El maestro del dinero

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Jodie Foster dirigió algunos capítulos de House of Cards y de Orange Is the New Black (ambas series de Netflix) pero en 2011 hizo una película extraordinaria e inclasificable: La doble vida de Walter. Foster es una directora diletante, poco reconocida quizás porque no es prolífica y no elige proyectos tradicionales.

El maestro del dinero es quizás su película más clásica. Se inscribe dentro del subgénero de toma de rehenes y se cruza con dos temas actuales y complejos: las trampas del mundo financiero (a la Gran estafa o El lobo de Wall Street) y las trampas del mundo de los medios (mil películas, desde Poder que mata hasta la serie The Newsroom). El cóctel resulta medio inmanejable y deja más de un flanco descubierto. Pero el sorprendente pulso de Foster para el thriller y el reconocido oficio de George Clooney hacen de El maestro del dinero una película más atractiva que el promedio.

Lee Gates (Clooney) es un periodista que conduce un programa de economía en televisión. Money Monster es un show económico en el que Gates baila, gesticula, aprieta un botón para que lluevan dólares virtuales y recomienda comprar y vender acciones. Patty Fenn (Julia Roberts, algo desaprovechada) es la directora y productora del programa. Gates es chanta, simpático y algo misógino. Fenn le tiene cariño pero está un poco harta, y por eso ese es su último día de trabajo con él. Aunque él no lo sabe.

El conflicto empieza cuando Kyle Budwell (Jack O'Connell), un joven inestable, irrumpe en el estudio con un arma y amenaza con matar a Gates en vivo y en directo. ¿Por qué? Gates le recomendó al público que comprara acciones de una compañía llamada IBIS, Kyle invirtió todos sus ahorros y las acciones se desplomaron. ¿Kyle quiere que le devuelvan su dinero? No, quiere que Gates y el CEO de IBIS (Dominic West) reconozcan que son unos ladrones.

Los que busquen una crítica al sistema financiero probablemente se vean defraudados porque el villano no es el sistema sino apenas una manzana podrida (quizás una de tantas, pero que no deja de ser una anomalía). Lo mismo pasa con los medios: el trabajo de Patty y del resto termina siendo virtuoso. Es cierto que trabajan bien (“hacen periodismo”) recién cuando tienen una pistola en la cabeza pero, otra vez, no hay un sistema podrido que les impida hacerlo.

El secreto del éxito (moderado, digamoslo) de El maestro del dinero es su ritmo trepidante, el delirio de una historia que fuerza la verosimilitud y la presencia insoslayable de George Clooney, un actor que parece de otra época.