Cristiada

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Una telenovela grandilocuente en la pantalla

El sitio web de Cristiada ofrece una sinopsis pródiga en términos como libertad, épica, vida y epopeya. Tampoco duda en definir al film como “la historia de México que te quisieron ocultar”. Podría suponerse, entonces, que la falta de ambición no es una de las características de la ópera prima del hasta ahora supervisor de efectos especiales Dean Wright (Las crónicas de Narnia, El Señor de los Anillos, Titanic). La presunción se valida con creces ya frente a la sábana blanca en la sala oscura, cuando el tipo ponga toda la carne al asador en el trabajo de arte y recreación de los años ’20 a través de una puesta en escena tan vistosa como ostentosa, retratada con devoción maternal mediante innumerables planos generales. El problema es que el núcleo de esa parafernalia es un telenovelón de casi dos horas y media ideológicamente maniqueo, políticamente retrógrado e históricamente inexacto.

Los intertítulos iniciales sitúan el relato en espacio y tiempo: México, mediados de la década del ’20. Al gobierno de Plutarco Elías Calles no le caía demasiado simpática la Iglesia, por lo que adosó un artículo a la Constitución de 1917 que, entre otras cosas, limitaba la participación eclesiástica en la vida pública. La decisión movilizó a un grupo de hombres y mujeres que la película representa a puro brochazo. Allí están, entre otros, el nene quilombero que pega buena onda con un cura (Peter O’Toole), el campesino aguerrido de armas tomar, un abogado “culto” y un ex militar al que nada parece importarle demasiado, pero que sin embargo acepta la propuesta de ponerse al mando de un grupo de milicianos dispuestos a pelear por su libertad de culto. Siempre y cuando le paguen, claro.

Si lo anterior configura un planteo al menos llamativo, sobre todo desde éste, un país en donde la espada y la cruz fueron aliados históricos, el desarrollo aplaca toda ambigüedad en pos de un maniqueísmo ascendente en el que los curas y católicos son cada minuto más buenos y los militares más malos. No contento con la profusión de mártires, Wright se empecina en hacer de la estilización una norma. Así, las situaciones adquieren una tónica simplista y machacona –la música incidental omnisciente, por ejemplo– propia de los mejores culebrones, con lágrimas a borbotones, diálogos altisonantes e impostados y una tendencia a la sobreactuación en todo el elenco. ¿Se dijo elenco? Cristiada es una aglomeración de cuanto actor/actriz con raíces latinas anda suelt@ por el norte del río Bravo: Andy García, Rubén Blades, Catalina Sandino Moreno, Oscar Isaac, Néstor Carbonell y siguen las firmas. Ellos no sólo alternan español e inglés sin explicación alguna, sino que incluso llegan a “autotraducirse” en el mismo parlamento, configurando un aquelarre lingüístico. Síntoma de una “true story” que de verdadera tiene poco y nada.