El libro de la selva

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Una de las sorpresas de la temporada de “tanques”, la nueva versión de EL LIBRO DE LA SELVA, dirigida por Jon Favreau en base a los libros de Rudyard Kipling –más la película animada de 1967 de Disney y algunos giros de guión nuevos– es una película de aventuras hecha y derecha, respetuosa de los códigos clásicos del género y con algunos toques modernos (de corrección política, digamos) que no afectan la fluidez y la evolución de la historia.

La historia conocida es la del pequeño Mowgli, un chico que es críado por lobos y que crece en medio de la selva y de los animales hasta que el tigre Shere-khan viene a buscarlo con intenciones de matarlo y la pantera Bagheera decide llevarse al chico a la aldea humana para salvarlo de la amenaza. Allí empiezan las aventuras del niño perseguido por el tigre, quien se cruza en el camino con personajes ya clásico como la serpiente Kaa, el oso Baloo, los chimpancés liderados por el Rey Louie, entre otros. Hasta finalmente tener que enfrentar a su némesis, el temible tigre de bengala que lo odia por motivos que se revelarán en un flashback/ensoñación.

Favreau logra capturar el espíritu aventurero de la saga agregándole ajustados toques de humor que alivianan el peso de la trama pero sin transformarla en una comedia hecha y derecha. Para esos instantes está Baloo, con la voz de Bill Murray, quien abre la película a una zona más ligera y para ese momento necesaria. La aventura heroica de Mogwli (un muy simpático Neel Sethi) funciona con los condimentos clásicos de este tipo de historias, pero sin recargar las tintas por el lado trágico/traumático (podría correrse hacia la zona “hamletiana” de EL REY LEON, pero no lo hace) pero sin tampoco infantilizar del todo la trama.

Otro logro del filme son los animales parlantes creados gracias a efectos CGI y que se ensamblan perfectamente al único actor “humano” de la película al punto que uno se olvida rápidamente que gran parte de lo que vemos está creado por computadoras. Ese es otro gran mérito de Favreau, que el poder de la historia sea tal que casi ni prestemos atención a que estamos viendo a decenas de criaturas animadas hablando, algo similar a lo que sucedía en AVATAR, de James Cameron.

Las voces de los personajes son también efectivas: Lupita Nyong’o y Giancarlo Esposito como los padres lobos del niño, Idris Elba como el temible tigre, Ben Kingsley como la pantera, Scarlett Johansson como la víbora y Christopher Walken como el enorme “gigantopitecus” King Louie. Walken y Murray logran intercalar un poco forzadamente dos de las canciones clásicas de la película de 1967 en un tono que se acerca más al del cantante-recitador lounge que a una canción cantada a la manera clásica ya que el tono un tanto más oscuro de la película no se presta fácilmente para un número musical hecho y derecho.

Película para niños, al fin y al cabo, presenta un mensaje ecológico bastante bien ensamblado con el resto de la historia (ligado a “la flor roja”, como los animales llaman al fuego que manejan los hombres) y a la vez esa crítica a los humanos (a quienes solo se ve de lejos en un aspecto que no parece del todo amigable) no deja de reconocer que Mogwli logra lo que logra gracias a sus “trucos”, su posibilidad de construir objetos y aparatos que ayudan a su causa y la de los suyos, devolviendo la paz a la selva. Parecía difícil encontrar el tono justo para hacer una película “para toda la familia” que no sea solo un festín de escenas de acción y “visibles” efectos especiales, pero tengo la impresión que Favreau (ELF, IRON MAN) lo logró. No es poca cosa…