El libro de la selva

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Aventuras en la jungla

El libro de la selva es un libro que ha tenido mucha suerte con el cine. Al menos cuatro adaptaciones cinematográficas son dignas de mención e incluso se puede decir de algunas que son excelentes. Ninguna le jura lealtad absoluta al texto de Rudyard Kipling, pero todas encuentran el camino para ser adaptaciones honorables del clásico de la literatura del siglo XIX.

The Jungle Book (1894) era un libro de relatos, la mayoría protagonizado por el personaje de Mowgli, un niño criado por lobos, con amigos animales, en particular un oso y una pantera, que vive una serie de aventuras en la selva de la India. Estos relatos, que funcionan como fábulas, donde la personalización de los animales es tomada como un hecho desde el comienza, son relatos de carácter moral y unidos dan una cosmovisión que ha tenido diferentes tipos de interpretaciones. Muchos han visto elementos alegóricos y reflexiones sobre la sociedad contemporánea en cada uno de esos cuentos. No hay duda de que a través de estas historias y de la educación que recibe Mowgli en la jungla, el autor despliega una mirada muy clara sobre el mundo. Esto ha vuelto al libro trascendente y actual. La lealtad, la honestidad, el valor, la amistad, son todos temas que se ven en este libro. Las películas han captado diferentes aspectos de la obra, pero como ya he dicho, todas han encontrado su camino hacia la propia identidad artística.

La versión 2016 es sin duda la más espectacular de todas. En lugar de estar abrumada por los efectos especiales, se aprovecha de la capacidad tecnológica del cine actual para convertir en imágenes reales aquello que Kipling describía en su texto. En la versión de 1942, dirigida por el húngaro Zoltan Korda en Inglaterra, la técnica cinematográfica no le jugaba muy a favor, pero lejos de limitarlo, le abría las puertas de esa singular belleza de los efectos de aquellos años. Con un Technicolor abrumadoramente bello, Korda inmortalizó una selva de una belleza única. Y creo una historia sobre la nobleza natural del ser humano inocente en contraposición a la codicia de los hombres. La serpiente Kaa ocupaba, un rol mucho más parecido al del libro y era también otro hallazgo estético digno de mencionarse. El actor Sabú era el protagonista de este gran clásico.

Jon Favreau, director de film como Iron Man y Elf no ignora aquella versión, pero apunta su filiación estética hacia el clásico de animación de Disney de 1967. Así que El libro de la selva 2016 no le debe poco al film póstumo del maestro. El espíritu de los 60 se veía en esa historia simple pero enorme, con tono ligero y una puesta en escena absolutamente clásica. Algunas canciones, pero en particular dos, se convirtieron en éxito al instante. Los hermanos Sherman fueron los responsables de componerlas. “The Bare Necessities” y “I Wan´na Be Like You” (interpretada por Louis Prima) vuelven en la nueva película, con versiones impresionantes, incluso mejores, si se me permite la osadía.

En 1994 Stephen Sommers jugó a mostrar a Mowgli ya adulto, luchando contra villanos humanos, algo completamente fuera de la historia del 2016. Aquella versión, la más alejada del primer libro, igualmente funcionaba y se aferraba al más puro cine de aventuras. Pero en esta nueva versión los humanos, más allá de Mowgli, no tienen casi presencia, todo ocurre en la selva. Y tiene lógica que así sea, porque son los personajes de animales quienes sirven de cuento moral sobre la naturaleza de las personas. Como ya se ha dicho, la capacidad técnica del cine actual permite que todos los animales cobren vida de forma realista, sin limitación de ninguna clase. Pero con eso solo no alcanza, claro. La película se sirve de eso como una herramienta más para el relato.

El libro de la selva se diferencia de su máxima inspiración, el film de 1967, para retomar el espíritu más oscuro y aventurero de la obra de Kipling. La película podría considerarse como la suma del libro –un poco del segundo libro también- y la película de 1967. No son pocas las imágenes inquietantes y atemorizantes, cercana a la aventura como se la conocía antes, menos infantil, pero doblemente espectacular debido a eso. La aventura aniñada, excesivamente lavada, ridículamente falsa es un invento de la corrección política del siglo XXI y afectó mucho a los relatos para niños. Por suerte esta película logra plasmar la moral de Kipling, la ligereza de Disney, y la tecnología actual para sumar todo sin perder nada. Aventura con mayúscula, aventura como se la conocía en el siglo XIX y el cine clásico. Mucho sentido del humor, e incluso canciones, completan esta película que bien puede considerarse otra imprescindible adaptación de El libro de la selva. El libro sigue teniendo suerte a la hora de llegar a la pantalla grande y su grandeza parece inspirar solo a los cineastas correctos.