El guardia

Crítica de Federico Rubini - Cinematografobia

DE IRLANDA CON AMOR
Aires nuevos y algún problema idiomático

Hace unos años, tuve la oportunidad de ver un muy buen corto de origen irlandés, protagonizado por Brendan Gleeson, llamado Six shooter. Algunos años después, y sin razón alguna (¿la tiene que haber?) asistí como espectador a una función en la que proyectaban Escondidos en Brujas, también de origen irlandés. Averiguando, me enteré que se trataba del mismo director, un tal Martin McDonagh. Agendé este nombre en mi memoria porque ambas obras me habían parecido muy particulares y altamente recomendables. Así es que hace unos días, al enterarme del estreno de El Guardia, película irlandesa dirigida por un tal McDonagh, celebré que este director volviera a realizar un film y sin pensarlo dos veces me anoté como obligación ir a ver esta película. Al averiguar sobre la misma al momento de escribir esta crítica, me enteré que no era uno el sujeto, sino dos. Como en la típica resolución de algunas novelas policiales clásicas inglesas (aunque sin el parecido característico de estos casos). Dos hermanos. Uno, llamado Martin McDonagh, escritor y director del corto Six Shooter y del film Escondidos en Brujas, y el otro, John Michael McDonagh, escritor y director (por primera vez de un largometraje) de El Guardia. Ambos films se destacan por algo. Se destacan por lo mismo. Por su furia, su visceralidad, por sus ganas de ser. Dejando de lado el hecho de que El Guardia no llega a la altura de esa gran película que es Escondidos en Brujas, ambas tienen eso que estos tipos llevan en la sangre (literalmente), esa originalidad y aire de frescura mezclado con una narración que se desarrolla con completa naturalidad. Porque hay algo muy llamativo (que roza lo sospechoso, porque siempre cuesta admitir las cosas) en ambos films: no parecen óperas primas.

Don Cheadle y Brendan Gleeson interpretan a esta pareja disfuncional que evita cualquier cliché.
Pero concentrémonos en El Guardia. La historia es la de un policial negro clásico. El tratamiento, los detalles del relato y los personajes distan mucho de serlo. Brendan Gleeson encarna al sargento Gerry Boyle, un hombre grotesco y de humor ácido que es el encargado de la seguridad en un pueblito ubicado al oeste de Irlanda. Allí, una red de narcotraficantes encarnada en tres particulares personajes (personificados por Liam Cunningham, David Wilmot y Mark Strong) tiene en vista realizar un desembarco de una gran cantidad de cocaína, mientras el FBI, y en particular el agente Wendell Everett (interpretado por Don Cheadle), se unirá (o intentará hacerlo) a Boyle para evitar que la transacción se lleve a cabo y apresar a los responsables. Como mencionamos, hay varios factores que alejan a esta película de la media, típica y poco original comedia de acción abundante en estos tiempos. Se acerca más, quizá, al cine del genial Edgar Wright (Hot Fuzz, Shaun of the Dead, Scott Pilgrim) en su tratamiento del humor y de la acción, en especial a Hot Fuzz, a la que no podremos menos que remitir toda vez que se presente una película con trama policial, aire de comedia negra y que transcurra en un pueblito perdido en algún lugar.
En primera instancia, el tratamiento de los personajes. Detrás de la máscara de acidez y humor racista de Boyle podemos ver a un personaje complejo, con una historia detrás, una imagen, quizá, humana. Sus diálogos son inteligentes porque nos remiten a esa complejidad, a esa contradicción constante que son todos los personajes de esta película. Lo mismo sucede con Everett y con el trío de mafiosos, quienes, por decir un ejemplo, discuten sobre Schopenhauer y Bertrand Russell y citan de memoria a Nietzche, justo antes de liquidar a sangre fría a un policía en el medio de la ruta (no hace falta aclarar que se trata de una gran secuencia). Hasta hay una femme fatale, aunque en este caso no resulta fatal y sí extrañamente amistosa. Todos estos personajes tienen algo de particular, y eso es lo grotesco y lo contradictorio de los mismos. Por decirlo de una manera sencilla, es como ver a los clásicos personajes de un policial de acción engrosados con ridiculeces, excesos y contradicciones, todo mediante un humor muy inteligente y eficaz que hace que este combo funcione a la perfección. Este mismo tratamiento que se la da los personajes se pone en juego en la fotografía y en la puesta en escena del film. Todo, desde el vestuario utilizado hasta las locaciones, de colores hipnóticos por su variedad y potencia, está utilizado en función del barroquismo visual. Un barroquismo que no es, a no confundir, un exceso fruto de un capricho, un abarrotamiento de objetos y de texturas con el simple objetivo de llamar la atención al ojo humano. Se trata de una puesta en escena de una prolijidad asombrosa, pulcra y sumamente llamativa al mismo tiempo. Abundan los planos frontales, sobretodo en la recurrente situación de dos o tres personajes hablando entre sí. Siempre se opta por este tipo de plano, con una clara predilección por lo motivos centrados (en caso de mantenerse la conversación con todos los ejecutantes) o descentrado en caso de faltar uno (la cámara está allí reposada, un lugar vacío a la derecha de cuadro, viene un personaje y lo ocupa, equilibrio, se va y queda vacío, desequilibrio). Esta dependencia del encuadre de los personajes y viceversa hace que la fotografía destaque por su originalidad y complejidad, optando por una cámara estática, con movimientos de travelling para el reencuadre al haber movimiento dentro de cuadro, y en mano cuando se trata de seguir a Boyle en sus trayectos a pie.

Los villanos del film, un gran ejemplo de cómo buenos personajes secundarios pueden sumar mucho a la trama.
Retomando el tema de los personajes, los mismos tienen un descanso seguro (como no podía ser de otra forma) en los hombros de grandes actores, que en este caso se lucen y resultan ser lo mejor de El Guardia. Tal es el caso del protagonista, Brendan Gleeson, quien aporta una magnífica actuación por la que ha sido merecidamente premiado en diversos festivales. Su papel (que muchos han comparado a mi parecer poco certeramente con el burdo personaje español de Torrente) es, como dijimos, complejo. Por fuera, la careta que muestra a todos en el trabajo es el de una persona intolerante, racista, prejuiciosa y torpe. Pero, cuando presenciamos escenas de su vida íntima, todo es distinto. Un buen ejemplo de esto son las escenas con su madre, casi una compinche para el protagonista. Buen trabajo del guionista (y director) en las sutilezas, como lo es el hecho de nunca contar qué sucedió con su padre. Esto se vislumbra en una línea que claramente apunta a eso, a generar densidad, en una escena que tiene una intensidad muy interesante entre madre e hijo: ¨Siempre fuiste un buen chico (...). Nunca me has dado ni un momento de pena" dice ella, a lo que él responde "Basta. Ambos sabemos que eso no es verdad". Silencio extendido, comprensivo. La mano de una madre que se acerca al rostro de un hijo y lo acaricia. "Pretendamos que sí lo es", susurra, casi para ella misma. Este hombre que vemos en esta escena no es el mismo que vemos bromeando sobre los negros unos minutos atrás. Es otro, el que en realidad es, y esa dualidad está muy bien lograda. Quién mejor que el propio Everett, el personaje de Don Cheadle, para decirlo "No sé si eres verdaderamente estúpido o verdaderamente inteligente". La autoconciencia de este film es otro de sus puntos fuertes. Hay una parodia de sí mismo, del ser irlandés, que creo que separa a esta película de, por ejemplo, una de sus vecinos ingleses. Entre tanta broma xenófoba (hay un constante prejuicio hacia todo lo que sea externo, incluso hacia el que viene de Dublín) vislumbramos siquiera una crítica al prejuicio del sujeto nacional, una burla a través de lo ridículo e irónico de todo lo que sucede. No faltan las cargadas a los ingleses, a costa de quienes se da un gran número de chistes. Atención a otra gran secuencia: la del agente Everett buscando desesperadamente a alguien que hable inglés, y todos respondiéndole en gaélico. ¿Por qué habrían de hablar inglés? "Esto es Irlanda. Vuelva a Inglaterra si usted quiere hablar inglés" le dice en gaélico (resulta, mediante el subtitulado, un claro mensaje para el espectador, ya que el personaje de Don Cheadle no entiende una palabra de lo que está diciendo) un campesino al agente norteamericano.

Boyle es a simple vista un hombre agresivo, incapaz de querer a nadie.
Sin embargo, y a pesar de esta serie de aciertos, hay algo que falta en el film de McDonagh. Y ese algo es la trascendencia. Ya desde el guión, El Guardia no pretende ser más de lo que es, pero eso, por momentos, le juega en contra. Hay hallazgos que resultan memorables, pero en términos generales no se termina de salir del molde, y el film llega a un punto en el que tanta "rebeldía" parece sobreactuada, impuesta. Es una buena película, pero nada más. Quizá me equivoque, quizá llegue a ser una película de culto con el pasar de los años. Pero tengo la sensación de que no será así, que será recordada únicamente como un film logrado. La historia supera a los personajes y estos se sumergen en la misma, nadan en sus aguas y quizás nunca salgan o nunca quieran salir. Y ahí está la contradicción máxima del film: por algo se sitúa en un pequeño pueblito de habla gaélica, ¿no?. Sus personajes son extravagantes, como ese pueblo, y allí permanecerán, inexistentes para el gran público, justamente por su condición. La mencionada Hot Fuzz también se sitúa en un pueblito desconocido, pero opta por llevar todo hasta el extremo de convertirse en una secuela de Comando, y esto está brillantemente logrado. En El Guardia, en cambio, pareciera que no quieren ser conocidos, pareciera que no quieren trascender, y eso estaría muy bien si en algún punto del film esto no comenzara a hacer agua por varios lados. Por esto creo que el flashback final del agente recordando la frase que le dijo a Boyle está muy de más, es completamente innecesario, hasta contradice parte del discurso de la película, rompe con su acidez y la edulcora, la convierte en azúcar blanco. Y, a mi parecer, no funciona. Aún así, y dejando esto de lado, repito: es un buen film (y una muy buena primer película) de un director que tiene gran habilidad y del que espero ver más cosas en el futuro. En esta película, sin embargo, falla en algo muy particular y muy difícil de lograr, que, me atrevo a decir en esta instancia, es el hecho de resistir al paso del tiempo. Del resto nada sabremos, se queda con la película, en aquel pueblito lejano y desconocido, porque los personajes son personajes, y, como dijo alguien alguna vez, los personajes no piensan.