Infiltrado del KKKlan

Crítica de Francisco Nieto - CineFreaks

Semillas de rencor.

Según el dicho no hay mal que por bien no venga, algo que se puede aplicar a unos cuantos directores norteamericanos que en su día parieron obras maestras y que en los últimos años habían ido perdiendo fuelle. Pero hete aquí que llega esa pantomima disfrazada de presidente llamado Trump y el sentido arácnido de los otrora azotes de las injustícias patrias se han vuelto a poner las pilas para poner en tela de juicio la labor de quien se ha hecho con el poder a base de fomentar el miedo y el odio.

Spike Lee es uno de esos cineastas, al que se puede unir el estreno aún no confirmado del último documental de Michael Moore, titulado Fahrenheit 11/9, sobre la nefasta política del líder del flequillo imposible. Lee entrega Infiltrado del KKKlan, un alegato en forma de intriga policíaca basada en un hecho real en la que un agente negro se las ingenia para meterse hasta la cocina de la que se ha venido llamando “la organización”, o sea el Ku Klux Klan. Estamos a principios de los años setenta, una época de gran agitación social con la encarnizada lucha por los derechos civiles como telón de fondo, y ahí el director de peliculones como La hora 25 o He Got Game se mueve como pez en el agua, labor reconocida con galardones importantes como el Gran Premio del Jurado en Cannes en 2018.

Se nota que el guion, escrito por el propio Lee acompañado de Kevin Wilmott (quien conoció el éxito gracias a C.S.A.: The Confederate States of America) y el debutante David Rabinowitz, basado a su vez en el libro escrito por Ron Stallworth, el mismo policía que consiguió el rocambolesco hito histórico al que antes hacíamos referencia, destila rabia y mala leche en cada línea de diálogo. Y se nota que al que en otra época fuera uno de los cineastas más virulentos a la hora de denunciar los atropellos históricos a los que se han visto sometidos los ciudadanos de raza negra le ha venido muy bien ver como el retroceso de derechos se ha asentado en un país donde el sueño americano se ha convertido en pesadilla.

Aunque no sea su mejor película, y su dilatada verborrea y exceso de discursos concienciadores puedan llegar a abrumar a algunos espectadores, se trata de una peripecia muy entretenida y divertida con una sólida base de compromiso de denuncia. El público europeo estamos más acostumbrados a ver multitud de trabajos de denuncia social (aunque cada vez menos), pero en los EEUU hay que explicar las cosas claritas, porque no suelen atender a segundas lecturas. Para ello el film se vale de un epílogo demoledor, donde pasado y presente se unen para que nos demos cuenta de que las barbaridades que se nos han contado más que historia siguen siendo realidad.

Puntos fuertes de la propuesta son su magnífico elenco actoral, capitaneado por la excelente interpretación de su pareja protagonista, un Adam Driver que acumula parabienes en todas las producciones en las que participa y el emergente John David Washington, hasta la fecha conocido más que nada por su trabajo en la serie de TV Ballers. A ellos se les unen una pléyade de grandes secundarios, entre los que destacan Laura Harrier, Michael Buscemi (hermano de Steve), Jasper Pääkkönen (uno de los protagonistas de Vikingos) y Ryan Eggold (The Blacklist), e incluso un cameo introductorio delirante de Alec Baldwin, que aquí no destriparemos.

Por supuesto la banda sonora, marca de la casa, es simplemente espectacular. El score viene firmado por por el reputado músico de jazz y compositor Terence Blanchard, quien ya ha trabajado para Spike Lee en muchas de sus películas (El plan perfecto, Malcolm X). Por otro lado, además de la música original del señor Blanchard, la película también ofrece la posibilidad de escuchar otras canciones de artistas como James Brown, Ray Ben Rue, The Temptations o incluso un tema inédito hasta hace bien poco por parte del fallecido Prince.

Escenas como esos tontos del capirote relamiéndose en su recalcitrante racismo mientras ven cine mudo del bueno o el final maravilloso en el que la justicia se impone sobre todas las cosas hacen que pagar la entrada para ver esta gran película valga mucho la pena.