilización de un tempo narrativo particular que siempre articula un pausado crecimiento dramático, juega con fuego al apelar al tema de los refugiados en Europa. Pero su maestría convierte todo en oro, es decir, en una estructura de fábula donde la seriedad del asunto está presente –Khaled será maltratado y golpeado más de una vez- pero acorde a los tonos nada altisonantes que tan bien maneja el cineasta. En El otro lado de la esperanza hay emoción, también música –rockera o de menos intensidad, siempre a cargo de veteranos aun con mucho pelo y de caras poceadas- y ese finísimo y delicado humor que caracteriza al realizador. Por ejemplo, toda la secuencia en donde el restaurante de Wikström, ya con Khaled trabajando en él, muta a lugar de comida especializado en sushi.

Si El otro lado de la esperanza es uno de los grandes y mejores estrenos de este año, por un lado, nada sorprende al respecto. Aki Kaurismäki es un maestro del cine y, también, de la ambigüedad llevada al extremo.

Los planos finales de Khaled, la sangre previa, el cariño de un perrito y la mirada del personaje hacia un paraíso soñado autorizarían más de una lectura. Como si el guión y la imagen quisieran convencernos de un clásico final feliz digno de una fábula, otra más del genial director. O, por qué no, se trate de lo contrario.

EL OTRO LADO DE LA ESPERANZA
Toivon tuolla puolenaka. Finlandia/Alemania, 2017.
Dirección y guión: Aki Kaurismäki. Fotografía: Timo Salminen. Edición: Samu Heikkilä. Con: Kati Outinen, Tommi Korpela, Sakari Kuosmanen, Janne Hyytiäinen, Ilkka Koivula, Kaija Pakarinen, Nuppu Koivu, Tuomari Nurmio, Sherwan Haji. Duración: 98 minutos.