Infiltrado del KKKlan

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Las consignas de un presente fascista

Spike Lee ha intentado en toda su filmografía desentrañar las claves de los argumentos del odio racista sobre la cultura afroamericana en la sociedad norteamericana. Films como Malcolm X (1992) o Haz lo Correcto (Do the Right Thing, 1989) desencadenan conflictos raciales que permiten adentrarse en la historia y la cultura de una construcción social basada en el miedo y en la opresión de un sector social sobre otro sin ninguna justificación coherente, pero que se perpetúa generación tras generación a través del odio racial y social como constante. Identificado el enemigo, negros, judíos, mujeres, etc., este discurso le atribuye todos los males y lo culpa por la supuesta decadencia de un país que en realidad entró en una espiral miserable cuando abandonó sus valores democráticos para abrazar su faceta más imperialista, autoritaria y represiva a través de sus estratos más conservadores.

En Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018) Lee adapta la novela autobiográfica del oficial de policía Ron Stallworth, Black Klansman, publicada en 2014, donde el protagonista narra su ingreso en la policía como el primer agente afroamericano de su destacamento, las humillaciones que recibe de parte de oficiales racistas y su labor como oficial encubierto en la organización criminal de extrema derecha Ku Klux Klan a finales de la década del setenta junto a otro oficial de familia judía.

La película claramente arremete contra las acciones políticas y los discursos del gobierno de Donald Trump, trazando un paralelismo entre las absurdas ideas de los supremacistas blancos y las del ignominioso actual presidente norteamericano en una denuncia sobre la alianza actual entre el neoliberalismo y el fascismo antisemita y misógino que parece extenderse por el mundo como respuesta conservadora a los movimientos feministas. Para exponer sus ideas, Spike Lee comienza el film con un breve gag en forma de video documental con Alec Baldwin parodiando nuevamente a Trump vía una imitación desopilante del ridículo mandatario estadounidense, esta vez interpretando a un seudocientífico que sostiene un típico discurso de la superioridad racial desde la ignorancia absoluta mientras se exhiben escenas fanáticas -que estigmatizan a la población afroamericana- del film mudo en blanco y negro sobre la guerra civil norteamericana y sus consecuencias El Nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation, 1915), de D. W. Griffith, obra que presenta además al Ku Klux Klan como un ejército heroico desde un abordaje mitológico que era habitual en el cine de la época.

Con una construcción narrativa que hace hincapié en la edición como creación de sentido, que se despliega alrededor de todo el largometraje y en el epílogo documental sobre el estado inusitado de violencia que se vive hoy en Estados Unidos, Infiltrado del KKKlan recrea la historia de Ron Stallworth desde su ingreso al cuerpo de policía de Colorado Springs hasta el desmantelamiento de su unidad debido a los recortes producto de la crisis económica y los cambios de paradigma tras el ascenso de Ronald Reagan a la presidencia. La exitosa infiltración de Stallworth en una conferencia estudiantil afroamericana de ideas radicales lo lleva a intentar infiltrarse en el Ku Klux Klan a través de una llamada a un número anónimo para unirse al grupo. El ingreso en la hermética organización es demasiado sencillo, lo que conduce a Stallworth a iniciar incluso un intercambio telefónico con el líder, David Duke, un demente ignorante al igual que el resto de los integrantes. Pero algunos miembros desconfían del reciente cofrade y lo ponen a prueba, lo que crea un divertido enredo más que un conflicto.

En principio el film desenmascara la idea del Ku Klux Klan como un grupo organizado. Más bien lo presenta como una pandilla de inadaptados que se aprovecha de una estructura que les da cobijo pero que destruyen con gran ineptitud. De esta forma la película desentraña a través de la ironía las contradicciones de los discursos racistas para exponerlos al ridículo a la vez que reconstruye el camino del ascenso de las arengas de odio en la retórica patética de Donald Trump, un empresario megalómano lanzado a la política como representante de las organizaciones más fascistas y corporativas de Estados Unidos. La comparación entre los discursos de Trump y de los miembros del Ku Klux Klan, como el del infame David Duke, son obvios en su comparación del odio y la defensa de un país imaginario que fue creado gracias al sudor de la esclavitud y no con slogans baratos como “América Primero” (“America First”).

Infiltrado del KKKlan recupera lo mejor del cine social de Lee con su costado más irreverente, su búsqueda por romper con los discursos estigmatizadores, su defensa de los derechos civiles y su propuesta de luchar en todos los frentes por la igualdad desde un personaje que le viene como anillo al dedo para exponer sus ideas. Lee crea de esta forma un policial sobre una investigación con un humor sardónico que se adentra en todos los poros del film a la vez que deja en claro que estas organizaciones que parecen inofensivas siempre tienen integrantes que traman algún atentado que es necesario prevenir para evitar muertes innecesarias.