El árbol de peras silvestre

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

El regreso al pueblo natal es un punto de partida frecuente de innumerables historias, pero en El árbol de peras silvestre el turco Nuri Bilge Ceylan lo explora con notable maestría: a lo largo de tres horas, logra mostrarnos sin estridencias el cambio en la percepción que el protagonista tiene tanto de sí mismo como de su familia y del mundo que lo rodea.

Sinan terminó la universidad y vuelve al hogar familiar en Can, una localidad ubicada en Turquía occidental. Va a rendir el examen para conseguir un puesto de maestro, pero en realidad tiene reservadas expectativas más altas para su futuro. Confía en conseguir financistas para la publicación de su primera novela y en que el libro le deparará un destino superior al de su padre, que dedicó toda su vida a la enseñanza primaria.

Aunque no constituye su único tema, este contrapunto entre el joven y su progenitor (gran trabajo de Murat Cemcir) es el núcleo de este viaje de exploración interior. Idris es un ludópata acosado por las deudas, un simpático chanta que siempre intenta que su encanto le permita salirse con la suya. El altanero Sinan lo culpa de la ruina económica y el fracaso del supuesto porvenir venturoso al que podría haber aspirado la familia.

En torno a este conflicto central, Ceylan va dando pinceladas literarias para pintar una aldea. En su deambular por el pueblo y alrededores, Sinan mantiene encuentros con diversos personajes: una mujer a la que alguna vez deseó, un funcionario municipal, un empresario, dos imanes, un escritor famoso, su propia madre. Estas conversaciones, en apariencia cotidianas, alcanzan un grado de profundidad que las eleva por sobre sus interlocutores hacia temas universales, pero sin caer en solemnidades.

Son diálogos que aluden directa o indirectamente a la literatura y sus posibilidades como herramienta de cambio, la religión y su función como factor de opresión o consuelo, el lugar de mujer en la sociedad, el rol que cada familia les asigna a sus integrantes. Y entre tantas palabras, los actos de Sinan y su padre revelan que la naturaleza íntima no es declamable.