Infiltrado del KKKlan

Crítica de Alina Spicoli - Estrelladas TV

El odio exacerbado

“El Infiltrado del KKKlan” (BlacKkKlansman, 2018) es una comedia dramática dirigida por Spike Lee, que la co-escribió junto a Charlie Wachtel, David Rabinowitz y Kevin Willmott. Producida por Lee y Jordan Peele (Get Out), la película está basada en el libro autobiográfico “Black Klansman” de Ron Stallworth, el cual fue publicado en 2014. Protagonizada por John David Washington, el reparto se completa con Adam Driver (What If, Star Wars: Episodio VII – El despertar de la Fuerza), Laura Harrier (Spider-Man: de regreso a casa), Corey Hawkins, Jasper Pääkkönen, Topher Grace, Ashlie Atkinson, Ryan Eggold, Robert John Burke (Bart Bass en Gossip Girl), entre otros. La cinta tuvo su debut en el Festival de Cannes, donde compitió por la Palma de Oro y ganó el Gran Premio del Jurado, siendo ovacionada de pie luego de su presentación.

En la década de 1970, muchísimos años después de la Guerra de Secesión, Ron Stallworth (John David Washington) es el primer oficial negro al que aceptan para trabajar en el Departamento de Policía de Colorado Springs, Colorado. Aunque es un novato allí, Ron le insiste a su jefe para desenvolverse siendo un agente encubierto. Su primera misión consiste en infiltrarse en un evento donde Kwame Ture (Corey Hawkins) dará un discurso a favor de la igualdad de derechos civiles de la población afroamericana. Antes de ingresar, Ron conoce a Patrice (Laura Harrier), líder activista que forma parte del Partido Pantera Negra y luego se convertirá en su novia. Gracias a un aviso en el periódico que invita a unirse al Ku Klux Klan, por teléfono Ron se hará pasar por un hombre blanco no judío al que le interesa unirse a la organización. Con la ayuda de su compañero Flip Zimmerman (Adam Driver), que será el encargado de presentarse a las reuniones presenciales, Stallworth irá conociendo desde adentro cómo se manejan los racistas comandados por David Duke (Topher Grace).

El regreso de Spike Lee no pudo haber sido mejor. Filoso, claro e ingenioso, el director sabe cómo agregar la pizca de comedia justa para tan pesada temática. A la vez, la parte dramática pegará duro en el espectador no tanto por la violencia física sino por la manera súper realista en la que están retratados los integrantes del Ku Klux Klan. Ser testigos de su extremismo y convicciones, para ellos irrefutables, sobre la supremacía de la piel blanca por sobre la negra, la discriminación a los inmigrantes y homosexuales así como el odio a los judíos no hace más que sorprendernos y provocarnos un asco que permanecerá con nosotros mucho tiempo después de que terminen los créditos.

John David Washington, hijo de Denzel Washington, tiene lo que se necesita para un rol protagónico complejo en el que la mayoría del tiempo debe hacer creer a los demás que la gente negra (su propia piel) le produce repulsión. Por otro lado, Adam Driver funciona a la perfección como su socio en un plan tan descabellado como único, donde el mínimo desliz puede traer consecuencias irreparables.

Pero por sobre todo, la cinta quedará para el recuerdo por su tremendo desenlace, un llamado de atención inmenso a lo que sucede hoy en día en Estados Unidos. Como una cachetada a la realidad, Spike Lee construyó una película ultra necesaria, crítica de un país donde el rechazo al distinto pareciera que no tiene final.