Depredadores

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

Depredadores baratos.

Después de tener varias invasiones extraterrestres, llega una superproducción que no trata de ser aleccionadora, ni sacar provecho per ser de una vieja franquicia. Los extraterrestres con "contenido social" de Sector 9 mirarían de reojo a los nuevos depredadores, dispuestos a ofrecer una simple película de acción. No hay grandilocuencia, tampoco grandes ideas. Se pueden hacer películas excelentes de acción (e incluso, de autor) con los E.T. Basta recordar las dos primeras entregas de la saga Alien para ello.
Ahora, bien, tanto Alien como Depredador vinieron a menos en los últimos años. Los crossovers entre estos monstruos del espacio exterior (que recordaban un poco al cine trash de la época de menor brillo de Universal) son realmente malos. La primera podía generar un poquito se simpatía. Ya la segunda, no.
Ahora, mientras que Alien siempre fue más prestigiosa, la saga de los Depredadores sólo apuntaba al entretenimiento puro y duro. Lo cual no está nada mal. La primera era buena: estaba Schwarzenneger en medio de la selva ("¡oh, metáfora de Vietnam!" dirán los que tienen que buscar el subtexto en todo) disparando a ciegas, porque un extraterrestre con rastas y camuflaje óptico lo perseguía. La secuela carecía de Arnold, entre otras cosas. Y el carisma de los bichos no alcanzaba.
Ahora, Robert Rodriguez produjo esta secuela que destila amor por el cine. Sí: así como Grindhouse era un guiño cool al cine basura, menospreciado por el mainstream, Depredadores también lo es. No importá qué, cómo o por qué pasan las cosas. Lo que todos tienen en claro es que el público va a ver una de acción con marcianos. Nada de ficción científica, o finales altisonantes y dramáticos. Adrien Brody, incluso, genera más simpatía que respeto, intentando poner cara de malo en cada plano que se lo ve. Y hay una referencia más que obvia a la primera película, con un anabolizado pianista despistando al enemigo. Incluso el principio, un gran deus ex machina (reitero, no importa cómo ni por qué, sino para qué, y la respuesta a esto es para entretener) lleno de guiños a Lost.
Decía que Depredadores, aún con todos sus defectos (principalmente una secuencia demasiado larga con Laurence Fishburne) tiene algo de pasión por el cine. Es casi como ese gran, gran homenaje que hizo el productor Robert Rodriguez en Planet Terror. Sólo que esta vez, no es tanto una canchereada, sino una obra hecha con el mismo espíritu berreta de, supongamos, las viejas producciones de Roger Corman. O con el mismo de la primera Depredador. Y esto fue un cumplido.