Crímenes y virtudes

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Historia coral que, de repetida, ya cansa

La película empieza con un crimen, sí, pero sin ninguna virtud

Walter es un primor. Todos los viernes, desde hace años, muchos años, para en una esquina del Upper West Side de Manhattan y le compra a un florista latino hortensias para su esposa, Marcia (Glenn Close). Pero este viernes no se las podrá entregar en mano. No es problema de delivery: lo apuñala repetidamente un hombre en la vereda.

Así empieza Crímenes y virtudes, con un crimen, sí, pero ninguna virtud. Y no pesa tanto lo primero como sí lo segundo en el desarrollo del filme de Tim Blake Nelson, también actor, y que interpreta al hijo de Walter (Sam Waterston).

Crímenes y virtudes (Anesthesia en el original) es el típico filme coral de historias corales y personajes que se cruzan en algún momento, que por repetido ya nos viene cansando. No es Magnolia, no es Ciudad de ángeles, es modesta. Eso se agradece.

A Walter, profesor de filosofía existencialista de frases hechas, lo acompañan en el racconto -porque él tirado en el suelo desangrándose es el comienzo- una estudiante que se autoflagela (Kristen Stewart), un marido que engaña a su mujer, un drogadicto que no quiere recuperarse, un abogado negro que entabla relación con una colega blanca a la que enfrenta en tribunales, una madre harta de las mamás de la escuela, un adolescente por debutar sexualmente, una madre con un tumor en el cerebro, y algún clisé que pasamos por alto.