El kiosco

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Con el alma en el barrio

El Kiosco (2019), debut en realización del guionista Pablo Gonzalo Pérez, propone un viaje nostálgico hacia el pasado a partir de una historia que tiene como eje el comercio que da nombre al film y que en alguna época se presentaba como el epicentro de la infancia y las actividades en el barrio.

En esta oportunidad el local será la excusa para que la narración se ancle en la actualidad con un mensaje que apela al accionar político, al escapar a convenciones laborales y a insertarse en el cambio de paradigma que está aconteciendo y que continúa derribando muros patriarcales.

Mariano (Pablo Echarri) decide quemar las naves y alejarse de una actividad comercial que lo mantuvo alejado de su familia y sus afectos, estresado y sin ánimos de concretar sus verdaderos ideales, cuando surge la oportunidad de su vida, al adquirir el kiosco de su infancia para independizarse. Claro que esto es cine y nada le hará suponer, hasta que los minutos avancen, que esa decisión, además de complicarlo económicamente, sería el camino para una verdadera transformación de él y los suyos en medio de un tsunami económico.

Tras adquirir el comercio, el barrio lo recibe con alegría, pero de a poco comienza a percibir que aquello que sentía como la oportunidad trascendental se convertirá en un obstáculo más para concretar sus ideales, por lo que el guion introduce contrastes a partir de la interacción del personaje protagónico con secundarios que refuerzan, en gran medida, funciones para que el relato progrese.

Frente a la aparente ingenuidad de Mariano, se presentará la rectitud y exigencia de su suegra (Georgina Barbarossa), la desfachatez y duda de Charly (Roly Serrano), la caradurez de un oscuro vendedor (Martín Rocco) y el empuje de Don Irriaga (Mario Alarcón), el dueño original del kiosco, entre otros. El Kiosco, así, enfrenta a Mariano con sus fantasmas, con disputas hogareñas que no llevan a nada, con ideas de engañar tras ser engañado, para quitarse de encima el problema, pero que dada su construcción como héroe burlado, claro que nunca pasará.

En un análisis más profundo, es posible advertir que el guion dialoga con la actualidad, detectando la necesidad de modificar rápidamente el estereotipo con el que construye al personaje principal, quien se verá sólido, movilizando a sus vecinos, convocando a la acción política para cambiar aquello que inevitablemente terminará por perjudicar la decisión que tomó, lavando platos en vez de quedarse tirado mientras su mujer le exige explicaciones. El Kiosco es un cuento pequeño, sencillo, claro, nada pretencioso y que bucea en el barrio y en algunos valores ya perdidos para tomar parte de un estado de situación que hoy afecta a todos.