El bar

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Nadie se salva, el cine tampoco.

Salvo que se trate de fanáticos, en los primeros 5 minutos de El Bar, el espectador asiste a una encrucijada que va más allá del tipo de cine realizado por Alex De La Iglesia desde Acción Mutante hasta la fecha y que obedece a la engorrosa tarea de sacar a flote una historia delimitada por su premisa, léase un conjunto de personajes que comparten en una mañana cualquiera en Madrid tiempo y espacio. De manera repentina, son víctimas de un suceso que los obliga a enfrentarse para sobrevivir durante un corto lapso, donde necesariamente debe ocurrir todo tipo de catálogo de miserabilismo, guiños hasta el hartazgo y un cinismo camuflado de humor, recursos que hacen algo más entretenido el convite.

Así las cosas, El Bar arranca bien, sostiene una trama en un espacio reducido hasta el momento en que decide apelar a todo lugar común de cine de género y además elegir un camino posible para el desarrollo de esta galeria de imágenes truculentas, suciedad y estiércol impregnado en los cuerpos, que no es otra cosa que una alegoría sobre la condición humana.

Estamos frente a un derrotero caótico con aires apocalípticos de un racimo de anti héroes tapados por la podredumbre social, algún que otro apunte a la realidad paranoica que atraviesa a la Europa aún globalizada a partir del auge del terrorismo y el desfile de lobos solitarios que ganan pantalla mediática, dentro de la gran farsa de la comunicación. La cáscara de una historia que trae rapidamente el eco de la película Los 8 más odiados, de Quentin Tarantino en un contexto urbano y decadente como el actual.

En síntesis: el nuevo opus de Alex de la Iglesia en perspectiva con películas mucho más redondas como La comunidad – y sin llegar al nivel de El día de la bestia – es más de lo mismo y reflejo de pocas ideas para explotar una fórmula, que gracias a la serie televisiva y de culto The walking dead introdujo la cuota adecuada de drama para que los personajes importen al espectador antes de morir de las formas más atroces posibles en su lucha por la supervivencia de la especie.