Días de circo

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Con el director boliviano Ariel Soto conocemos el pequeño circo ambulante de Nigua. Nigua es un muchacho que quiso tener uno y al que encontramos trece años después siguiendo su breve aventura latinoamericana. No vemos cómo comenzó todo, pero la historia empieza cuando ya se excavan los pozos para sentar las bases de una modesta carpa que necesita arreglos pero se va irguiendo a pesar de los vientos y la aridez del suelo de cualquier pueblo rural de los alrededores de Cochabamba. Todo ocurre antes de una función.

Mientras transcurre la vida de los cirqueros se escuchan las conversaciones de los que integran el que alguna vez fue el sueño de Nigua, ese chico que se escapó de una casa violenta, que no conoció a sus padres y que en este momento rueda con el campamento integrado por un grupo tan particular como él. Son testimonios breves, reales, que hablan de gente que quiso salirse de un mundo chato. Que quiso "subir a lo grande, que aplaudan por lo que uno hace", como dice Eunice, una de las escasas mujeres del grupo.

Todo, mientras repiten abdominales en medio de la nada y otro cirquero recuerda a payasos venidos de Cochabamba que suponemos hicieron mejor papel que el de los que tiene el Circo Niguita.

Palabras que cuentan el pasado de este sueño que, como dicen, los acerca a los gitanos, los convierte al decir de familias, ya lejanas, en gente ligada al diablo, aunque ellos sólo traten de mejorar sus rutinas de malabares.

UNA HISTORIA REAL

Ruedas al aire libre en que se proyectan pequeños cuadros con el pomposo título de "La pasada del sombrero" y donde el humor popular se salpica con los pasos que las "chicas de la compañía" (hijas de los trashumantes, pequeñitas y vivarachas) aprendieron en un viejo televisor que viaja con ellos. Charlas en las que se exige la autocrítica para lo que se hace, en que se reconoce la necesidad de la perseverancia como condición para mejorar en saltos en altura, juegos de malabares, intercambios con el público.

"Días de circo" cuenta el porqué de la elección de esa utopía que llega a lugares pobrísimos, muestra cómo una desvencijada camioneta desde la que se oye la voz de Nigua promociona la estadía del circo, mientras es seguida por perros pulgosos y chiquilines alborotadores.

Después vendrá la representación (en un fuera de campo) y quedará en el olvido lo que dijo Nigua a su gente: "Quiero comprar una carpa bien bonita". El final (que no contamos) nivelará otra vez a los que quisieron cumplir un sueño diferente.

Un filme mínimo, real, que intenta contar la posibilidad de vivir un sueño sin lograrlo totalmente, pero aproximando al espectador a una querible utopía.