Dulces sueños

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Por qué te fuiste, mamá
El director de Vincere vuelve a lo intimista en este drama sobre un niño que, hasta adulto, extraña a su madre.

Tal vez Marco Bellocchio (77) no tenga tantas obsesiones temáticas como otros grandes y consagrados directores de su tierra. La figura materna sería, quizás una de ellas. El autor -porque Bellocchio lo es, aunque a veces se base en obras ajenas a la hora de filmar, como aquí- de I pugni in tasca (1965) pone en el centro el dolor de Massimo, su protagonista, que de niño pierde a su madre, algo de lo que no podrá recuperarse.

Massimo no asume la pérdida, se diría que de niño pero tampoco ya de adulto. Poco lo ayuda su entorno. La madre se ha suicidado, pero a él lo llenan de frases hechas, de eufemismos, tanto su padre como un párroco -la influencia de la Iglesia en la cultura italiana también es, sí, tema recurrente en el director de El diablo en el cuerpo- o quienes lo rodean. Su madre, le dicen, “murió de un fulminante ataque al corazón”.

La estructura del filme, que va y viene en el tiempo, con Massimo niño y ya grande, en distintas etapas de su vida, se resiente a veces (la película se basa en la autobiografía del periodista Massimo Gramellini y, por caso, su experiencia en Sarajevo en 1993, cuando un fotógrafo falsea una situación para hacer una toma impactante aporta poco a la construcción de Massimo como personaje).

Hay mucho de psicologismo en el filme, y frases que caen a veces como adoquines. Massimo veía en Belfagor, un personaje algo siniestro, su válvula de escape. A él apelaba cuando necesitaba ayuda. “Me defendía de todo. Del miedo, del dolor. Después aprendí a defenderme solo. Me volví adulto”.

Los ataques de pánico que empieza a tener llevan a que ingrese a la trama una doctora (Bérénice Bejo), que lo ayudará a salir de su trauma, que se multiplica con la venta del departamento donde la mamma lo arropó la noche en que se quitó la vida, luego de desearle “dulces sueños”. Massimo no recuerda ni que lo haya tapado con las sábanas ni el saludo de despedida.

Filme intimista, de tonos trágicos, daba para un melodrama, pero en las manos de Bellocchio todo es contado sin apelar a golpes bajos o de efecto. Si hasta la pasión por el fútbol (desde la ventana del departamento se divisa el estadio del Torino) se cuenta con inflexiones medidas.

Valerio Mastandrea es el protagonista de adulto, y construye a Massimo como un tipo cuya introspección habla más de un desamparo que de una angustia subterránea. Parco hasta con una belleza que tiene como pareja, Massimo ha absorbido tanta congoja que, más que lágrimas, le brotan tormentos.