Depredadores

Crítica de Rodrigo Seijas - CineramaPlus+

Depredadores se defiende solita gracias a su minimalismo y convicción narrativa.

El filme dirigido por Nimród Antal y producido por Robert Rodríguez es simple en su concepción, lo cual termina siendo su principal virtud. A la vez, su defecto más substancial pasa por cuando quiere salir de esa simpleza.

La primera mitad de Depredadores es realmente muy buena. Comienza justo en el medio de la acción, con el mercenario Royce (encarnado por Adrien Brody) cayendo desde las alturas, sin memoria de cómo llegó al medio de una selva que le resulta desconocida. Luego, las explicaciones y revelaciones se van dando con el avance del relato, sin trabas, fluidamente, incluso privilegiando el misterio en sus dosis justas. Además, los personajes están caracterizados a partir de unos pocos pero significativos trazos: son todos estereotipos, pero todos están tratados con respeto, no se los juzga, solamente se los describe a través de su accionar.

La construcción a partir de lo no visto de Depredadores remite mucho a Depredador, la película que comenzó la saga. Incluso, a través de citas y homenajes a partir de situaciones, diálogos y personajes –ciertas actitudes de Royce son un calco de las adoptadas por Arnold Schwarzenegger en el filme de John McTiernan- termina siendo casi una remake de la original. También, por su concisión narrativa, al cine clásico bélico –Doce del Patíbulo como buen ejemplo- o al de clase B, aunque evidentemente con un mayor presupuesto.

El problema principal se encuentra en la segunda parte, donde todo se estira demasiado y las virtudes que se apreciaban en los protagonistas van quedando anuladas. Esto se nota principalmente con el personaje de Laurence Fishburne, -que es el típico loco bipolar e insoportable, un lugar común ya demasiado gastado en el cine de acción- que aparece veinte minutos no se sabe bien para qué, pero también con el interpretado por Topher Grace, cuya vuelta de tuerca final pretende ser inesperada, pero se la ve venir a la distancia y ni siquiera es realmente coherente. Además, las criaturas extraterrestres que persiguen al ecléctico grupo de almas perdidas humanas no llegan a tener la presencia y la fuerza suficiente.

Aún así, Depredadores se defiende solita, no depende de la devoción de los fanáticos, se planta con firmeza desde su minimalismo y convicción narrativa. Así, termina siendo una película de acción más que aceptable, que entretiene sin culpa, con mucha sangre, tiros, tripas y todas esas cosas que les gustan a la gente sana y normal.