Algo más que un muñeco Los antecedentes cinematográficos del director William Brent Bell no eran muy alentadores -que digamos- para tenerle algo de fe a esta nueva apuesta del género de terror, bajo la modalidad casa lúgubre, muñeco maldito pero con rostro de niño e incauta en apuros con pasado tortuoso. Todos esos condimentos se sirven en el plato principal y forman parte del pequeño universo de El niño (The boy -2016-), film que pretende salirse del eje convencional con algunas vueltas de tuerca que, a decir verdad, no sorprenden a nadie. La primera mitad del relato trata de introducir el código y el verosímil al plantear la extraña relación entre los habitantes de una casa grande con Bhrams -el muñeco de tamaño real de un niño de unos siete años-, que quedará al cuidado de una joven proveniente de Estados Unidos, Greta Evans -Laura Cohan, Maggie en The Walking Dead- sorprendida por el hallazgo de la extraña vinculación entre sus empleadores y el muñeco. Un tercero, Malcom -Rupert Evans, agente del FBI en Hellboy- proveedor de alimentos para la familia, les sigue la corriente y Greta comprende que ese debe ser el camino para no despertar suspicacias ni herir susceptibilidades. La adaptación no tarda en producirse, salvo por pequeñas situaciones que llaman profundamente la atención de la cuidadora y que realmente la perturban en su nuevo rol, mucho más acentuada cuando queda sola tras la partida de los dueños. Durante gran parte del relato, la idea del director de Con el diablo adentro (The devil inside -2012-) apela al golpe de efecto con sutiles enrarecimientos en la atmósfera, como por ejemplo el movimiento -fuera de campo- del muñeco en sintonía con la idea de posesión tan utilizada en el cine de terror y además haciendo hincapié en la casa y su posible maldición preexistente. Sin embargo, a esta básica premisa se le suma los datos que van llegando a cuentagotas y que relacionan al muñeco con un niño desaparecido en una tragedia. Indicio fotográfico mediante, la muchacha hará las veces de detective improvisada, a la vez que su relación con Bhrams se va modificando a niveles de empatía por un sufrimiento compartido. Así las cosas, el desfile de lugares comunes y sustos premeditados no tarda en llegar y en ese instante la propuesta que contaba con cierta ambigüedad, y esa característica sostenida que la apartaba del convencionalismo, termina por disolverse y repetirse hasta el hartazgo. El niño genera en el espectador la sensación dispar de que estamos frente a una película que no supo narrar una historia distinta y no aprovechó el tono ni el interesante coctel entre terror y drama, fórmula que pudo haber resultado beneficiosa en términos generales.
Se estrena El niño, de Wiliam Brent Bell, nueva película de terror del director de Con el diablo adentro. Desde los orígenes del género, los muñecos poseídos han sido de gran atractivo dentro del horror. Se han escrito grandes novelas góticas y de ciencia ficción que tienen como protagonistas marionetas o juguetes de cerámica que cobran vida mágicamente y aterrorizan a sus dueños. Todo indica que El niño es un nuevo exponente de este género. Greta –Lauren Cohan- es un joven estadounidense que decide escapar de un novio agresivo y mudarse a una mansión en medio de un pueblo rural de Inglaterra, donde consiguió trabajo como niñera. Como si no fuera suficientemente aterradora la arquitectura gótica de la casa casi abandonada, sus propietarios son una pareja de ancianos que dedican su vida a cuidar a su hijo Brahms. El detalle es que Brahms es un muñeco. Mientras que la pareja está ausente, Greta deberá seguir las instrucciones para cuidar a Brahms como si se tratara de un niño real. Su único aliado es Malcom, el empleado del almacén –Rupert Evans- que le viene a traer las provisiones. Prisionera en esa mansión, Greta comienza a descubrir que el muñeco de Brahms –el verdadero hijo murió en un incendio- se mueve cuando ella no está presente. Influenciada por la saga de El conjuro y Annabelle, El niño apela a todos los estereotipos del género sin prestarle demasiada atención a la verosimilitud del relato. La música asusta más que las imágenes y existe algún que otro sobresalto, como los sueños engañosos –de los que abusa- pero poco lugar para la sorpresa. Solo se destaca una correcta fotografía para generar climas góticos Posiblemente dándose cuenta de la notoria ausencia de ideas y la forma en que el film se va convirtiendo en uno más sobre fantasmas o demonios de casonas, los realizadores deciden dar una vuelta de giro en los últimos 15 minutos, que de no ser tan forzado e inconsistente con el resto del film, sería completamente risible y absurdo. Lo que se construye resulta tan incoherente que cualquier pretensión de seriedad, se desmorona y encima se pretende una connotación psicológica. El niño combina suspenso con inintencionado humor. A pesar de su notable sensualidad, la joven actriz Lauren Cohan no consigue impresionar, así como tampoco su compañero masculino. Acaso, lo mejor del film, radica en los pequeños detalles que conectan la historia con la obra más memorable de Gaston Leroux, pero para llegar a esta conclusión, lamentablemente, hay que aguantar la película completa. Y se vienen las secuelas.
Los peligros de trabajar de niñera Ya se presume que algo siniestro le está por ocurrir a Greta, una niñera contratada por una pareja de ancianos para cuidar a su pequeño hijo, apenas llega a la tenebrosa mansión donde deberá hacerse cargo del niño. Y no es para menos, ya que la joven comprueba que Brahms, el chico, es un muñeco de tamaño natural, un sustituto del hijo que la pareja perdió trágicamente 20 años atrás. Los ancianos se tomarán vacaciones y ella deberá hacerse cargo del pequeño con unas estrictas instrucciones. Ya a solas en ese caserón, escuchará ruidos muy misteriosos. Cuando Malcolm, un apuesto repartidor de alimentos, llega por primera vez al lugar para dejar los encargos, nacerá casi de inmediato una relación amorosa entre él y la muchacha. En paralelo, una serie de eventos inquietantes e inexplicables la convencerán de que fuerzas sobrenaturales se han insertado en su trabajo, y pronto se verá amenazada por ese muñeco que parece cobrar vida cada vez que ella se le acerca. Sobre la base de esta historia escrita por Stacey Menear, el director William Brent Bell, el mismo de The Devil Inside y de Stay Alive, supo dotar a la historia de un clima terrorífico que va desempolvando lo ocurrido 20 años atrás, cuando Brahms murió en forma misteriosa. Greta trata de averiguar si en verdad el muchacho falleció o si aún está vivo en algún rincón siniestro de la casa. Thriller sin duda entretenido, y aunque no difiere demasiado de tantos otros films, El niño mantiene en vilo al espectador. Y Lauren Cohan se luce, tanto por su rostro aterrorizado como por su buen estado físico para escapar de esos angustiantes momentos.
Desde el famoso Chucky hasta los terribles e inagotables Puppet Master, pasando por la reversión malvada e italiana de Pinocho; el mundo de los muñecos y el cine de terror ha sabido entregar obras variadas despertando la curiosidad del espectador. Siempre se le puede dar una vuelta de tuerca más; y en este punto, nadie puede negar que la propuesta de El Niño resulta original; aunque sea, tomando un poco de cada lado y entregarlo en un frasco novedoso. Greta Evans (Lauren Cohan) es la típica estadounidense en tierras extranjeras, en este caso, Reino Unido. Llega a una apartada mansión empleada como niñera de Brahms, el hijo de los ya mayores señores Heelshire (Diana Hardcastle y Jim Norton). Si bien es evidente que Greta huye de un pasado tumultuoso, el trabajo parece ofrecer la tranquilidad y regularidad que ella necesita; salvo por un pequeño detalle, Brahms no es un niño de carne y hueso, es un muñeco articulado de porcelana. Los Heelshire, sobre todo Mamá, exigen que Brahms (que representa a un hijo real muerto hace varios años) sea tratado como un niño real, con todo lo perturbador que eso puede ser, más aún cuando la pareja decid salir de vacaciones y Greta quede sola al cuidado del niño muñeco. ¿Qué secretos se esconden detrás de Brahms? ¿Hay alguna maldición? ¿Tiene vida pese a no tener piel? El debutante guionista Stacey Menear nos depara varios giros que acá, por supuesto, no asomaremos a develar; en medio de una estructura hermética que juega más con la sugestión y el susto falso que al hecho concreto. ¿Cuántas veces asistimos a una idea que suena mejor en la premisa que a la hora del desarrollo y la concreción? Un aporte fundamental para disfrutar El niño como se debe, es dejar la lógica básica de lado. El argumento presenta cuestiones que no cierran del todo bien, las preguntas abundan a los diez minutos de iniciada, y no, no siempre van a tener respuestas, por lo menos, no de las coherentes. El director William Brent Bell (con alguna experiencia en el género, esta, por lejos, la más satisfactoria) aporta el clima necesario, le otorga el ritmo y la parafernalia correcta para que una película encerrada, con pocos personajes, no suene a una obra teatral o con el peso de la monotonía. Ahí están personajes periféricos, como el interés romántico Malcolm (Rupert Evans) para hacer también a la suma de dinamismo. El niño se sostiene mejor mientras se presenta, mientras nos va enseñando cuáles son sus cartas. Por eso, su primera mitad, su primer hora para ser más laxos, es más potente que a la hora de empezar a atar cabos y entregar ese as bajo la manga que se guardó para el final. Lauren Cohan, conocida por la serie The Walking Dead, carga con el peso del relato, prácticamente no abandona ningún plano, en varios tramos del film se encuentra ella sola, y siempre luce convincente, aun cuando su Greta tome decisiones no del todo acertadas. Hay un buen clima, varios momentos de sobresaltos, un objeto inanimado que puede soportar ser el vehículo del miedo a la perfección, y una propuesta que nos desafía a arrojar varias hipótesis. Cuando abandonamos la sala hay más dudas que certezas, es cierto, una sensación de que algo no está bien o que debieron pensarlo mejor. Pero en el tramo que estuvimos dentro, la experiencia fue satisfactoria, y ese muñeco se ligó un par de maldiciones de nuestra parte, vale la pena conocerlo.
Llega a los cines “El Niño”, dirigida por William Brent Bell y protagonizada por Lauren Cohan (The Walking Dead). La película tiene todo lo que debería tener una film de este género, un mito fundacional que tenga sentido, un muñeco de porcelana que aparentemente está poseído por el alma de un niño y una casa con la antigüedad necesaria como para generar miedo.
El muñeco diabólico El género de terror ha dado gran cantidad de películas sobre muñecos embrujados, aunque solo un puñado de ellas son realmente buenas. Se siguen contando historias de esos juguetes al parecer inocentes pero que ocultan algo perturbador, y en los últimos años la que más repercusión tuvo fue Annabelle (2014): su aparición en El conjuro (The Conjuring, 2013) tuvo gran repercusión y un año después se estrenó la película sobre su caso. Pero el muñeco poseído más reconocido es Chucky, su primera película de 1988 contaba la historia de un asesino que por medio de un hechizo de vudú trasladaba su alma a un muñeco. Tuvo cinco secuelas. Greta (Lauren Cohan) es una niñera que llega a una enorme casona antigua en Inglaterra dado que fue contratada por una pareja de ancianos para cuidar a su hijo Brahms. Lo que no sabe es que el supuesto niño en realidad es un muñeco y requiere una serie de cuidados que deberá seguir a rajatabla. Al no hacerlo comienzan a suceder una serie de extraños sucesos. La joven se apoyará en Malcom (Rupert Evans) el dueño de la tienda local quien lleva los pedidos cada semana a la casa. William Brent Bell dirige el guion del debutante Stacey Menear. Bell se ha hecho conocido por la floja Con el diablo adentro (The Devil Inside, 2012), en este caso es su dirección la que lleva a buen puerto el film ya que el guion tiene algunas fallas y baches, hay algunos sucesos que merecen ser explicados un poco más para no dejar que los eventos queden tan librados al azar, aun así otorga algún que otro susto al público. La fotografía y la dirección de arte son destacables, ilustran muy bien la zona y la gran residencia, además de la elección del muñeco, el cual está muy bien diseñado: en su inexpresividad hay algo que incomoda. El niño no viene a ser la gran película que redefina el género, tampoco es una obra maestra, pero se deja ver, es entretenida y si se deja pasar ciertos problemas narrativos es bastante aceptable.
El Niño (The Boy) es una nueva película de terror que intenta darle un giro de tuerca al género de los muñecos malditos, protagonizada por la estrella de The Walking Dead, Lauren Cohan. Greta Evans (Lauren Cohan) es una niñera estadounidense que llega a Inglaterra, contratada por Mr. y Mrs. Heelshire (Jim Norton y Diana Hardcastle), una pareja mayor de ricos que son los padres del niño al que deberá cuidar, Brahms. Una vez en la siniestra casona de sus nuevos patrones, Greta descubre que Brahms no es en realidad un niño de carne y hueso, sino que es un muñeco al que los Heelshire visten y tratan como su fuera su hijo. La pareja le dejaa a Greta una lista de tareas que debe llevar a cabo todos los días con el muñeco (despertarlo, leerle cuentos, darle el beso de las buenas noches, etc.). Una vez que los padres de Brahms se van de vacaciones, Greta se queda sola en la casa y decide no seguir las instrucciones, lo cual parece no gustarle al muñeco Brahms. Malcom (Rupert Evans), un empleado que lleva provisiones a la casona todos los días, le cuenta a Greta que el verdadero Brahms murió en un incendio a los 8 años, y que ese muñeco fue la forma en que sus padres decidieron sobrellevar la situación. Fenómenos extraños que le ocurren a Greta la llevan a pensar que en realidad el muñeco está poseído por el espíritu de Brahms y que sólo quiere llamar la atención, cómo cualquier niño. A partir de ahí, El Niño logra construir suspenso al apoyarse en una muy buena fotografía y un muy buen trabajo de arte, que logran crear una atmósfera por momentos gótica, al estilo de las viejas películas de terror de los estudios Universal o la Hammer. Por otro lado, hay que reconocerle a su director, William Brent Bell (Devil Inside, Stay Alive) el esfuerzo por crear suspense al rededor de un muñeco, sin recurrir a efectos especiales o animación por CGI, es decir, utilizando un muñeco inmóvil que solo desaparece o cambia de lugar cuando la protagonista no está viendo. El primer problema (porque tiene muchos) con el que se encontrará el espectador es que las situaciones en las cuales los personajes deben interactuar con el muñeco como si fuese un niño de verdad, se ven ridículas. Probablemente, la culpa de esto, aunque sea en parte, es de un elenco cuyas actuaciones carecen de emoción y se ven falsas en todo momento. Otro problema que tiene la película es que recurre demasiadas veces a golpes de efecto que terminan siendo sueños de Greta. Pero el problema mayor del film está en el guión. Chesterton decía que un buen cuento policial era, entre otras cosas, aquel en el que el lector tuviera la chance de resolver el caso antes de llegar al final, con las pruebas dadas por el escritor. Ese es también un buen consejo para el cine de suspenso. La guionista de El Niño, Stacey Menear, está tan obsesionada por lograr un final sorprendente, que llena el guión con innumerables giros de tuerca para llevar al público por diversos caminos equivocados de pistas falsas. Es imposible no imaginarse distintos finales coherentes a lo largo de todo el metraje, y para peor, el final de la película incluye un nuevo giro del guión que no parece tener mucho sentido con la temática y el clima que se había propuesto: el final no sólo es impredecible a medias, sino que resulta inverosímil. El Niño es una película de terror con pretensiones de originalidad que se pierde en un laberinto de giros de tuerca absurdos. El film logra buenos climas y ambientes, pero el guión se va tornando ridículo, y por momentos, aburrido. Una mala heredera del cine de M. Night Shyamalan.
Cerca del terror inglés de la década del 70 Una niñera viaja de Montana a un oscuro paraje británico para cuidar a un chico. Cuando llega a un enorme y oscuro caserón, las señales deberían haberle advertido de que algo no anda bien, pero cuando directamente tendría que haber salido corriendo es cuando ve que el chico a cuidar en realidad es un muñeco. Por supuesto, no lo hace, ya que si no, no había película. "El niño" es una variante bastante retorcida de uno de los más famosos episodios de la serie "La dimensión desconocida", ése en el que Telly Savalas torturaba una muñeca que a su vez lo enloquecía a él, "The Living Doll". Aquí hay una pareja de ancianos que años atrás, ante la muerte de su único hijo, lograron soportar la angustia con el muñeco en cuestión. La niñera recibe un cronograma completo de las actividades que debe llevar a cabo con su pupilo, y luego es dejada sola en la casona, dado que los dueños de casa "hace mucho que no salen". Con la única visita de un tipo que va a traer víveres y su paga una vez por semana y que, por supuesto, la quiere seducir, la protagonista pronto empieza a darse cuenta de que, o se volvió loca, o el muñeco hace cosas raras. Dada la escasez de personajes - de todos modos siempre está flotando la amenaza de un exnovio malísimo de la niñera- y la única locación, la trama no tiene muchos elementos con los que jugar, ni mucho menos a dónde ir. El director, sin embargo, se las arregla para lograr el tono de esas películas inglesas de terror de los 70 que funciona bastante bien dadas las limitaciones del caso. Un mejor desenlace hubiera ayudado un poco más.
Cuando el muñeco no alcanza Las películas de terror con muñecos parecen ofrecer cierta garantía desde su propia promoción. Por lo general se trata de afiches con su cara de plástico o porcelana rota o alterada y con una sonrisa diabólica, asomando a veces entre penumbras. Y desde hace unos años, los realizadores que los eligen como tema o personaje parecen aprovecharse del momento en el que una gran cantidad de adultos está confesando que en su niñez, lejos de disfrutar la compañía de esos muñecos, le causaban pánico, angustia y algún que otro sentimiento inconfesable. Porque parece que eso de que muñecos, payasos y títeres den miedo ocurría mucho antes de que se viese en la película Chucky (1988), y no sólo por habérselo ganado a fuerza de asesinatos sangrientos como los ejecutados por el monigote pelirrojo poseído por el espíritu de un delincuente. A veces, con su sola presencia basta para inquietar. En el caso de El niño las cosas parecen ser mucho más sutiles pero no menos demenciales. Todo comienza con la contratación de una niñera (Lauren Cohan, de The walking dead) por parte de un matrimonio de ancianos para que cuide a su pequeño hijo con motivo de un viaje al que no pueden llevar a la criatura. Antes de que uno saque cuentas y conjeturas para poder presumir que seguramente ese crío no sea heredero biológico, el niño entra en escena en forma de un bonito muñeco a quienes sus dueños tratan como a un ser humano auténtico. Greta -tal el nombre de la niñera-, ni siquiera amaga a salir corriendo y acepta, en cambio, la oferta siguiéndoles el juego. Pero cuando queda sola y con una lista de instrucciones a seguir para su cuidado, se da cuenta de que quizás el muñeco no sea tan inerte como sus materiales de fabricación sugieren. En medio de esa experiencia la chica deberá lidiar con un simpático y seductor empleado de mantenimiento de la mansión (Rupert Evans) y luego con su despreciable ex, quien la ha seguido hasta allí a pesar de una ruptura traumática que no habla demasiado bien de él. Pero en definitiva el triángulo amoroso será lo de menos. William Brent Bell es un joven guionista y director que viene de dirigir dos films del género un tanto particulares: Con el diablo adentro (2012) narra la historia de una posesión y su exorcismo en medio del Vaticano; e Inhumano: la leyenda renace (2013), sobre licantropía con un enfoque que resulta al menos interesante. Podría decirse que en ambos marca un estilo, que quizás no se note del todo en el film que nos ocupa, porque El niño no deja de recordarnos constantemente a piezas superiores que la antecedieron, como Los otros (2001) o la reciente Annabelle (2014) sin que se trate de una obra maestra. Y tal vez el problema esté en que el director quiera tomarse demasiado en serio esta película y cuando se vuelve un poco solemne o explicativa se torna aburrida. Hay un intento de creación de climas, logrado en base gracias a la escenografía que se circunscribe mayormente a la mansión y a una fotografía que se aprovecha del tono lúgubre de rincones que nunca ven la luz. La idea de una mujer en soledad cuidando a un muñeco al que un par de ancianos se empecina en tratar como a un niño ya es un punto de partida espeluznante. La presunción de que pueda cobrar vida en cualquier momento es una situación ideal para que se construya un ambiente opresivo que hiele la sangre ante el menor ruido o movimiento cuando la persona que lo percibe se encuentre sola. De hecho más de un espectador elegiría ese mismo momento para dejar de ver la película al imaginar lo que pueda surgir a partir de allí, de puro miedo y merced a lo que su propia imaginación proyecte. Pero en el afán de no perder la atención, el director olvida lo valioso del suspenso y hace que la trama se precipite. La historia de amor incipiente interrumpida primero por el fenómeno en apariencia sobrenatural, luego por la aparición intempestiva de un tercero en discordia y la resolución demasiado temprana de lo que realmente pasa con ese “niño” tan particular atentan contra un hilo que debiera ser cada vez más intenso, más asfixiante. La ausencia de gore, de escenas fuertes no sería tan notoria si el suspenso fuese por el lado de lo psicológico. Pero no es el caso: los intentos son bastante burdos, las demostraciones, las pruebas de que algo raro sucede se resuelven con demasiada premura para el tono en el que debiera funcionar la historia. De todos modos, a pesar de esos fallidos El niño no es un despropósito, cumple con el entramado sugestivo que lleva a querer saber qué hay detrás de ese enigma, si es de orden sobrenatural o si tendrá una explicación posible dentro de lo racional. Cumple también con la resolución de la historia sin dejar cabos sueltos que molesten. Cumple con menos de lo que promete, es verdad, pero no como para que dejemos de aborrecer a esos seres de plástico o porcelana que alguien quiso que se parezcan tanto a nosotros, sobre todo en su crueldad.
Una niñera que busca trabajo y una pareja de ancianos que cuida a un muñeco como si fuese un hijo de carne y hueso es el punto de partida de este film que mezcla suspenso, terror y locura. Una casona alejada de la civilización, una niñera que busca trabajo y una pareja de ancianos que cuida a un muñeco como si fuese un hijo de carne y hueso es el punto de partida de El niño, la nueva película del director William Brent Bell, quien ya transitó por el terror en Sobreviviendo -2006-, Con el diablo adentro -2012- y Wer -2013-.El film recurre a una premisa vista antes en el cine pero se va transformando en varios exponentes de los años ochenta, donde el miedo se da la mano con la muerte y la locura. En ese sentido, el director apuesta a desarrollar climas inquietantes desde el comienzo, jugando con el tono fantástico y fantasmagórico que se va encaminando hacia terrenos que aquí no adelantaremos.Más preocupado por desarrollar el suspenso que desplegar efectos, El niño impone la atmósfera de títulos como Chucky, el muñeco diabólico, logra sobresaltos y escenas aterradores para satisfacer a los seguidores del género. El uso de los sonidos "en off" -las risas infantilles siempre impactan en el cine-, los objetos que cambian de lugar y desaparecen, crean situaciones alarmantes. Se suma a a trama un joven extraño -Rupert Evans- que vive cerca y ayuda a la protagonista en los momentos de mayor tensión.Greta -Lauren Cohan, la actriz de la serie The Walking Dead-, la joven que necesita dinero y arrastra además su oscuro pasado, acepta el trabajo que nadie querría hacer cuando cuida a Brahms, el chico del título, un muñeco de porcelanda, al que deberá tratar según las rígidas indicaciones que el matrimonio Heelshire -Jim Norton y Diana Hardcastle- deja antes de partir de viaje. Sin embargo, entre un altillo misterioso y un incendio del pasado, una serie de extraños acontecimientos le harán dar cuenta a Greta que el muñeco está vivo. El film cumple con las expectavias pero también deja la sensación de que podría haber sido más eficaz y verosímil de lo finalmente es.
Nene malo El terror de la segunda década del siglo XXI no ha presentado obras rimbombantes ni rebozantes de originalidad. Por el contrario, parece ser que las estructuras que presentan los tropos clásicos del género han perdido terreno ante producciones independientes que apuestan a otro tipo de entramados narrativos, como ser el caso de Te sigue (It Follows, 2014), The Babadook (2014) o Goodnight Mommy (2015). Daría la sensación que la única alternativa para el terror más “canónico” dentro del contexto actual es seguir echando mano a esos elementos y parámetros establecidos, mezclando un poco los ingredientes familiares para ofrecer un plato conocido pero con un sabor distinto. Algo de todo esto sucede en El niño (The Boy, 2016) película que pone a Lauren Cohan -conocida por su rol en el éxito del prime-time The Walking Dead (2010)- en la piel de una niñera norteamericana que acepta un trabajo en Inglaterra para cuidar a un niño que no es un niño… es un muñeco, en el más literal de los sentidos. La trama juega con los elementos clásicos de la casa encantada, los anfitriones excéntricos y el muñeco poseído, pero dosificados de manera muy particular en un relato que todo el tiempo hace equilbrio al borde del ridículo, pero sin caer en él por completo. Todo lo que sucede remite a algo visto anteriormente, pero el híbrido narrativo que conforma el director William Brent Bell hace que por momentos se trate de todo eso y nada de eso al mismo tiempo, evitando caer del todo en los clichés más redundantes del género. Todo sucede dentro de la residencia familiar, por ende la casa se percibe como un personaje más. Estéticamente los tonos cálidos acaparan el espacio visual, y el diseño de arte remite a otras famosas películas de casas “encantadas” como House, una casa alucinante (House, 1986) o La mansión de los horrores (House on Haunted Hill, 1959). La revelación final que tiene lugar prácticamente al cierre del tercer acto es una sorpresa agradable, gracias a la cual El niño no cae en terreno familiar más allá de lo debido, pero tal vez llegue demasiado tarde para algunos. Sumado esto a una lógica interna que coquetea por momentos con el absurdo, posiblemente exceda el límite de tolerancia de aquellos más exigentes con obras del género.
En El Niño, una babysitter es contratada por una pareja de ancianos para que se encargue de cuidar un muñeco, al que debe criar como si se tratara de un chico de verdad. La joven pronto descubrirá el siniestro secreto que se esconde detrás de ese monigote.Una interesante cinta de horror, que se desmarca de las clásicas historias de muñecos malditos como Chucky o Annabelle, para presentarnos una trama que apela más al suspenso y los climas que al golpe bajo y las secuencias explícitas. La casa gótica en que se desarrolla la historia, la estética del impávido muñeco y sobre todo la interpretación de Lauren Cohan hacen creíble este filme de horror sobrenatural que consigue varios momentos de terror genuino.
Los muñecos pueden ser muy atemorizantes, y el cine supo explotar ese concepto en películas que ya constituyen un subgénero. Chucky es el mayor ícono de la causa (vale repasar su filmografía para recordar su prontuario), y Annabelle se erigió como la diva actual. Además, gran cantidad de exponentes: clásicos olvidados (The Great Gabbo, de 1929, que inspiró aquel personaje de Los Simpson), films de culto (Magia, con Anthony Hopkins), joyitas con tono de fábula (Dolls, de Stuart Gordon) oscuridades canadienses (Pin: El Juguete Peligroso); la saga Puppet Master, a cargo de la productora de bajo presupuesto Full Moon, y Silencio de Muerte, dirigida por James Wan. El Niño es el flamante miembro del staff. Huyendo de un reciente problema sentimental, Greta (Lauren Cohan) llega a una mansión de Inglaterra, donde la espera un trabajo como baby sitter de un niño. Enseguida descubre que Brahms, el niño en cuestión, es un muñeco de porcelana, de rasgos casi humanos; una pareja de ancianos lo considera un reemplazado de su verdadero hijo, muerto en un incendio años atrás. La muchacha será instruida en los cuidados que el “chico” necesita, que incluyen cambiarlo de ropa y leerle. Cuando el matrimonio se va de viaje, Greta deja de cumplir con su tarea (Después de todo, ¿por qué tratar como persona a un ser inanimado?). Pero una serie de extraños episodios comenzarán a inquietarla. Tal vez Brahms no sea sólo un muñeco. Es posible que tenga vida propia. Y sus verdaderas intenciones no son nada amigables. Un puñado de actores (al que se les suma un vecino interpretado por Rupert Evans) le alcanza a William Brent Bell para construir una película de suspenso y terror psicológico, eludiendo la sangre. Sin embargo, aunque el clima conseguido es interesante -mayormente porque Brahms genera escalofríos-, las intenciones del director no toman vuelo debido a que las situaciones se vuelven reiterativas y la narración avanza muy despacio. Un inesperado giro argumental, del que no se puede revelar nada, produce un cambio que resignifica la trama y transforma a la historia en otra cosa… que resulta incluso más divertida y con referencias más que explícitas. Uno de los atractivos es ver a Lauren Cohan en un producto distinto de la serie The Walking Dead, que la tiene como una de las protagonistas. En vez de zombies, ahora le toca lidiar con una única amenaza, y en un contexto diferente (interiores, silencios), pero nunca deja de actuar de manera parecida. Igual, se las arregla para cumplir. Aún con sus imperfecciones, El Niño tiene sus hallazgos y puede integrar el Monte Olimpo de muñecos tenebrosos: ya mostró sus recursos como para seguir haciendo de las suyas en lo que podría ser una nueva saga de terror.
Otro nuevo muñeco maldito anda suelto No hay que ser cinéfilo para saber que las películas sobre muñecos malditos como El niño, dirigida por William Brent Bell, representan un virtual subgénero del cine de terror. Una genealogía que incluye títulos famosos, nombres célebres y personajes memorables ya desde su origen con El gran Gabbo (1929), protagonizada –y codirigida desde las sombras– por el gran Erich von Stroheim. O Magic (1978), de Richard Attemborough, con las actuaciones de un joven Anthony Hopkins, Ann-Margret y Burgess Meredith. A éstos se debe sumar a Chucky (Muñeco diabólico, de Tom Holland, 1988), que en Argentina alcanzó tal popularidad que hasta sirvió de inspiración para que alguien le pusiera al actual entrenador de River, Marcelo Gallardo, el apodo por el cual sigue siendo conocido. La lista es larga y no alcanzan ambas manos para enumerar a los muñecos aterradores dignos de mención. En el camino se los hizo objeto de posesiones demoníacas, maldiciones milenarias o se los utilizó como canales para viabilizar los diferentes trastornos de la personalidad que padecen sus ocasionales dueños.Hay varios puntos de interés en El niño. El más obvio es que cimenta su imaginario con fragmentos de todos los elementos que el subgénero viene acumulando desde su espontánea creación (y la trama no tarda en ir sembrando indicios que llevan a cualquiera de esos destinos). Pero además hay una voluntad manifiesta de jugar con varios de los elementos sobre los que Sigmund Freud, apoyado en el relato “El arenero”, del alemán E. T. A. Hoffmann, fundó su ensayo Lo Siniestro. Principalmente el papel de los autómatas, aquellos muñecos mecánicos capaces de simular la vida, y el asunto del doppelgänger (del alemán, doble). Aunque a esta altura eso también se ha convertido en un lugar común dentro del cine de terror.Greta es una joven niñera estadounidense que, tratando de alejarse de circunstancias personales dolorosas, viaja a Inglaterra para hacerse cargo del hijito de una pareja que ha decidido tomarse unas vacaciones. Que la casa a la que llega resulte un caserón lóbrego, que los padres del chico sean una pareja de ancianos y la criatura en cuestión resulte ser un muñeco de tamaño natural y piel de porcelana, harán que Greta sepa que algunas cosas no están del todo bien en su nuevo trabajo. Si al principio el asunto parece apuntar a la locura de los dos viejitos que suplen con el muñeco la ausencia de su pequeño hijo Brahms, muerto hace años en circunstancias trágicas y poco claras, bastará que Greta se quede sola en la casa para que todo gire hacia la historia de fantasmas más bien clásica. Pero para el final la película se guarda una vuelta de tuerca que reencauza las cosas hacia una variante más o menos inesperada. Tan eficaz como predecible, en el camino El niño aprovecha el contraste entre conservadurismo europeo y modernidad americana para generar ciertos espacios de inquietud. Aunque también abusa de golpes de efecto y de inserts contextuales (planos de animales embalsamados o tomas escoradas y malintencionadamente iluminadas de la casona) para generar un ambiente tétrico logrado, pero de manual.
Lauren Cohen protagoniza El Niño, film que continua el legado de los muñecos malditos en el cine de terror. Juguete Rabioso Jovencita naive con pasado turbulento encuentra trabajo de niñera en una ominosa mansión victoriana, ah y el infante que debe cuidar es un inquietante muñeco símil Chirolita. En la superficie no parece ser el argumento más original para una película de terror, pero este film dirigido por William Brent Well cuenta con los suficientes recursos para diferenciarse de otros productos más estandarizados - y de peor calidad- como Annabelle. Stacey Menear, responsable del guión, es bien consciente de los clichés del género y opta burlarse sutilmente de ellos en la primera -refrescante- media hora del film. Por otro lado, si bien la trama puede llegar a rozar los elementos sobrenaturales que suelen conformar las historias de muñecos malditos, el enfoque otorgado por Menear se acerca mucho más al thriller psicológico y a las consecuencias traumáticas de un hecho tan terrible como la perdida de un hijo. Y quizás ésto sea el mayor acierto del film, evitar de manera inteligente caer en el terreno del camp y la clase B (una salida fácil cada vez más frecuente hoy en día). Esta evasión dista de la pedantería artística y es justificada en una narración utilizada como vehículo de intenciones ideológicas. Ser como el niño Pese a su espírítu irreverente, El Niño no es reluctante al género y cumple algunas de sus requisitos con una buena dosis de sustos - los llamados jump scares - y advertencias fantasmagóricas. La dirección de Brent Bell es correcta aunque bastante limitada y no termina de materializar un guión con muchas posibilidades. Lo mismo se puede decir de las interpretaciones de Lauren Cohen (The Walking Dead) y Rupert Evans (Hellboy, The Man in the High Castle), dúo protagonista que tiene su inevitable e innecesario momento romántico pero que no pasa de un acartonado estereotipo. De todas maneras, es en Cohen donde se traslucen las deficiencias actorales más importantes ya que el verdadero peso del film recae en su personaje, la víctima principal de los tormentos sobrenaturales y psicológicos producidos por el "pequeño niño" llamado Brahms. Y sí, no es el nombre más escalofriante y honestamente hay un vasto mundo juguetes mucho más perturbadores en el mundo del cine; así que si andaban buscando una película que les infunda horror indescriptible tal vez no sea ésta. Conclusión Con sus aciertos y errores, El Niño es una más que digna alternativa dentro del cine de terror y una buena opción si buscan sorpresas y originalidad.
El personaje principal elegido para esta ocasión resulta algo trillado ya que vimos: “Magic” (1978) de Richard Attenborough, “Chucky” (varias), y “Annabelle”, entre otras. Se desarrolla en una casa bien siniestra, con toques góticos, algún sobresalto y buena fotografía. Las actuaciones no son del todo convincentes, sin sorpresa e ideal para las nuevas generaciones.
Conocida la premisa, la sorpresa es que El Niño no es una película malísima. Tiene sus momentos de tensión y alivio cómico intencional. Lauren Cohan (¿no habrán conseguido a Michelle Monaghan?) interpreta muy bien a (Greta) la niñera del muñeco y le dá una interesante vuelta a su personaje a partir del segundo acto. Pese que al filme no le faltan tropos del género y los paralelos con otras películas sobran. Una joven estadounidense con un problemático pasado de alguna manera encuentra trabajo en una casa de campo inglesa en la que ha sido contratada para trabajar como niñera. Cuando llega, se le dice que a su cargo no estará en realidad un niño, sino un muñeco que se parece a un niño de 8 años de edad, ¿hilarity ensues?, no, el muñeco -Brahms- tiene una estricta rutina diaria y una lista de reglas que deben seguirse, incluyendo preferencias musicales, régimen alimenticio y un beso de buenas noches antes de acostarse. Una vez que se han establecido las reglas, el guión no se despega de ellas, una coherencia que le permite jugar con la historia sin caer en el ridículo. Los “padres” de Brahms se van de vacaciones, dejando a Greta sola en la casa con el muñeco. Greta adopta una comprensible actitud desdeñosa a toda la idea de “cuidar” a Brahms, Greta descuida las reglas, y Brahms queda abandonado en un rincón. Muy pronto, como un Gremlin de porcelana, el maldito Brahms comienza a actuar. Inicialmente aterrada, Greta pronto se vuelve extrañamente comprensiva con el niño. A partir de ahí, la historia toma un par de vueltas que retienen el interés del espectador, ya embestido en el cuento. El Niño funciona por mérito propio, más allá de las películas a las cuales remite y en los clichés que abreva. Y comprueba una vez más que los muñecos siguen metiendo miedo.
Una película de terror con un muñeco “maldito”… ¿Ya está todo dicho? ¿Sigue causando terror ver a un perturbador muñeco que a veces cambia de locación para aterrarnos? ¿Qué más puede inventarse? Siempre hay algo. El niño, es una película de terror que comienza cuando Greta (Lauren Cohan, a quien recordarán como Maggie en The Walking Dead), acepta un empleo de niñera en un bello pueblo alejado de Inglaterra, una mansión de cuentos de hadas. Cuando llega descubre que el niño es en realidad un muñeco al que tendrá que cuidar como si tuviera vida. Durante 97 minutos habrá sueños en los que la protagonista se despierta sobresaltada, habrá dudas sobre si en realidad tiene vida el pequeño muñeco llamado “Brahms“, sentiremos algo de suspenso, será entretenida, y claro que habrá un vecino lejano que la ayudará, hasta que por fin, llegue el inesperado twist, que hace que la película suba unos puntos. ¿Suficientemente perturbadora? ¿Deja contentos a los fans del género? Tal vez. Pero no es tan aterradora como uno esperaba. No es Chucky, por suerte tampoco es Anabelle, y no todo siempre tiene que ser sobrenatural.
Chico siniestro La película El niño sintetiza en su argumento dos formas de terror: el sobrenatural y el psicopatológico. No es muy probable que el director William Brent Bell haya querido compilar en una sola película la historia del horror norteamericano desde el refinado Henry James hasta el magníficamente brutal John Carpenter. Pero algo de eso sucede en El niño. Lo que resulta obvio, al menos, es el intento de sintetizar en el argumento dos formas de terror: el sobrenatural victoriano, vinculado a espíritus, fantasmas y demonios; y el psicopatológico, vinculado a delirios, obsesiones y perversiones criminales. Pero ya se sabe que por muy ingenioso que sea un guion no hay nada tan complicado como conciliar la parapsicología y la psicología. Entre una y otra pasa una frontera bien marcada: la que separa lo esotérico de lo científico. Un límite que atraviesan con gracia productos como Los expedientes secretos X, pero donde casi siempre tropiezan las películas que no pretenden enfrentarse a un misterio sino generar suspenso. Sería difícil imaginar una situación más deliciosamente siniestra que la planteada en las primeras escenas de El niño. Una joven norteamericana (Lauren Cohen) llega a una mansión en Inglaterra contratada para cuidar a un chico. Si ya resulta bastante raro que los padres sean una pareja de ancianos, mucho mayor será la sorpresa de la niñera cuando descubra que el chico es un muñeco. La combinación niño-muñeco es tremendamente eficaz, tanto en términos de extrañeza como de melancolía, y William Brent Bell tiene la sensibilidad suficiente para no desperdiciar esa atmósfera en aras de una acción truculenta. Todo lo cual no significa que sea un gran narrador y menos un gran cineasta, simplemente ciertas historias son más preciosas que otras y el costo estético de arruinarlas es mayor. En ese sentido, la morosidad y la lentitud en el modo de desarrollar la trama no se revelan como un verdadero rasgo de estilo sino como una forma de precaución: la prudencia casi desesperada de quien intuye que el descenlace es tan inferior al planteo que resulta imposible evitar la decepción.
Es probable que el aficionado al cine de terror anticipe las vueltas de tuerca de la historia. Es probable, también, que le parezcan -por lo menos algunas- más bien triviales. Pero lo mejor de esta película que tiene poco gore y apuesta a la sugestión es el uso del espacio, esa vieja y querida casa encantada donde puede suceder cualquier cosa. Aún cuando en ocasiones es demasiado mecánica y un poco perezosa, hay momentos de verdadera sugestión, de esos que causan el auténtico miedo (irracional y metafísico) que el buen cine requiere.
Manipular el susto En "El niño" una institutriz se sorprende al ver que el pequeño de su nueva familia es en realidad un muñeco de tamaño real. Tras incumplir una lista de estrictas reglas, eventos inquietantes le harán creer que el muñeco está realmente vivo. Recomendable, si uno no la espera con grandes expectativas. Una joven que tiene que alejarse de su pasado va a Inglaterra para trabajar como niñera de un pequeño, mientras sus padres están de viaje. El problema es que el niño en realidad es un muñeco, y sus padres insisten en que “no importa lo que digan, él aún está con nosotros”. Todo resulta demasiado raro, incluso para el espectador que ya conoce esta clase de películas. De esta forma, la niñera verá con sus propios ojos que algo se oculta detrás de la porcelana del pequeño y enloquecerá un poco (tampoco es para tanto) cuando crea descubrir qué sucede. Estamos en presencia de un filme simple en apariencia, pero manipulador al fin de cuentas. Llevará al espectador en una dirección intentando no desviar su atención hasta que llegue un ¿aliviador? desenlace. Recomendable, si uno no la espera con grandes expectativas.
Escapándose de una relación tortuosa, Greta (Lauren Cohan, de TWD) llega a Inglaterra con un trabajo tradicional, ser niñera de un pequeño que vive en las afueras de la ciudad con sus padres. Cuando llega al lugar todo se le hace complicado, los caprichos de la madre, los susurros del chofer, las excentricidades del padre, y, principalmente, las características del niño. El niño en cuestión es un muñeco de cerámica, con caractérísiticas humanas, pero que no deja de ser un maniquí al cual Greta, por pedido expreso de sus “padres” deberá atender diariamente con una rutina más que exigente. En un primer momento Greta cree que es una broma, pero al ver que los padres y Malcom (Rupert Evans), el encargado de proveer de víveres a la familia, avanzan en la situación, decide quedarse en el lugar sabiendo que la tarea sería mucho más fácil que lo que ella pensaba. Pero “El niño” (USA, 2016), de William Brent Bell, avanza en el relato a paso discreto, demostrando una vez más, que una idea simple, vista en otras oportunidades, puede ser el paño para que una nueva historia plasme la idea clara y precisa y de esta manera consolide su propuesta. Narrada con primeros planos y detalles, principalmente de la criatura en cuestión, la película juega con el fuera de campo y con el punch efectista que distrae de la trama principal para también así poder lo recurrente de la historia. Greta comenzará a vivir en carne propia, y al no respetar una serie de reglas para criar a Brahms (el muñeco), una pesadilla que la llevará a imaginarse loca o desquiciada, hasta, claro está, el momento que la revelación de algunos giros claves potencien la historia. La película está dividida en dos claras partes, una de avance sobre el territorio de la familia y el niño, y otra, con Greta ya establecida, en la que su pasado, su presente y la revelación de qué sucede realmente con Brahms, terminé por disolver el suspenso inicial hacia un lugar más convencional. Película intrigante que gana espacio cuando sugiere más que cuando revela, “El niño” muestra que se puede seguir haciendo cine de género con ideas simples y claras. Puntaje: 6/10
Boy will never match Chucky POINTS: 3 Yes, the boy doll in The Boy is actually quite creepy. Mostly because it looks lifelike and ghostly at once. The eyes, the gaze, are pretty unsettling — it surely outdoes Annabelle. The bad news is that The Boy, by William Brent Dell, is never creepy — not by a fat chance. No matter how hard it tries, it will never match any Chucky movie, not even the mediocre ones. Great (Lauren Cohan, who plays Maggie in The Walking Dead series) is a US babysitter hired to take care of 8-year-old Brahms (whom she thinks a real boy) in a large manor in England. So no wonder she’s shocked to learn that Brahms is actually a life-sized doll. The fact that its “parents,” an old weird couple, do treat him as though he were a flesh and blood boy, is beyond belief. That’s why they give Great a set of rules to be followed while taking care of him/it. Of course, she occasionally disregards them and mayhem ensues. And yes, Brahms was once a human boy whose life ended tragically, as you might have guessed. So there you have a classic setup for a doll horror movie. And while the overall premise is absolutely overworked, The Boy still had some potential. But not if the whole affair was to be taken seriously in a realistic vein, because the disoriented script takes so many turns, verisimilitude sinks, and the only way to pull it off is to go for something way bizarre, a bit grotesque, and largely campy. But not once does the director acknowledge this. And don’t get me started on the turn of the screw in the ending, which wrongly insists on leaving the supernatural aside. Other missteps include ineffective scares (sometimes even risible), the absence of a disturbing atmosphere, barely sketched supporting characters, scarcely convincing performances (except Lauren Cohan, but she can only do so much with a character that’s dramatically inconsistent to the point of implausibility), a manor that’s not spooky, and no suspense at all. By the way, the ending also suggests the possibility of a sequel. Now, that’s scary. @PablSuarez
Horror ilustrado. El Niño, a priori, podría formar parte de la larga tradición del cine fantástico -particularmente del género horror- sobre muñecos malditos. Sin embargo, la resolución la aleja de aquel subgénero y la acerca al slasher, pero con el acento racionalista del horror hiperexplicativo. Lo paradójico es que esa decisión, llamémosla de horror racionalista, no realista o verosímil sino antifantástico, generalmente poco amigable salvo algunas viejas excepciones, es en este caso lo mejor de la película; ese último acto del giro le agrega un ritmo y un vuelco necesario a un relato que llegaba al cierre tan vacío como su protagonista de porcelana: el muñeco Brahms. La otra protagonista es Greta (Lauren Cohen), tan linda como vaciada de sexualidad y erotismo por Bell, una niñera a la que dos gerontes desquiciados le ofrecen cuidar a su hijo/muñeco; Greta, víctima de violencia de género, está escapando de su expareja y el trabajo demente en un caserón alejado le viene perfecto. El fetichista de algunos elementos superficiales del horror se sentirá a gusto con ciertas elecciones estéticas como, por ejemplo, el espacio que le otorgan los planos a la casa; incluso con el muñeco Brahms y su mirada vacía, con el que gracias al background cinéfilo nos pasamos un buen rato esperando que cobre vida. El problema de El Niño no son sus elementos -lo ridículo de la premisa es también lo fabuloso- sino la puesta de aquellos. Durante toda la película hay cierto aire a novelita de amor de verano, y no es la falta de gore lo que debilita la narración, sino el conservadurismo que no lleva al extremo la ridiculez como sí lo hacían las glorias de esta temática como la inoxidable Dolls, de Stuart Gordon, o la bufonesca e hipersexual Puppet Master, de Schmoeller (quien ya había coqueteado con los seres inanimados en la enorme Trampa para Turistas, todas ellas con la plata del obsesionado productor Charles Band). Acá todo está tan medido y cuidado que la vuelta de tuerca del final, aunque inesperada, era lo coherente para la propuesta; El Niño es una película que propone un juego que no juega nunca. Como sucedía con la argentina El Desierto que utilizaba a los zombies y al horror para contar otra cosa y renegar del género que utilizaba, El Niño utiliza el envase fantástico para negarlo, vampirizarlo y transformarlo en un thriller psicológico-racional; y no podemos sólo culpar, como ya lo hemos hecho tantas veces, al contemporáneo y tedioso horror ATP, porque el guion de Stacey Menear es el responsable de la seriedad “for babies” y la frialdad del relato (aunque seguramente haya sufrido recortes); de todos modos, vale decir, que el último acto no está nada mal.
William Brent Bell creó en "El Niño" un relato visualmente hermoso, con una estructura narrativa que se puede dividir en dos distintas partes y que tiene algunos pocos sustos. Su mayor problema es que lo aquí presentado se vio reiteradas veces en otras mejores películas, lo que produce que su giro final se sienta repetido y carente de inspiración.
Odio cuando las películas se dan maña para arruinar una premisa con potencial, y ése es el caso de The Boy. El setup está bueno, hay buenas actuaciones, y el misterio está bien planteado... lástima que el final es un desastre y está plagado de explicaciones vulgares. The Boy amenaza con ser otra película de muñecos poseídos - al estilo de Annabelle - pero comete el error de cambiar de agenda a último momento, lo cual termina por matar todas las buenas expectativas creadas durante los primeros dos tercios de la película. La idea de que una chica sea contratada como la niñera de un muñeco siniestro - al cual todos tratan como un niño real - es formidable. Mas que un fetichismo, es una manera retorcida de poder lidiar con la muerte de un niño, creando un simbolo que lo mantiene vivo en la vida de sus padres. El tema es si todo ese trato bizarro ha terminado - de algún modo - de darle vida al muñeco, sea por la expectativa de los padres o, bien, porque el espíritu del niño ha quedado encerrado en la figura. Como todos los filmes de fantasmas, la explicación sicológica es posible - es la mente de los padres lo que está provocando los fenómenos sin que estos estén concientes de ello -, lástima que el libreto no está conforme con ello. Como prueba de su incapacidad para tratar la premisa a fondo, ha añadido una subtrama en donde la niñera es una víctima fugitiva de su abusador ex-novio, el cual parece estar dispuesto a seguirla hasta Inglaterra para continuar con el maltrato. Es una manera de meter relleno y de forzar un final que no era necesario, cuando el shock debía ser fruto natural del develamiento del misterio. En cambio tenemos niñeras importadas con pasado turbio, sicópatas capaces de tomar un vuelo transatlántico para perseguir a sus víctimas, proveedores charlatanes que saben demasiado, pasados rebuscados para explicar que el pibe muerto no era un santo, y una ausencia inexplicable de los padres de turno, los cuales se cansaron y decidieron decir basta de un día para otro. ¿Que persona normal decide dejarle su casa y su "hijo" a cargo de una mina que contrataron hace tres días?. El tercer acto es una cosa tan horrenda y estúpida que resulta indignante. (alerta spoilers) Todo se vuelve vulgar y se transforma en una especie de Gente Detrás de las Paredes (1991), con idiota musculoso dotado de máscara fashion, el cual vive en una casa paralela montada detrás de los muros. Entre eso y la absurda aparición del novio matón de la niñera - que, por otra parte, está encarnado por el tipo menos amenazador del mundo - genera un final largo, forzado e idiota, en donde todos corretean por la casa a ver quién acuchilla a quién. ¿No era mucho mejor seguir con el tema del muñeco poseído?. No lo hicieron... ¿por qué? ¿Porque no tenían dinero para efectos especiales?.(fin spoilers) Si quiere ver The Boy, le recomiendo que vea el trailer y después imagine su propia película. El filme real es decepcionante y ni siquiera las partes buenas compensan la pérdida de tiempo. Este es un bodrio irremediable, resaltado por el hecho de arruinar una premisa potable que hubiera resultado en un buen filme, al menos si hubiera caído en manos de cualquier otro director.