En el último día antes de su jubilación, el profesor de filosofía Walter Zarrow es atacado en la calle mientras camina a su casa, con un ramo de flores bajo el brazo. Desesperado, toca varios timbres de un edificio de apartamentos pidiendo auxilio. Baja a ayudarlo Sam, un hombre que está pasando la noche con su amante mientras su esposa e hijas creen que está de viaje de negocios en China. Cuando llega a la calle, Zarrow está gravemente herido; y no sólo eso, sino que también hay otro cuerpo tirado en la calle. Con sus últimas fuerzas, el profesor le pide a Sam que le entregue las flores a su esposa, para así no romper una tradición de más de treinta años. De esta manera comienza Crímenes y Virtudes, la nueva película escrita y dirigida por Tim Blake Nelson. Retrocediendo en el tiempo, conocemos las historias de Zarrow, Sam y sus respectivas familias. Así conocemos a la esposa de Sam, que resiste las ausencias sospechosas de su marido con numerosas copas de vino; a una de las estudiantes de Zarrow, que sufre de una depresión que la lleva a cortarse; al hijo y nuera de Zarrow, quienes lidian con una posible enfermedad terminal, y a sus hijos adolescentes que no tienen la menor idea de lo que les sucede a sus viejos, mientras que se preocupan por el sexo y las drogas. Como verán, pasan un montonazo de cosas en esta película, las clase de historias que se encuentran más en novelas que en filmes. Esa es claramente la intención del autor, pero el director y escritor, más conocido por ser "el chabón de O Brother Where Art Thou? que no era George Clooney ni John Turturro", no llega más allá de eso. Digamos que la pega en el travesaño, y aunque éste sea el país en el que Higuaín es enemigo público #1, eso medio que alcanza. La mayor virtud de esta película son las actuaciones. Siendo el director un respetado intérprete, no es una sorpresa que el elenco se luzca incluso en aquellas secuencias donde el material se queda corto. Tenemos a Corey Stoll, el malo de Ant-Man, haciendo del esposo infiel; a Glenn Close haciendo de la esposa de Zarrow, en unas pocas pero perdurables escenas; a Kristen Stewart realmente luciéndose como la estudiante depresiva; y en la actuación más destacable del film, a K. Todd Freeman interpretando a Joe, un adicto al crack que resulta ser el otro hombre herido en la escena del comienzo. Crímenes y Virtudes (cuyo título original es Anesthesia) trata sobre las decisiones que tomamos sobre una vida más allá de nuestro control. Un tema complicado para cualquier director, y Nelson no llega a ningún punto nuevo o concreto sobre él. Todos los personajes del filme hablan como si tuvieran un posgrado en filosofía, lo cual sólo es cierto para dos de ellos. Incluso una nena de catorce años le recrimina a su madre por ahogar sus penas en alcohol como si fuera una fucking psicóloga. Es como si el director se hubiera preocupado más por sonar inteligente que por decir algo inteligente. Pero como dije, el fuerte de esta película, que en menor o mayor medida la salva, son los actores. Y aunque yo no entienda una sola palabra, no me disgustó para nada escuchar a Sam Waterston mandarse un discurso sobre metafísica de cinco minutos. A cada uno lo suyo, supongo. VEREDICTO: 6.0 - EL LIBRO ES MEJOR Crímenes y Virtudes es un drama que pega más para "Tarde de Sábado en la cama viendo Netflix" que para "Gran obra del cine mundial", pero afortunadamente un excelente elenco la sostiene hasta en sus momentos más pretenciosos. Y no, no está basada en ningún libro; Tim Blake Nelson la escribió toda él solito
Filosofía barata En una conjunción de las palabras que llevan el título de este film, tanto en su ridícula traducción (Crimenes y virtudes) como en su título original (Anesthesia), es posible que se resuma todo aquello que pueda decirse sobre esta película. Tom Blake Nelson dirige un drama melancólico, con pretensiones filosóficas que no llegan a lograr una empatía con el espectador en ningún momento, siendo parte también de ese elenco, en un papel menor como la mayoría que este actor realiza (probablemente todos lo recordemos por ser uno de los hermanos en ¿Dónde estás hermano? (O Brother where art thou, 2000) junto a George Clooney y John Turturro). El director no logra llevar a buen puerto la cantidad de distintas historias que quiere contar, así como el despliegue de distintos personajes que el argumento ofrece. Un profesor de filosofía es atacado en la calle, luego de cumplir con el ritual que lleva a cabo desde hace treinta años: cada viernes lleva flores a su esposa. Al desplomarse en la puerta de un edificio conoce a Sam, un marido que engaña a su mujer, haciéndole creer que viaja por negocios cuando en realidad pasa el tiempo con su joven amante. Tomando la escena del encuentro como el inicio de la historia, conoceremos a través de idas y vueltas temporales, a sus respectivas familias y al entorno de cada uno de ellos. Allí serán parte: un matrimonio que lidia con una posible enfermedad y con unos hijos que parecen preocuparse solo por el sexo y las drogas, una mujer refugiada en el alcohol, una estudiante adolescente con problemas de depresión, y un adicto que se niega a ser tratado. Con la intención de ahondar en temas profundos como las relaciones familiares, las decisiones que tomamos y sus posibles consecuencias, el film se vuelve demasiado monótono y aleccionador, y si bien las actuaciones del basto reparto son correctas y en algunos como el de K. Todd Freeman (interpretando un drogadicto solitario) son dignas del aplauso, el resultado final es pobre, sin aportar nada interesante al género dramático.
HISTORIAS CRUZADAS DEL BIEN Y DEL MAL Es una de esas películas políticamente correctas que apuntan a la emoción y al discurso tranquilizador, con convocatoria de conocidas figuras. El resultado no es malo, pero se le nota demasiado las intensiones. Un profesor de filosofía es atacado en la calle y malherido es asistido por un hombre que esta de trampa, que le dijo a su esposa que viajaba a China y se quedó con su amante. De allí se retrocede para conocer todos los casos, una estudiante que se autoflajela, una mujer con posible diagnostico de cáncer, un escritor adicto a la heroína que un amigo intenta salvar. Protagoniza Sam Waterston (conocido por “La ley y el orden”), Kristen Stewart, Glen Close (corta aparición). El director y autor del guión Tim Blake Nelson apunta al discurso de cómo se anestesian los humanos al final de cada día (el titulo original es “Anesthesia”) con mentiras, dolores, drogas o verdades. Y como a pesar de adicciones y traiciones un “toque” humano se puede llegar a la redención. Conclusión demasiado fácil.
Dispersa, discursiva y desorientada Otra vez uno de esos films que desde su estructura narrativa anticipan su formato circular y sus nada modestas aspiraciones: por algo en medio de los personajes hay un profesor de filosofía muy dado a las reflexiones sobre el sentido de la vida no tan agudas e inteligentes como parece creer su autor y director, Tim Blake Nelson. Según la ficción bastan para ejercer decisiva influencia en la vida de quienes lo rodean, entre otros una alcohólica y una estudiante autodestructiva. Lo necesario, en fin, para que haya conflictos y dramas varios. Y para que la ronda -dispersa, discursiva y algo desorientada, aunque bien actuada- nunca termine de articularse.
Un relato coral en la línea del cine de Robert Altman y Paul Haggis con situaciones extremas, desgracias humanas y frases célebres. El subgénero “dramón televisivo” sobrevivió a la desaparición del canal Hallmark y cada tanto entrega un nuevo exponente aun cuando sus tiempos de gloria hayan quedado bastante atrás. El nuevo se llama Crímenes y virtudes, y es uno de esos relatos donde todo, absolutamente todo sale mal: hay muertes, enfermedades psiquiátricas, accidentes, problemas de fecundación y, claro está, mucho hospital. Estrenado en el Festival de Sundance, el film de Tim Blake Nelson comienza, como no podía ser de otra forma, con una situación trágica. Es aquella en la que en un profesor universitario es atacado al llegar a su casa, hecho que a su vez oficiará como disparador para una serie de (¡ay!) historias entrelazadas con el aporte de un amplio elenco de figuras sobre varios los temas predilectos de los films de autopresumida trascendencia: la existencia, el rol en la sociedad, las relaciones humanas y un largo, larguísimo etcétera. Crímenes y virtudes es un ovillo de frases importantes siempre dichas en un tono grave y fastuoso por personajes que inexorablemente se verán sumidos en sus peores penurias que el guión encadena de forma caprichosa, causal antes que casual. Es lo que sucede cuando un director cree haberse sentado en un púlpito en lugar de una silla plegable.
En la línea de Crash, de Paul Haggis, que ganó 3 premios Oscar, esta película desarrolla una historia, la de Walter, profesor de filosofía de Columbia (el gran Sam Waterston) en su día de jubilación. Pero como Crash su estructura es coral, y alterna escenas sobre las historias de vida de otros personajes vinculados a Walter. Algunos de una forma clara -el hijo y su familia; la estudiante autodestructiva- y otros cuyo vínculo, trágico como se sabe desde la primera escena, se irá revelando por el camino. Con todos ellos, en una Nueva York invernal, el director y guionista Tim Blake Nelson no deja tema denso por tocar: cáncer, drogas duras y blandas, relaciones entre padres e hijos adolescentes, adulterio y desamor. Pero el que mucho abarca poco aprieta. Con varios de sus intérpretes desaprovechados, como Glenn Close, Crímenes y virtudes cae en los peores vicios psicologistas de los proyectos premasticados, concebidos para transmitir un mensaje -auch-, una lección o, como se termina por percibir aquí, algún tipo de sermoneo sobre esta sociedad, donde la vida de la más culta, sensible y sofisticada de las criaturas puede acabarse a la vuelta de una esquina. Con una estrategia así de densa, los personajes terminan reducidos a piezas de ajedrez y no bastan, para insuflarle vida, ni el carisma ni el profesionalismo de sus actores. Que es generoso.
FRAGMENTOS SOBRE EL SINSENTIDO Sería prudente, antes de lanzar afirmaciones críticas de cualquier índole, señalar que en el film de Tim Blake Nelson es difícil encontrar crímenes ejercidos por sus protagonistas y, mucho menos, un despliegue de virtudes. ¿Cuál fue el objetivo de la distribuidora para difundir este film bajo el título de Crímenes y virtudes? Hacer tal vez un contrapunto entre la negatividad del ser que contempla un crimen, cuando menos en potencia y, por otro lado, la virtud como positividad. ¿Será un comentario solapado del discurso existencialista que el propio film encierra? Muy probable aunque desacertado. El film está lejos de ser genial y original pero contiene una o dos genialidades. Una de ellas es efectivamente el título elegido por Tim Blake Nelson: Anesthesia. La definición de este término no refiere exclusivamente a la sustancia química que se aplica en los quirófanos en pos de una cirugía sino que también refiere a la ausencia de la sensibilidad, en general de una parte del cuerpo, que puede ser inducida por una sustancia pero también por una enfermedad o incluso por la hipnosis. Y esto es exactamente lo que se juega en la narración de este film, tanto en un sentido literal como metafórico. No se trata de expresar someramente que en el mundo contemporáneo vivimos anestesiados sino de exhibir algunos recursos que operan como muestra anestesia: las drogas ilegales, el alcohol, el sexo, el saber, el amor. Paradójicamente, algunos de estos recursos también funcionan como antídotos: el saber divergente contra el saber académico, el amor contra sexo y a la inversa. Y por supuesto, la autoflagelación como despertar al sinsentido de la vida. Crímenes y virtudes propone un cruce de diversas historias que se entrelazan en mayor o menor grado. Algunas se convierten en protagonistas mientras que otras son rezagadas y, esto es tal vez un punto divergente respecto de otros films multiplots, cada una de ellas posee un estatuto diferente en relación al encastre que da sentido al film como totalidad. De alguna manera, lo que acontece en la estructura es lo mismo que emerge en el discurso de los protagonistas, particularmente en el del profesor en filosofía Walter Zarrain quien resulta ser un experto de la escuela existencialista. Walter ha pasado más de treinta años reflexionando sobre el sin sentido de la existencia para terminar cuestionando la manera en que la propia reflexión nos aleja del encuentro del sentido que la totalidad de nuestra vida encierra. Pensar que nada tiene sentido nos aleja de la posibilidad de encontrar un sentido a lo que experimentamos. Por supuesto, la narración no da una respuesta clara a semejante enigma no resulto por la filosofía. Por momentos gana el discurso épico y positivo del profesor a punto de jubilarse. Por otros, el absurdo del comportamiento adolescente: dos hermanos que pasan sus tardes fumando marihuana en la terraza, se confrontan con el malestar que les produce la posibilidad de que su madre tenga cáncer. Y en otros escasos momentos, la desgracia de la negatividad absoluta se hace presente. Sophia, la alumna favorita del profesor, se lastima a sí misma como una manera de despertar de la miseria y la mediocridad que encierra la contemporaneidad. La contracara de este personaje es sin duda el de Jeff, un adicto a la heroína y el crack, quien vive la derrota de la existencia con una convicción casi desafiante. A estas historias se suman otras más predecibles como la de la mujer engañada que ahoga sus penas en el alcohol y la de su marido infiel, quien necesita viajes imaginarios a China para soportar su pequeña vivencia cotidiana. Poco interesa en Crímenes y virtudes las acciones porque ciertamente son muy pocas, salvo tal vez la escena inicial que detona el gran flashback del film. La propuesta está centrada en esta articulación antes descripta entre lo que adormece y lo que despierta, entre el sinsentido y las respuestas. Las acciones en cuanto tales no son significativas sino más bien ilustrativas. Esto tal vez sea otro acierto del film: no esperar de las grandes acciones el despertar en la comprensión, no suponer que en cada fragmento se encuentra una parte del sentido total emergente. No hay nada allí de esa índole, ni dentro ni fuera del film. Aún con el cruce de historias que la narración ofrece, Crímenes y virtudes es un ensayo compuesto por fragmentos y si fuéramos capaces de lanzarlos a la vida no contendrían más que experiencias sin trayecto predestinado. CRÍMENES Y VIRTUDES ANESTHESIA. ESTADOS UNIDOS, 2015. Guión y dirección: Tim Blake Nelson. Fotografía: Christina Voros. Montaje: Mako Kamitsuna. Música: Jeff Danna. Intérpretes: Sam Waterston, Kristen Stewart, Glenn Close, Corey Stoll, Gretchen Mol, Todd Freeman. Duración: 90 minutos.
Vidas cruzadas. La historia comienza cuando Waltor Zarrow (Sam Waterston) es apuñalado en una fresca noche de Nueva York. A partir de allí, la vida de más de una decena de personas (en serio, hay unos quince personajes) se van entrecruzando, revelando diferentes conflictos y problemáticas con un único leit-motiv: ¿de qué forma apaciguamos el dolor de estar vivos? En otras palabras: ¿qué utilizamos para anestesiarnos? Acá vale la siguiente aclaración. El título original es Anesthesia, que tiene bastante más sentido que la traducción elegida para Latinoamérica. Las comparaciones con la ganadora del Oscar del año 2004 (Crash: vidas cruzadas) y otras películas dramáticas de historias interrelacionadas (por ejemplo, The Air I Breath y Magnolia) es inevitable. Sobrecarga de protagonistas: Un gran problema de esta producción es la cantidad desmedida de personajes. Kristen Stewart volvió a su cara de nada y no aporta demasiado. Por otro lado, actores respetables como Corey Stoll (Peter Russo en House of Cards) o Glenn Close están sólo para sumar puntos al elenco (y fueron muy desaprovechados). Como hay tantos personajes, sus conflictos son apenas desarrollados y prácticamente nunca llegan a ser verdaderamente interesantes. Me gustó la relación extraña entre los dos hermanos, y la trama de los dos mejores amigos afroamericanos, pero el resto de las historias son bastante poco memorables. Crímenes y virtudes: Anestesiarse para no sentir. Otro detalle de Crímenes y virtudes que resulta irritante es que la película está constantemente buscando dar “lecciones profundas sobre la vida” de formas demasiados obvias y directas. Hay personajes que, literalmente, dan soliloquios de más de cinco minutos sobre la agonía, el sin-sentido de nuestra existencia y la necesidad de hacer cosas para dejar de sentir. En un momento –quizás el más ridículo de la historia– un negro drogradicto (y evidentemente poco culto) se pone a debatir filosofía avanzada con el profesor Waltor Zarrow. Me pareció el colmo. Entiendo que algunos de los personajes puedan tener pensamientos profundos, pero acá parece que son todos grandes pensadores modernos. No está mal escrita, y hay escenas conmovedoras y bien logradas, pero la película se esfuerza demasiado por mostrar un punto, y comete el error de decir todo y mostrar poco. Dice muchas palabras sobre cuestiones innegablemente sustanciales, pero falla en presentarlas de un modo realista, tangible y visualmente rico. Conclusión: Creo que Crímenes y virtudes es una película decente, con buenas actuaciones y un trabajo técnico correcto, pero no le agrega demasiado valor a este tipo de historias. No ayuda la sobrecarga de argumentos y un guión que escupe lecciones de moral de forma alevosa. Lamentablemente, otro film olvidable.
Historia coral que, de repetida, ya cansa La película empieza con un crimen, sí, pero sin ninguna virtud Walter es un primor. Todos los viernes, desde hace años, muchos años, para en una esquina del Upper West Side de Manhattan y le compra a un florista latino hortensias para su esposa, Marcia (Glenn Close). Pero este viernes no se las podrá entregar en mano. No es problema de delivery: lo apuñala repetidamente un hombre en la vereda. Así empieza Crímenes y virtudes, con un crimen, sí, pero ninguna virtud. Y no pesa tanto lo primero como sí lo segundo en el desarrollo del filme de Tim Blake Nelson, también actor, y que interpreta al hijo de Walter (Sam Waterston). Crímenes y virtudes (Anesthesia en el original) es el típico filme coral de historias corales y personajes que se cruzan en algún momento, que por repetido ya nos viene cansando. No es Magnolia, no es Ciudad de ángeles, es modesta. Eso se agradece. A Walter, profesor de filosofía existencialista de frases hechas, lo acompañan en el racconto -porque él tirado en el suelo desangrándose es el comienzo- una estudiante que se autoflagela (Kristen Stewart), un marido que engaña a su mujer, un drogadicto que no quiere recuperarse, un abogado negro que entabla relación con una colega blanca a la que enfrenta en tribunales, una madre harta de las mamás de la escuela, un adolescente por debutar sexualmente, una madre con un tumor en el cerebro, y algún clisé que pasamos por alto.
Uno de los puntos más altos en la trama son las actuaciones, cada uno se va destacando a su medida: Glenn Close como la esposa de Walter Zarrow interpretado por Sam Waterston, un profesor de filosofía que sufre un duro incidente en la calle, lleva flores y ante un encuentro casual le hace un pedido a Sam (Corey Stoll), un hombre infiel, que se encuentra con su amante y que le dijo a su esposa Sarah (Gretchen Mol), que se encuentra en un viaje por negocios. Por otra parte el hijo de Walter, Adam (Tim Blake Nelson), y su esposa, Jill (Jessica Hecht), están en crisis y a ella le diagnosticaron cáncer. Otros personajes guardan secretos, son adictos, sufren depresiones, decepciones, falta de vivienda y problemas con las drogas, entre otras situaciones. Esta es una historia coral que se ayuda con el flashbacks y tiene momentos emotivos.
Filosofía barata El caso de Tim Blake Nelson, actor que pasa a la silla de director, junta un par de amigos y filma Crímenes y virtudes (2016), una pretenciosa película coral, es el ejemplo ideal para abarcar este opus de carácter televisivo que por esas cosas llega a la pantalla grande. Según palabras del propio director, una de las ideas base es reflejar la dicotomía entre comunicación e incomunicación en el escenario de la ciudad de Nueva York, espacio urbano por excelencia que resalta además el conflicto de los personajes entrelazados por alguna característica, pero no por un relato cohesionado como debería ser.
Melancólica reflexión sobre la soledad En vísperas de su jubilación, un profesor de Filosofía, hombre bueno que ha vivido honestamente, camina rumbo al hogar con un ramo de flores para su esposa. De pronto advertimos que ha sido malherido en la calle, quizá por un ladrón. La gente de un edificio sale a socorrerlo. Más allá hay otro hombre caído. Luego sabremos los detalles del hecho. Primero hemos de retroceder un poco en el tiempo. Alguien está pasando la noche en cama ajena. Una mujer bebe para soportar la realidad. Una joven en crisis depresiva siente que no es para este mundo. Un matrimonio también joven enfrenta el fantasma de la enfermedad terminal. Dos adolescentes quieren hacer su vida, ajenos a lo que ocurre. El profesor da una hermosa clase de despedida, y sus alumnos aplauden emocionados. Y alguien va camino a la muerte sin saberlo. Con estos personajes, Tim Blake Nelson desarrolla una melancólica reflexión coral sobre la soledad, la felicidad, la búsqueda de una razón para vivir, nuestra mezquina indiferencia y el bloqueo de los sentimientos. El título original es "Anesthesia". Acá le pusieron "Crímenes y virtudes" para que el espectador suponga una relación con "Crímenes y pecados". Hay ciertos puntos en común: historias paralelas, la gran ciudad, el dolor de la incertidumbre, la angustia moral y existencial. Y, de hecho, el nudo de la historia encierra unos crímenes. La diferencia es que, además de plantear los pecados, varios personajes desatan ciertas virtudes necesarias para vivir en sociedad (y también necesarias para que el público se sienta mejor). Otras diferencias se dan por descontadas. Tim Blake Nelson no es Woody Allen ni pretende serlo. Y tampoco es Terrence Malick, aunque a veces caiga en el uso de frases poéticas medio tristonas. Pero tiene lo suyo, parece sincero, dice cosas importantes, sabe crear un clima, reunir un buen elenco y dirigirlo como corresponde: Sam Waterston, Glenn Close, Kristen Stewart, Corey Stoll, Ivan Goris, Rob Morgan y K. Todd Freeman se lucen. Él también, en un personaje lateral llamado Adam.
Producción heredera directa de “Historias cruzadas” (2004), la ganadora del premio “Oscar” de la academia de Hollywood, todo transcurría en Los Ángeles. Ahora en versión New York, donde lo coloquial se transforma en discurso filosófico. La historia abre con una escena que luego, sobre el final, retomará para dar lugar a una explicación innecesaria. Walter Zarrow (Sam Waterson) está regresando a su casa, compra un ramo de flores, tiene un encuentro casual con gente, todo narrado sin dialogo, sólo con música empática que le da cierto candor a la imagen. Se produce un retorno temporal y vemos a Walter despidiéndose de sus alumnos universitarios luego de 34 años de docencia, profesor de filosofía, con un discurso bastante nihilista. Eso se refleja a lo largo de toda la proyección Historias de personas que se cruzan en una ciudad deprimente y depresiva en que el contacto humano parece haberse perdido. Esa es la mirada del director, pero, de lo particular a lo general, sin procesamiento alguno, como si cada uno fuese fiel reflejo del todo. Nos encontramos con Sophie (Kristen Stewart), una joven estudiante, inteligente, brillante, que se interroga sobre los mismos conceptos, no encontrando respuestas a la insensibilidad, acudiendo a su propio cuerpo para tener algún tipo de sensación, sentido, darse existencia. En esa misma realidad se encuentran los otros personajes, demasiados, vidas perdidas, drogas, violencia, enfermedades varias, hasta un dejo de discriminación y miedo. Maridos con amantes, esposas despechadas que se vuelcan al alcohol, hijos a la deriva, adolescentes, hermanos entre si, olvidados por sus padres, consumidores de marihuana y discutiendo sobre el sentido o no de la vida. Todo en un contexto de “Filosofia en el tocador” (Marques de Sade), elegante pero sin la profundidad del escritor fancés. Posiblemente el más rico de los personajes sea Joe (K.Todd Freeman), un adicto al crack que ha perdido el rumbo mientras su amigo del alma desde la infancia, Parnell (Rob Morgan), es un reconocido abogado. Todo huele a demasiado pretencioso en un filme que no deja de ser calido, que se deja ver, hasta seduce más que atrapa. El mismo director se guarda un personaje para si, hijo de Marcia (Glen Close) y el mismísimo profesor, marido de una mujer con posibilidad de estar circulando por una enfermedad terminal todavía sin diagnostico. Demasiados temas y circunstancia en muchos personajes que no terminan de desarrollarse lo suficiente como para darle carnadura a los mismos. A medida que avanza el relato, se torna más insustancial y previsible. Sin embargo, y pese al poco tiempo en pantalla, Kristen Stewart compone de maravilla su personaje, quizás lo mejor del filme. Todas las actuaciones son de un nivel superlativo, creíbles, salvo Sam Waterson que tiene durante todo el proceso sólo dos rostros, sonríe o no, y una sola mirada. Luego de ese retorno a un tiempo anterior, el clásico flash back, la cinta transita por una estructura lineal, progresiva, casi una circulación con destino de tragedia, que nos anticiparon el final al principio, pero todavía quedaba lugar para un par de golpes bajos, con música en piano, para ser más redundante la empatía. Si la idea era ir tras nominaciones de la academia, por ahí lo logra la joven que dejo de ser una promesa, pues ya es una realidad. Nada sería tan grave si la película no intentara sostenerse como un “Resumen Leru” de filosofía para principiantes, en el que cada personaje estuviera yendo al compás del monologo del profesor y los espectadores se preguntaran sobre que tanto habló. Demasiado pretenciosa, de resultado vacuo, aunque se deja ver.
LA ANESTESIA QUE MEJOR DUERME Jamás entenderé el criterio de los responsables de las distribuidoras al traducir los títulos del original. Sobre todo porque en este caso Anesthesia es inmejorable en todos sus sentidos. De manera bien intencionada porque la película habla de esa parte dormida que tenemos todos y nos hace ir por la vida insensibilizados hasta que algo nos parte como un rayo y las cosas comienzan a cambiar, a veces de manera casi imperceptible pero sin dejarnos enteros ya nunca más. Y en el modo cruel, Anesthesia le viene como anillo al dedo porque puede llegar a dormirnos más rápido aún que la propia droga y quizás tan profundamente como para soportar una operación a corazón abierto. En todo caso Crímenes y virtudes tiene un solo crimen (o un par si se computa por víctimas) y de virtudes algunas que tampoco servirían en conjunto como para justificar el contenido de la historia. El profesor Walter Zarrow, a punto de jubilarse, es atacado de gravedad cuando va camino a su casa luego de cumplir un ritual en el cual le compra un ramo de flores a su esposa. Pide ayuda en un edificio de departamentos y consigue la atención de un habitante ocasional (Corey Stoll) que interrumpe un encuentro con su amante para auxiliarlo. Luego de este comienzo intrigante, la historia comienza a vagar (y a divagar) por diálogos y escenas breves de muchos personajes de distintas generaciones, cuya conexión con Zarrow es muy cercana o familiar, a excepción del sujeto que lo ayuda en ese incidente. Todo esto sucede a modo de precuela de esa primera escena en la que sabemos la suerte final del profesor, al menos hasta que se retome el hilo minutos después. El problema mayor pasa por la poca profundidad a la que puede llegarse como límite al dispersar tanto el protagonismo. De las historias corales que vi debe ser la que más reparte en atención entre sus personajes. Tanto que no llega a desarrollarse ninguno -salvo quizás el de Zarrow- como para que el espectador pueda empatizar un poco con cada situación. Todos son simpáticos y agradables, recitan con gran capacidad de análisis filosófico y pensamiento, son mordaces pero, a pesar de todas esas “virtudes”, mortalmente aburridos al ser empalmados con tanta torpeza argumental. Nada malo puede decirse de las actuaciones a las que Blake Nelson presta mucha atención, ni de su propio ego ya que se reserva un papel discreto a pesar de ser director y guionista, pero no así de la pretenciosidad del mensaje ni de la evolución dramática de ese conjunto de sketches que de tan uniforme resulta plano y soso. Volviendo al tiempo en pantalla de cada personaje y/o a su relevancia, Kristen Stewart tiene lo mismo que sus pares pero queda como la más descolgada haciendo de la estudiante depresiva de Zarrow, teniendo en cuenta que casi todos los demás son familiares del profesor. No está mal ni descolla y sin su presencia la película sería lo mismo. Aunque a decir verdad, quitando de a uno por vez es probable que pase de igual manera. Siempre a excepción de Zarrow (Sam Waterston, de The newsroom) cuya solidez interpretativa acaso nos dé el mínimo interés necesario para llegar al final. Glenn Close, Corey Stoll y Gretchen Moll completan un elenco interesante pero no logran remontar con su buen trabajo algo tan lleno de languidez y sensiblería discursiva. Ni siquiera la cámara nos enseña nada interesante, jugando a completar el argumento repitiendo la misma escena en distintos planos. Un puzzle de recursos tan obvios que bordea la subestimación. En definitiva, Crímenes y virtudes nos deja la enseñanza amarga de que mejor que hacer planes es vivir el momento porque la vida es corta, efímera y de final incierto. Tanto que debiera recomendar -de manera enfática- aprenderlo de otra manera mucho menos aburrida.
En “Crímenes y Virtudes” (2015) Tim Blake Nelson apuesta a jugar con la narración coral y con el flashback para construir un desgarrador relato sobre las relaciones humanas, aquello que se dice, y aquello que no se dice también. Cuando un profesor universitario ve cómo su futuro es modificado a partir de la conexión con el resto de los seres que lo rodean, nada lo haría pensar que justamente ese entorno verá inevitablemente su dolor y su retraimiento. Porque justamente tras el hecho desencadenante de todo, las historias se entrecruzan, conformando un espiral de sentimientos y emociones que nunca termina por cerrarse, ni siquiera al final. Blake Nelson es un realizador que configura sus relatos desde una mirada detallista, en la que no importa tanto el tempo narrativo, sino que prima la solidez de los diálogos y las situaciones que presenta delante de la pantalla. Así, asistiremos a una serie de situaciones que podrían haber lindado el trazo grueso, si es que así lo hubiese preferido, pero no, su decisión de empoderar a los personajes, gratamente, potencia la propuesta. Si el profesor universitario decide que el retiro es aquello que puede sumar aún más afecto al vínculo con su mujer, a quien le regala flores cada viernes, el hijo de éste ve como su vida puede cambiar al someterse su mujer a una intervención quirúrgica para extirparle un tumor. Y entre esos hechos, de los cuales sólo mencioné dos, la habilidad del guión consiste en ir desasnando cada parte del cuento sin afectar al resto de las historias, pero deteniéndose en aquellas que narrativamente pueden funcionar mejor. El título local refiere un poco también a aquellas cuestiones que dentro del seno familiar suceden, y que muchas veces no se ven puertas afuera más que cuando el conflicto deja de implosionar dentro de la casa. Por eso “Crímenes y Virtudes” bien podría haber sido otro tipo de relato, pero el director, al ponerse delante y detrás de la cámara, suma su experiencia en films con grandes realizadores y eso se nota porque hay una mirada particular y a la vez universal sobre los conflictos. Hacia el final la película va perdiendo consistencia, y cuando la tragedia empieza a reclamar su lugar en la propuesta, es en donde todo parece precipitado y derivado en otra cosa, diferente a la propuesta inicial. La participación de Glenn Close, tan precisa en los pocos segundos en los que actúa, como el resto del elenco, un actor mejor que otro, un seleccionado único de talento que incluye a Nelson, Kristen Stewart, Corey Stol, Sam Waterston, entre otros y que sostienen con habilidad la trama. “Crímenes y Virtudes” podría haber sido un gran filme, pero se queda con algunas inconsistencias y caprichos narrativos que atentan contra el total, igualmente, así y todo, sus ideas son bienvenidas para la cartelera de estrenos.