El karma de Carmen

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

En compañía de la soledad

Una mujer solitaria se gana un viaje a Mar del Plata en esta simpática comedia romántica con Malena Solda.

El número 13, la yeta en la quiniela, le abre la puerta a Carmen a través del azar (una rifa) para viajar a Mar del Plata con un acompañante con todos los gastos pagos. Con el pequeño detalle de que la muchacha está sola. Ella (Malena Solda) es una treintañera golpeada por el amor, con un carácter agrio que le pone paños fríos a cualquier situación. Toma distancia.

Carmen siente que no encaja, cuestiona acciones ajenas, sufre los “desajustes hormonales” de su amiga Verónica (Laura Azcurra, quien se guía por las acciones de su novio), opaca reuniones familiares, cuestiona “la maqueta” (por el barrio cerrado) en donde vive su hermano. Sólo expulsa su energía en el agua, a través de la natación. Su semblante refleja un sombrío estado emocional. Excepto cuando la cámara submarina la filma como pez en el agua. Espejo de que algo emergerá en ella. ¿El amor?

El karma de Carmen es una historia chiquita, simple, pero que se deshoja lentamente, cual amor adolescente. El director Rodolfo Durán (Cuando yo te vuelva a ver, Vecinos) ahonda en la soledad de su protagonista y sólo la cruza con un “encuentro forzado”, sin necesidad de multiplicar en búsquedas amorosas, más allá de eventuales infortunios sentimentales. Menos es más. Rápida para los números, Carmen es metódica, expeditiva, decidida. Negocia con lo que puede, excepto con su corazón.

A la mitad del filme, el espectador se preguntará ¿cómo hará Durán para prolongar esta historia sin estirar o repetir el argumento del flojo devenir amoroso de Carmen? Ella conocerá a Javier (Sergio Surraco), cuya rigidez en el diálogo, y en cierta gestualidad, contrasta con la naturalidad y cambio de actitud en Solda.

Experiencias jugosas (en el local de sushi o en la cena íntima) y cierto humor negro (“la mortaja no tiene bolsillos”, en referencia a un novio amarrete) le dan soltura a una película que se desanuda solita, sin rebuscados artilugios.

Las filmaciones en Mar del Plata (sí, el viaje se concreta) disparan “el otro filme”, donde Carmen purgará de a poco su mal humor. Un grupo de jubiladas -compañeras de viaje- le mostrarán sutilmente el camino hacia la felicidad, la experiencia por sobre el apuro. La película finaliza en el punto exacto de cocción, porque en estos casos lo que abunda, daña.