El acto en cuestión

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Asunto pendiente

Miguel Quiroga es un ladrón compulsivo de libros, una manía de estudiantes que veinte años atrás tenía prestigio contracultural. Pero Quiroga es un señor mayor; habita un oscuro departamento en Barracas al que la cámara muestra siempre oblicuo, como si Quiroga fuera Caligari. Y en ese ámbito porteño pero transfigurado, mezcla de El proceso de Welles con expresionismo alemán, Quiroga descubre un libro de magia que enseña trucos sin explicación, y munido de ese libro conseguirá empleo en un circo ambulante donde la ilusión ya está amplificada (ecos de La strada); y así Quiroga (Carlos Roffé), su empleador (Sergio Poves Campos) y su biógrafo (Lorenzo Quinteros) deambulan una Buenos Aires anacrónica y nocturna, como la comparsa borracha de El sueño de los héroes.
A 22 años de su aparición en Europa, el tardío estreno local de la obra maestra de Alejandro Agresti es, no obstante, adecuada a este tiempo, que sabrá tratarla mejor. Incrustado entre el fin del alfonsinismo y la instauración de la economía neoliberal, El acto en cuestión, como 76 89 03 o Eterna sonrisa de New Jersey, es un film angular de una historia reciente que sin embargo se ve lejana; la clase de trabajo desencantado con la realidad política que sólo encuentra refugio en el arte (que, para los argentinos, tuvo su referente en una imagen utópica del under). Antes del retorno al realismo de los Traperos y los Caetanos, El acto en cuestión lanzó el peor agravio al establishment: una mirada extraña, resuelta en una carcajada (la misma de Cha cha cha y El otro lado en la televisión). No inmune a la ignorancia, Agresti respondió con Buenos Aires Viceversa y este inmenso film quedó boyando como un diamante perdido, el documento de un cine que pudo haber sido y no fue.