El muerto cuenta su historia

Crítica de Alejandro Turdó - EscribiendoCine

Feminismo de Ultratumba

Son contadas las experiencias del cine argentino mezclando terror y fantasía con comedia negra. Ese tipo de mixtura requiere un equilibro muy delicado y son poco los que se le animan. En esa camisa de once varas decidió meterse el director Fabián Forte con su más reciente largometraje El muerto cuenta su historia (2016).

El antecedente inmediato de Forte es la saga de Socios por accidente co-dirigida con Nicanor Loreti, la mente detrás del hit nacional Kryptonita (2015). En este caso Forte se aleja de la comedia propiamente dicha para girar el curso hacia horizontes más turbios y sarcásticos.

El protagonista de la historia es Ángel (Diego Gentile) un director de publicidad machista y misógino, acostubrado a ver a la mujer como un simple objeto de deseo y lujuria. Por supuesto todo va a cambiar cuando muera y resucite, sólo para verse convertido en una suerte de esclavo de unas diosas celtas que guardan muchas similitudes con los vampiros. Ante este escenario el hombre hará causa común con su mejor amigo (Damián Dreizik) y varios hombres afectados por el mismo mal para buscar una solución a su problemática.

El planteo general es ingenioso y su manifiesto en contra de la sociedad patriarcal en la que vivimos llevada a la pantalla en tono cómico es destacable, a pesar de quedarse sin la suficiente nafta como para terminar de redondear el concepto de manera más eficiente.

Con sus escasos 84 minutos, tal vez la cinta se hubiese beneficiado con una duración mayor que permita cerrar mejor algunas ideas prometedoras que intenta trasladar a la audiencia. Párrafo aparte para la esporádica participación de Emilia Attias, una figura que se llevaba casi todo el protagonismo en los avances previos y cuta intervención en el relato es cuasi anecdótica.

Sin una resolución a la altura de todas sus buenas intenciones -que teclea entre la comedia y el terror apocalíptico- El muerto cuenta su historia es un noble intento local de modificar el humor en su forma más simple y convertirlo en el móvil de algo más profundo, pero con resultados dispares.