El muñeco diabólico

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

Entré mal predispuesto a ver esta película. No acostumbro a leer críticas internacionales previo al estreno local, y si bien no lo hice, el ruido de que “era muy mala” había llegado a las redes sociales. Pero por suerte, es todo lo contrario.
El personaje fue tan bastardeado en sus últimas secuelas, prácticamente eran parodias, así que una remake no era mala idea (más allá de lo que opinemos acerca de las remakes en general).
Los puristas de Chucky van a tener razón en quejarse acerca de los orígenes y que se haya eliminado el elemento sobrenatural. Ahora pasa por algo tecnológico al mejor estilo SkyNet o en la senda del muñeco diabólico del Payaso Krusty en el episodio de Los Simpson La Casa del Terror III (1992).
El otro gran cambio es la relación/dinámica con Andy. Ahora realmente quiere ser su amigo, pero de las peores maneras posibles ni bien va avanzando la trama. Teniendo en cuenta esto, el tono de la película parece el correcto. Es de terror, pero con toques de humor y sin llegar al ridículo.
Hay que pensar que la contrapartida de esto es Annabelle y el universo El Conjuro, motivo por el cual está bien que se jueguen con ciertas cosas en el guión. El director noruego Lars Klevberg, quien también este año estrena otro film de terror llamado Polaroid, así que es una especie de doble ópera primista, hace un buen laburo creando el clima y los obligatorios jump-cuts.
El elenco está bien. El joven Gabriel Bateman es parte clave para que todo funcione. Asimismo, Aubrey Plaza le aporta un toque -muy característico de ella- que hace que su personaje tenga más valor.
Ahora bien, y aquí la gran paradoja, lo que más me hizo ruido fue el muñeco en sí mismo.
Si bien gana mucho por la voz del gran Mark Hamill, pierde por el diseño en la cara. Es rara, pero no en el sentido “creapy” sino más bien fea. Child’s play (título original) gana en su humor, su frescura y en animarse a ser un poco diferente a la media, en base a algo ya conocido y probado.
Tal vez faltó un poco más de gore, pero es entendible. En definitiva, esta nueva reinterpretación de Chucky es muy buen entretenimiento terrorífico, solo que no apto para fundamentalistas.