El cuento de las comadrejas

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

Diez años más tarde de la premiada El secreto de sus ojos, Juan José Campanella ofrece una remake del clásico filme de culto Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976) dirigida por el emblemático José Martínez Suárez y protagonizada por Mecha Ortiz, Arturo García Buhr, Narciso Ibáñez Menta, Mario Soffici y Bárbara Mújica.

Lo primero que me pregunté antes de ver el filme representa el abordaje de mi nota sobre esta película: ¿Porque abordar una remake de este filme? ¿Qué relectura podría proponerse hoy de esa trama que la resignifique radicalmente en manos de Campanella?

En su época Los muchachos de antes… no fue un éxito, pero su condición de comedia negra en pleno inicio de la dictadura militar le otorgó con el tiempo una lectura filosa y profunda donde el filme puede funcionar como una metáfora de ciertos aspectos de nuestro esquema de funcionamiento social de aquel momento, aún con su propuesta de puro artificio. Tópicos como la decadencia de un mundo que ya no es, las falsas apariencias, el oscuro tejido del poder, el cinismo, el doble discurso, la usurpación y la muerte, discurre todo en un lazo único todo narrado en su original versión con un tono de sarcasmo esencial y de alegoría originalísima construida sobre unos pocos personajes encerrados en una casa detenida en el tiempo.

La trama de la cual parte Campanella es la de tres amigos ex cineastas, hoy fuera del juego, que conviven en la casa de la mujer de uno de ellos, que es quien parece tener la sartén por el mango en cuestiones de cierto poder sobre este seudo hogar: la ex estrella del cine Mara Ordaz. La diva un día decide que deben vender esa casa y por ende la vida simbiótica de estos tres amigotes se acabaría definitivamente. A partir de ahí los amigos planean como detener el plan dándole fin a los días de Mara Ordaz. Y ese es el nudo central de ambos filmes, pero, contado de maneras opuestas.

Campanella intenta rescatar la fuerza que tuvo en la original el reparto de grandes actores, poniendo en el tablero a Graciela Borges como Mara y como el trío de señores peligrosos a Oscar Martínez, Marcos Mundstock y Luis Brandoni. Pero más allá de que la meta aparente de la trama sea la misma para estos oscuros personajes, en el filme de Campanella son más bien tres viejitos irónicos y delirantes, que de peligrosos tienen bastante poco y nada. La oposición real de antagonismos está desplazado a los jóvenes, a la nueva generación de estafadores que buscan comprar la casa para hacer un negocio mal habido.

Estos jóvenes, Nicolás Francella y Clara Lago, dos agentes de inmobiliaria hoy, son más bien una suerte de malos de caricatura mal hecha más que siniestros seres que rodean a la diva para sacarle el caserón. Mara Ordaz que sería la víctima, como en ambos filmes se propone de manera diferente, mantiene con muy buen tino ese estilo de diosa decadente, insoportable y trágica inspirada en la genial Gloria Swanson de Billy Wilder en su obra maestra Sunset Boulevard / El ocaso de una vida (1950), pero el problema que no pasa por las maneras de la Borges para con su personaje, sino en los procedimientos de construcción de ese carácter ficcional, ya que entre otros desaciertos la presentan con cierto nivel de estupidez e ingenuidad que no dan con el tono del personaje emblemático capaz de disparar el odio radical de los tres amigos.

El centro del huracán en la película de Martínez Suárez pasa por el engaño a la diva de manera sórdida y perversa en el marco de un humor magistral, lo cual es toda una crítica social inteligentísima. En cambio en el filme de Campanella, con temor a la incorreción política de mostrar a tres hombres abrumando a una mujer de manera realmente amenazante, se ablandan los caracteres, se quita el sarcasmo, se endulza la narrativa y hasta busca conmovernos con procedimientos de manual de emociones básicas, cosa que da como resultado un relato lavado de lado a lado.

Por otra parte el estilo de iluminación, puesta de cámara y actuaciones de una teatralidad vetusta sugiere más una idea de “old fashioned” más que de atemporalidad y clasicismo si esa era la meta buscada. El cast del trío de cineastas seudo asesinos y la diva en cuestión son los que tratan de sostener la cohesión del relato.

Quienes no vieron ni conocen la original y gustan del cine de Campanella podrán disfrutar un poco más de los desaciertos incluidos, porque “ojos que no ven corazón que no siente”.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria