Cuadros en la oscuridad

Crítica de Caty Filgueira - Cuatro Bastardos

Cuadros en la oscuridad: Vivir en la periferia.
Este film, escrito y dirigido por Paula Marcovitch, es una historia de amistades inesperadas.
No importa donde nos encontremos en el mundo, hay algo que se repite en todos lados: la marginalidad. Es, obviamente, más pronunciada en algunos rincones del globo más que en otros. Pero incluso cuando no se ve (o peor, cuando no queremos verla), ella está ahí. Siempre presente, una realidad que nos gustaría que no existiera.
Pero existe. Y es en ese mundo inimaginable para varios pero demasiado real para otros es que la historia en cuestión toma vida. En este caso, el foco recae sobre dos personas solitarias como mínimo. Ellos son Marcos, de 65 años, trabajador de una estación de servicio de día y pintor de noche, y Luis, un chico que, hasta donde podemos ver, no tiene más en la vida que un grupito de chicos.
Estos dos personajes tan aparentemente dispares se conocen cuando Luis se mete a la casa de Marcos, aparentemente para robar, y en la oscuridad descubre las obras que el segundo ha ido creando a lo largo de su vida, y las cuales son muchas.
El chico quizá no sabe nada de arte, pero el descubrimiento es suficiente para generar un interés por algo que, posiblemente, no había visto nunca antes. Es así como Luis empieza a frecuentar la casa de Marcos y como este, a principio a regañadientes, empieza a impartir un poquito de su sabiduría de vida y de arte al crío.
Uno de los puntos más interesantes el film es sus diálogos casi nulos. Pasan casi quince minutos desde el comienzo del film hasta que escuchamos la primer palabra pronunciada por cualquiera en pantalla. Y es muy interesante de ver cómo, con muy pocas palabras, se cuenta esta historia. Es una cualidad poco vista que alguien pueda decir mucho hablando, literalmente, poco. Pero esta es una de esas ocasiones donde una imagen dice más que mil palabras.
Aún con eso a su favor, ese primer trecho de historia se siente pesado y lento, ya que no sabemos qué esperar y, como primera impresión, nos encontramos de golpe intentando descifrar qué importancia tiene este señor que trabaja en una estación de servicio y parece no tener nada más que eso en la vida.
El ritmo en general de la narrativa es fácil de calificar como pausado o lento. No es que no avance la historia, pero obviamente quien la cuenta no tiene apuro ni necesidad de lanzarle al espectador todos los hechos a la cara.
La mayor parte del film se divide en dos locaciones principales: la case de Marcos y la ribera de un río donde Luis pasa el tiempo. No es que Luis está 100% sólo, tiene un grupo de chicos con los que pasa su tiempo. Pero es claro que, si hay algún adulto en su vida, no es alguien que le preste atención. Hay momentos que tomarán al espectador desprevenido, ya que involucran cosas que todos hemos escuchado nombrar pero rara vez se presencian o ponen en pantalla. Entre estas cosas incluyó la invasión de la casa de Marcos por parte de Luis casi al principio, los momentos donde Luis se droga con pegamento y la escena donde, luego de romper un frasco, se lastima la mano (esto último siendo más un acto consciente que un accidente).
Luis es un chico que está, hasta dónde podemos ver, a la deriva en el mundo y sin ningún tipo de prospecto a futuro. Se deja en claro, por la cantidad de tiempo que pasa en el río o con Marcos, que la escuela no es una parte de su vida. Y es probablemente está falta de algo más que lo lleva a generar el lazo que logra con el pintor devenido en trabajador. Entre los dos, hablan de pintura y la vida. Marcos, en su forma le enseña algunas cosas a Luis, mientras mata un poco su soledad.
Pero hay algo que plaga la forma en que se desarrolla esta historia y es la desesperanza que se percibe en la misma, reforzada desde todos los puntos que involucran la realización de un film: vestuario, locaciones, diálogos y hasta la música, la cual es nula a lo largo de la película y que solo aparece como acompañamiento de los créditos. Incluso me atrevería a apostar que ciertas tomas, sacadas de contexto, podrían confundirse con escenas de un film distópico.
Aún con los pequeños momentos de alegría que les traen a ambos la presencia del otro en sus vidas, este es un film amargo pero con mucho mérito en el marco de la narrativa visual. Un punto de vista un poco distinto que en el día a día se tiende a relegar por ser demasiado amargo y demasiado real.