Divorcio a la finlandesa

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

AMORES PATOLÓGICOS

Una película menor, de un director a veces sobrevalorado

Al comienzo una mujer se tira por una ventana. Otra mujer, una prostituta, no puede hacer nada para detener la caída, pero sí decide llevarse un dinero que pertenece a la mafia. Policía y mafiosos intentarán resolver el caso y recuperar el dinero, e indirectamente ese episodio atravesará la crisis matrimonial de Juhani y Tuula, un terapeuta familiar y una consultora empresarial, que viven en una hermosa casa frente a un lago.

Empezar una comedia con un suicidio (confuso) no es una decisión ortodoxa, y aunque la puesta en escena le reste dramatismo a la secuencia es posible que Divorcio a la finlandesa sugiera concebir el matrimonio como un suicidio diferido. No es su propósito desprestigiar la institución, pero la trama simplemente dejará en claro que la vida amorosa (y familiar) es propensa a la patología. Los cónyuges no sólo padecen un matrimonio inerte, sino que además los dos han sido abandonados por sus padres, incluso la madre de Tuula hasta pueda ser capaz de secuestrarla. Sí, la vida es dura, pero la risa puede exorcizar desencantos y decepciones.

Es así que por mucho tiempo Juhani y Tuula no han tenido sexo, tampoco hijos. Una vez divorciados vivirán en la misma casa y llevarán a sus respectivos amantes. Él se “enamorará” de una prostituta facilitada por su hermanastro; ella pretenderá tener una relación con un hombre más joven, que viaja en su avión hasta su casa para satisfacer los placeres de la carne. La estrategia ni siquiera es inconsciente. Los celos, justificados o no, son siempre patológicos, y aquí funcionan como un método para recuperar el matrimonio. Mientras el matrimonio se hace y se deshace, la búsqueda del dinero robado prosigue. El hampa acecha, la policía investiga y, sin saberlo, Juhani y Tuula quedarán asociados al delito.

A diferencia de su hermano menor, el gran director finlandés Aki Kaurismäki (El hombre sin pasado), cuyos dramas no exentos de humor carecen de dramatismo y apuestan en su minimalismo formal y narrativo a destilar lo esencial de las emociones que constituyen la vida anímica de los hombres, Mika, que vive hace tiempo en Brasil, parece militar en el exceso: todos se encaman con todos, todo se dice y se explica, la comedia de enredo matrimonial deviene en comedia negra con algún que otro elemento edípico.

A pesar de las notables diferencias cinematográficas entre los hermanos, su cosmovisión es la misma. En un pasaje menor un personaje secundario cita la famosa frase de Macbeth: “La vida es una historia contada por un idiota, llena de estruendo y furia, que nada significa”. Los Kaurismäki creen, justificadamente, que el humor es el mejor modo de conjurar la indiferencia del cosmos.