El eslabón podrido

Crítica de Iván Gordín - Alta Peli

El cine de género y la critica social confluyen en El Eslabón Podrido, protagonizada por Luis Ziembrowski y con dirección de Valentin Javier Diment.

Manteniendo las buenas costumbres

A la remota locación de El Escondido no le falta ninguna de las típicas características de los pueblos del interior argentino: campo, fauna, folklore, pulperias, religión, zoofilia, incesto, infanticidio, etc….Ah, sí, me olvidé de mencionarlo, esta pequeña y pintoresca localidad tiene una pasión particular por las perversiones. Sino como olvidar a tan bellos personajes como Roberta (Paula Brasca), la joven prostituta del pueblo lista para satisfacer cualquiera sea su deseo sexual; o a su hermano Raulo (Luis Ziembrowski), el perturbado leñador del pueblo y su particular afición a las hachas. Claro, que nada sería lo mismo sin Ercilia (Marilú Marini), la senil matriarca de esta hermosa familia que nos bendice con sus desnudos no tan sugerentes y sus escupitajos de ácido. Luego, están los demás personajes secundarios que no por secundarios son menos coloridos. Como la madama de una pulpería abocada al alimento de sus cerditos y algunos otros muchachos interesados en explorar nuevas experiencias con otros mamíferos.

Valentin Javier Diment es un cineasta con un interesante bagaje laboral en lo referente al cine de género. De su autoría podemos mencionar el guión adaptado del western Aballay, su participación en el explotation Diablo o el documental sobre una inefable productora argentina: El Sistema Gorevisión – Cine Z, Micropolítica y Rocanrol. Con El Eslabón Podrido, Diment vuelca buena parte de su conocimiento sobre el género de terror – con pequeños guiños al slasher, a Wes Craven y a Tobe Hooper – pero agrega una importante pizca de drama atmosférico, sátira y crítica social. A diferencia de su nombre, “El Escondido” no es un pueblo que se ocupa de esconder sus miserias, las mismas conviven con naturalidad en la misma superficie donde se pueden observar las tradicionales costumbres del argentino medio.

El pueblo de los malditos
Cuando uno mira El Eslabón Podrido puede pensar por unos breves minutos que se trata de otro solemne film contemplativo del cine independiente nacional. Pero basta con observar los primeros eventos de la trama para asombrarse con su humor retorcido y efectos especiales prácticos. La dualidad entre la perversión y la moralidad de las costumbres no se queda en el guión sino en su fotografía sombreada y sus planos deformantes que resaltan el grotesco de los personajes. Las actuaciones tampoco se quedan atrás con un Ziembrowski perfecto y la destacable actuación de Paula Brasca, acaso la mujer más vulnerable de este pequeño universo.

Cada acción que presenta Diment está justificada por un desarrollo impecable y a la vez sutil de la psíquis de los personajes. Cada uno de ellos se encuentra conectado por el espíritu de la colmena y cada acción grupal tiene su consecuencia en lo individual y viceversa. Por más extravagantes que aparenten algunos hechos, ninguno es descabellado y se construyen a partir de una fuerte estructura filosófica.

Conclusión
El Eslabón Podrido no tiene miedo en ahondar con inteligencia e impacto en la hipocresía de la moral en sociedades conservadores. Cine de género, humor ácido y drama psicosocial que terminan de redondear un pequeño gran film.