El Ártico

Crítica de Rosana López - Fancinema

LA RAZÓN QUE TE IMPULSA

Nada mal para una ópera prima lo del brasilero Joe Penna, más conocido por ser uno de los youtubers más influyentes de su país, ya que parece saber manejar con solvencia todos los ámbitos del arte audiovisual y El Ártico así lo demuestra.

Esta historia sencilla y lineal -en el buen sentido- de supervivencia, pero con toda la complejidad que significa sortear la situación de estar varado por accidente en tal clima hostil, nos presenta a un brillante Mads Mikkelsen que parece haberse acostumbrado a vivir dentro de un destruido avión, que lo tuvo tiempo atrás como piloto. No es que afirmemos que ama estar allí, pero prefiere la cautela, lo pragmático y metódico sin dejar de añorar ayuda, “pareciendo” moverse más a gusto dentro de ese circuito que lo resguarda. Un perfil psicológico que el film expone de lleno cuando en los primeros minutos del relato observamos cómo este hombre decide guardar ceremoniosamente la pesca del día en una heladerita de plástico o buscar a fuerza de movimientos de manivela una frecuencia de comunicación radial que lo auxilie.

Ese comienzo manifiesta y justifica todo el accionar de su protagonista sin la necesidad de flashback alguno. Sin embargo, el desencadenamiento de una situación fortuita dentro de ese contexto, hará cambiar la perspectiva de este solitario y calculador sobreviviente que gana responsabilidad y un objetivo más apremiante, que lo determina a elegir un camino más ligero aunque esté lleno de dificultades. Y esto lo podemos afirmar en todos los sentidos del concepto. Aunque será precisamente ese halo de esperanza y lucha lo que hace replantearse y tomar coraje para romper esos metódicos parámetros que el personaje tenía, hallando la cuota necesaria para salir paradójicamente a la aventura de los peligros del exterior.

El Ártico no cuenta con extenso lenguaje verbal porque tanto la gestualidad del cuerpo activo como el inhóspito paisaje ya hablan por sí solos y se agradece a Penna que pueda sostener esta concepción a lo largo de su relato que se afianza con el transcurrir del metraje. Aquí la crudeza es el testimonio principal, por eso vivimos las dificultades que atraviesa el personaje y sentimos ese cuadro gélido y polar que torna cualquier accionar como imposible. Pero el realizador, a través de su protagonista, nos incentiva a nunca bajar los brazos ante las adversidades, aunque guste de hacernos sufrir hasta los últimos minutos de su desenlace.

Desde ese posicionamiento, la película ofrece el dramatismo necesario sin pecar de excesos y banalidades. Juega con un sinfín de emociones donde prevalece la voluntad y la solidaridad por sobre todos los momentos amargos y desafortunados. Por ello tal vez no sea una historia original dentro del subgénero de lucha, donde encontramos ciertas similitudes con el drama de los alpinistas en Everest (2015) o la trágica y famosa Viven (1993), pero se destaca a partir de la cuidadosa forma técnica y argumentativa que va hilvanando. Su fotografía, su puesta narrativa, así como la actuación de Mikkelsen -una de las más duras de su carrera, según el propio actor- que se pone el proyecto al hombro y nunca nos deja indiferentes.