Detrás de las paredes

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Lo sobrenatural no le sienta a Jim Sheridan

Este thriller psicotrópico-sobrenatural funciona como una especie de versión de entrecasa de la reciente «La isla siniestra» de Martin Scorsese. Sólo que éste no es en absoluto el género en el que se especializa Jim Sheridan, semiolvidado director de films del Oscar como «Mi pie izquierdo» y «En el nombre del padre».

El asunto es que Daniel Craig es un escritor que decide abandonar la ciudad junto a su familia (su esposa y sus dos hijas) para radicarse en un pueblo tranquilo y escribir un libro, Pronto la casa de los sueños a la que se refiere el título original (traducido aquí como la primera frase de una canción de Sui Generis que conocen todos en un fogón) se convierte en un sitio de pesadilla, ya que ahí, cinco años atrás, un padre enloqueció y mató a su esposa y sus dos pequeñas hijas, y todos los vecinos lo saben, e incluso los adolescentes locales de inclinaciones dark van al lugar a celebrar una suerte de misas negras teenagers.

El padre de familia se empieza a alarmar cada vez más cuando se entera de que, para colmo, el supuesto asesino que vivía en esa misma casa no está preso, sino que acaba de ser dado de alta del hospicio del pueblo, dato que sumado a un extraño personaje que los acosa mirando desde el jardín por las noches, pone los pelos de punta.

Hay muchas vueltas de tuerca en el guión, una menos seria que la otra, pero sin querer alertar demasiado al lector sobre el argumento, se podría decir que, en realidad, al protagonista le cuesta separar realidad y ficción, lucidez y locura, o tal vez fantasmas de seres humanos. El espectador no lo sabe bien, y en verdad, a medida que promedia el film, empieza a importarle cada vez menos.

«Detrás de las paredes» se vuelve más obvia a medida que se complica la trama, ironía que convierte a este film en un híbrido que por momentos ronda la zona del humor involuntario. Los actores hacen lo que pueden, pero Sheridan directamente no sabe cómo manejarse en este género y sus tonos melosos, empezando por los cursis pasajes musicales, casi terminan por arruinarlo todo.