Hombres de la revolución La propia característica de la Unión Soviética y del comunismo ha convertido en una tarea compleja llevar a la pantalla el experimento soviético en Rusia, teniendo en cuenta la idiosincrasia rusa, la historia del país y de la revolución, las guerras civiles, las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la hambruna, la colectivización forzosa, las purgas, los cambios de gobierno y la dictadura sangrienta y férrea que impuso el régimen stalinista a partir de la década del treinta. Lo interesante de la propuesta de Crímenes Ocultos (Child 44) es que intenta retomar, en un poco más de dos horas, estos acontecimientos en una superproducción con reminiscencias de las novelas de espionaje, las tramas policiales y el drama social y personal.
Caníbales en el paraíso La historia de Leo Demidov (Tom Hardy) tiene como marco el régimen genocida comandado por Stalin en la Unión Soviética. Le conocemos como un niño durante el Holodomor -hambruna propiciada por Stalin para matar a millones de ucranianos-, y como adulto y miembro del servicio secreto ruso en 1953, año de la muerte del líder soviético. Lo que comienza como un retrato de la ferocidad del régimen no tarda en convertirse en un relato sobre un asesino serial, lo que distrae y anula la más interesante cuestión de fondo. Así, Leo pasa de ser un fiel agente del régimen a un héroe con mucho de americano y poco de soviético que busca develar que en ese paraíso construido por Stalin sí hay asesinatos, algo tan propio del capitalismo. Todo el filme -bien ambientado, por cierto- se convierte en una aventura más de un heróico sujeto que lucha contra todo lo que se le opone, para conseguir justicia y reivindicarse pese a su condición de alcahuete del sistema. De paso, la construcción de personajes villanescos en el rol de uniformados rusos malvados parecen querer exculpar al régimen estalinista de sus crímenes, como si estos hubieran sido perpetrados por descarriados crueles y no por las directivas del propio estado. Imaginen un filme sobre el nazismo planteado en semejantes términos. Definitivamente, Hollywood tiene un forma muy peculiar de ver, y presentarnos, la historia. Para terminar, un final que desde nuestra propia memoria histórica podremos apreciar como indignante, y evaluar la banalidad con la que se abordan ciertos temas en el cine estadounidense.
Un asesino serial real inspiró la novela de Tom Rob Smith, en la Rusia soviética, donde tuvo 12 años de impunidad, porque para Stalin, no había crímenes en el paraiso comunista. Con una visión despiadada de esos años, el director Daniel Espinoza, con guion de Richard Prince, y un elenco increíble, no logra una pelicula que pintaba para deslumbrar. Un problema de fluidez en el relato, la verdad de las motivaciones de los protagonistas y pasos en falso en el final, hacen que el film no sea lo que esperamos. Se gana las tres estrellas por los actores Tom Hardy, Noomy Rapace y Gary Oldman encabezando.
Cruza de géneros con mal resultado Esta transposición del best seller publicado en 2008 por Tom Rob Smith es una anomalía (en más de un sentido) dentro del cine actual. En principio, porque cada vez se filman menos épicas históricas de estas dimensiones, sobre todo si, como en este caso, están ambientadas durante el estalinismo soviético. Y, también, porque a pesar de los talentosos artistas contratados (Daniel Espinosa, que venía de dirigir el exitoso thriller Protegiendo al enemigo; Ridley Scott en la producción; el cotizado escritor Richard Price como guionista, y un elenco multinacional pletórico de figuras) todo lo que podía salir mal? resultó peor. La cosa ya arranca de manera preocupante cuando escuchamos que el film está hablado en inglés, pero con un ridículo acento ruso (los actores son obligados a pronunciar mal las erres y las eses). Sin embargo, esa absurda decisión artística será el menor de los problemas que este film solemne, obvio y torpe acumulará durante sus extenuantes 137 minutos. Tras un par de prólogos (la hambruna de 1933 que mató a unas 25.000 personas por día y la toma de Berlín en 1945), la acción se sitúa en la Moscú de 1953, pleno imperio del terror de Stalin. El protagonista es Leo Demidov (una esforzada actuación de Tom Hardy, lo mejor del film), un ex héroe del Ejército Rojo devenido jerarca de la policía secreta, precursora de la KGB. Sin embargo, cuando todo parecía esplendoroso para Leo, una de las tantas investigaciones internas (estamos en el imperio de la delación, la tortura y la purga) termina con él y su esposa, Raisa (Noomi Rapace), desacreditados y desterrados en la aislada y sórdida zona de Volsk, donde con la ayuda de un general (Gary Oldman) empezarán a seguir la pista de un asesino serial de niños. Thriller psicológico, drama romántico, épica histórica, film de espías, película de propaganda, Crímenes ocultos intenta abarcar todo eso (y más) con resultados entre desconcertantes y fallidos. Se agradecen los esfuerzos de semejante epopeya cinematográfica, pero el balance final es muy poco estimulante.
De Rusia con horror Los “errores” históricos en la denuncia del sistema soviético desvían la atención sobre un caso bestial. Para jugar con la Historia, en el cine o en cualquier expresión cultural, se necesitan conocimientos sólidos, posiciones firmes, dudas intensas, tal vez ideas revolucionarias. De lo contrario, el cine incurre en un riesgo innecesario o en una operación fácil de desnudar. Algo de eso sufre Crímenes ocultos, la nueva película del sueco chileno Daniel Espinosa. Sabe llevar la historia Espinosa, pero es turbio el entramado de su historia. Un policial en la Unión Soviética, en el período más duro del comunismo, se pierde en las descripciones de pseudos macartistas rusos, en un filme anclado temporalmente en los años del stalinismo. El guión sitúa el comienzo de esta historia en los años 30, en un orfanato soviético donde los niños sufren las peores vejaciones. De allí salen dos protagonistas clave. Uno de ellos, Leo (Tom Hardy) se convierte en héroe de guerra, cuando en 1945 hace flamear la bandera roja con la hoz y el martillo en la Berlín nazi. Y será pese a todo el héroe de esta historia. Porque de Berlín volvemos a la URSS, a un mundo pintado como bestial, en el que asesinan a opositores y encubren homicidios porque “viven en el paraíso” y eso otro sólo ocurre en el capitalismo. Por decisión o por miedo, son todos secuaces de Stalin, unos más crédulos que otros. Entonces aparece otra historia, basada en un drama real, la del carnicero de Rostov, implantada en los días de Stalin para evidenciar definitivamente la falta de rigor del filme. Se dirá que es ficción, pero tirarle este asesino de niños que descuartizó a media centena de chicos en los años 80 a un cuestionable período histórico de la ex URSS no es un dato menor. Menos ahora que se viene la celebración por los 70 años de la derrota nazi. Dicho esto, hay actuaciones brillantes como la de Tom Hardy o Noomi Rapace, cuyos personajes construyen su relación a la sombra de un mundo decadente. También Gary Oldman, pero sus méritos se esfuman en un drama amañado. ¿Qué historia quiere contar Espinosa? ¿Demonizar a Stalin, tirarle más muertos a Stalin? El peso de aquella realidad es de tal gravedad que contrasta con el aprovechamiento de un thriller pochoclero. Hay demasiadas miserias humanas, para qué tergiversarlas.
Crímenes ocultos es una producción de Ridley Scott que adapta la novela de suspenso "Child 44" del escritor inglés, Tom Rob Smith. La trama estuvo inspirada en el caso real de Andrei Chikatilo, también conocido como "La bestia de Rostov", uno de los asesinos seriales más prolíficos de Rusia. Esta historia la trabajé en detalle en una crónica policial de mi blog hace unos años (ver Dato Loco). El caso Chikatilo es tremendo y uno de sus aspectos más escalofriantes fue que el criminal pudo operar con impunidad durante muchos años, gracias a la enorme burocracia de la Unión Soviética a fines de los años ´70 y la falta de experiencia que tenía la policía rusa en este tipo de investigaciones. La propuesta del escritor Smith adaptó la historia real a comienzos de los años ´50, durante el régimen de Joseph Stalin. No leí "Child 44" pero después de ver Crímenes ocultos me quedó la duda si la novela será tan tonta como esta película o la pifiaron en la adaptación. El inconveniente de este film es que presenta una propuesta que tenía muchísimo potencial para brindar un gran thriller y la dirección estuvo a cargo de un director que nunca supo qué quería hacer con esta historia. El realizador chileno-sueco Daniel Espinoza enfocó gran parte del film en mostrar la brutalidad del régimen comunista desde una visión muy norteamericana. Todos los rusos son representados como zombis miserables que se comportan como androides mecánicos y apenas demuestran emociones humanas. Motivo por el cual cuesta bastante conectarse emocionalmente con los personajes de este film. Resulta todavía peor el modo en que encaró la investigación del asesino serial que parece salida de una serie de televisión mala de los años ´80. Tom Hardy, lo único positivo de este estreno, interpreta a un agente secreto de la policía soviética que decide enfrentar a sus superiores para capturar al asesino serial que el estado ruso pretende esconder. La narración de Espinoza se centra demasiado en los problemas personales del protagonista y descuida la investigación de los crímenes que era el gancho principal de esta propuesta. La película dura 137 minutos y cuando llega el momento de la resolución del conflicto, Crímenes ocultos decepciona con una serie de clichés hollywoodenses que arruinaron por completo esta propuesta. El film se basó en una de las crónicas policiales más escalofriantes de las últimas décadas y la trama de este film nunca llega a desarrollar la historia personal del asesino. Tampoco ayudó que la motivación que tiene el personaje para cometer los crímenes fuera completamente simplificada. La presencia e interpretación de Tom Hardy es lo único que hace llevadero a este film, pese al falso acento ruso que usó el actor, que lo hace sonar como un villano de James Bond de los años ´60. Gary Oldman, quien siempre es un placer de ver en el cine, lamentablemente aparece cinco minutos en la película y su personajes encima resultó completamente intrascendente dentro del conflicto principal. Lo convocaron para sumar un nombre en el afiche, ya que su trabajo es más que nada una participación especial. El concepto que presentaba Crímenes ocultos era interesante pero fue desaprovechado por un director que presentó un thriller policial sin suspenso. Una lástima porque el reparto reunido y el caso real en que se inspiraba tenía los condimentos necesarios para brindar una película superior dentro de este género. EL DATO LOCO. En este link pueden conocer la verdadera historia de Andrei Chikatilo, el asesino serial que inspiró la novela "Child 44".
Buen thriller épico, pese a convenciones En 1971, Roger Corman abandonó su carrera de director y se dedicó exclusivamente a la producción por una cuestión de acento relativa a su excelente "El Baron Rojo" ("Von Richthofen and Brown") que narraba el duelo entre dos aviadores de la Primera Guerra Mundial, el legendario aristócrata alemán y el plebeyo canadiense que finalmente lo venció. Sin contar con mucho presupuesto, la idea de Corman era darle realismo al film haciendo que los anglosajones hablen en su idioma y los alemanes en el suyo, con sus diálogos subtitulados en inglés. Los distribuidores le dijeron que eso era imposible, que los subtítulos eran veneno para la taquilla. Por lo tanto todos debían hablar en inglés. Corman filmó la película con todos los actores, incluyendo los personajes alemanes, hablando en inglés neutro, pero eso también era un problema: la convención obligaba a que los alemanes hablen en inglés, pero con el típico acento alemán de los eternos villanos hollywoodenses de origen extranjero. Corman se hartó, y dejó de dirigir. Casi medio siglo después, ese tipo de convenciones no han sido abandonadas, al punto de que el elenco internacional lleno de excelentes actores de "Child 44" hacen de soviéticos que hablan en inglés con distintos niveles de forzadísimo acento ruso que por momentos casi arruina este original thriller épico, histórico y político. Hay momentos en los que Gary Oldman y Tom Hardy parecen salidos de alguna comedia como "Top Secret" de los hermanos Zucker, o incluso podrían ganarse un puesto de agentes de Kaos en alguna nueva remake de "El agente 86". A pesar de este problema, que a veces se suaviza, pero a lo largo de las dos horas de proyección reaparece con toda la furia, "Crímenes ocultos" es un film para ver, básicamente debido a que el guión de Richard Price (un talento últimamente relegado a la pantalla chica) realmente logra capturar la idea de la pesadilla de la era stalinista, con el agregado de que en medio de las purgas y delaciones interminables hay un asesino serial dedicado a matar niños con la mayor impunidad. Esto porque en el paraíso socialista no existe el crimen, por lo que un niño asesinado debe ser necesariamente víctima de algún accidente. Sólo que tal como indica con precisión el título original, los cadáveres de niños se van acumulando por docenas hasta llegar al número en cuestión. Tom Hardy es un héroe de guerra con un papel protagónico en la caída de Berlin, algo que hacia 1952 le da una posición cómoda, lo que no impide que haya alguien dedicado a espiarlo a él y especialmente a su mujer (Noomi Rapace) sospechada de actividades contrarrevolucionarias. Algo de lo que en realidad todos los millones de rusos tambien son eternamente sospechosos. En ese contexto, la decisión de tratar de atrapar al psicópata asesino de niños es un verdadero acto de traición, y justamente esta lucha por adaptarse a un mundo horrible o hacer lo correcto es lo que vuelve realmente atractiva esta historia. La dirección de Espinosa no siempre sabe resolver con la tensión adecuada esta progresión dramática, pero cuando lo logra, aprovecha al máximo el talento de los actores, especialmente de Gary Oldman, que se luce como un oficial que se atreve a ayudar al protagonista en la caza del psicópata. La película es un poco más larga de lo necesario, algo comprensible dadas las distintas subtramas entrelazadas, pero tanto en la ambientación de época como en los momentos de acción y las grandes escenas épicas (ésta es una producción de Ridley Scott) siempre hay algo digno de ver, aun dentro del tono sombrío necesario para acentuar la pesadilla stalinista. En este sentido, la fotografía de Oliver Wood tiene climas visuales excepcionales. En contra del film se puede decir que, para ubicar al espectador en ese momento histórico, el director a veces carga demasiado las cosas, casi como si fuera un film de propaganda anticomunista del siglo pasado. Por otro lado, si la crítica de un pasado lejano molestó tanto al ministro de Cultura ruso como para prohibir la exhibición del film que se iba a estrenar en Moscú semanas antes del 70 aniversario de la caída de Berlín- es que evidentemente las purgas del paraíso stalinista siguen siendo algo para recordar. O tal vez lo que en realidad molestó fue el inglés con acento ruso.
La historia, basada en hechos reales, cuenta con el suficiente gancho como para atrapar a los amantes del suspenso y el crimen. Sin embargo, y a pesar de tener un arranque arrollador, el filme se diluye en largas escenas de diálogos, en ahondar en la relación de la pareja protagónica mas que en la investigación y caza del serial killer. Estéticamente la cinta esta lograda, recreando atmósferas oscuras y turbias. El elenco es un verdadero dream-team: La presencia en una misma cinta de TOM HARDY, NOOMI RAPACE, GARY OLDMAN, VINCENT CASSEL y JOEL KINNAMAM bien valen el precio de una entrada. De haber contado con un director más experimentado detrás de cámaras, CRÍMENES OCULTOS seria una cinta redonda y cien por ciento disfrutable.
Rusia, pleno régimen Stalinista. Leon Demidov es el mejor investigador de su región. Luego de encontrar a un traidor ruso, se le encomienda la misión más difícil de su vida, investigar a su propia esposa. A medida que Leon y su amada Raisa son degradados a un pueblo olvidado; da de lleno con un asesino serial de niños. El problema es que, como reza la frase, Rusia es el paraíso, y en el paraíso no hay asesinatos. Tengo que serles sincero, le tenía muchas ganas a esta película, y quizás mi opinión se base más en la decepción que me dio que algo mucho más objetivo. Y creo que cualquiera, al ver el tráiler de un policial ambientado en la Rusia socialista donde en el reparto tenemos a gente como Tom Hardy, Gary Oldman o Vincent Cassel; espera como mínimo una buena película y de ahí para arriba. Lamento decirles que no es así. No leí la novela en que se basa este film, así que no sabría decir si es culpa del material original, o si el guionista se vio desbordado por tantos sucesos que pasan en la trama, y por eso parece no saber qué hacer con las (por momentos bastante largas) dos horas de duración de la película. El mayor problema que tiene es el guion, es que no define a cuál de sus dos grandes tramas darle prioridad. Por un lado tenemos la degradación de Leon en el régimen, donde siempre se nos muestra claramente que es debido al odio y la envidia que siente un soldado de rango similar por él y sus amigos. Y por otro lado, está la historia del asesino serial, la investigación de averiguar quién es, todo de forma clandestina debido a que la ideología socialista no admitía homicidios dentro de sus fronteras. Y por eso mismo, el final (sin entrar en demasiados detalles) resulta tan anti climático y forzado. Y todos sabemos que cuando el final falla, la imagen general del film se desdibuja bastante. En una historia así, poco puede hacer un elenco que además no se luce como uno suponía. Tom Hardy sabemos que rinde en casi cualquier papel que se le ponga, y pese a que su acento ruso parece forzado al principio, uno se termina acostumbrando. Gary Oldman no desentona, pero la verdad es que, al menos yo, de este actor siempre espero un plus que acá no da. Si son fanáticos del ya nombrado Vincent Cassel, no se ilusionen porque lo van a ver en pantalla poco y nada. Quizás sea Noomi Rapace la que logra sacarle algo de provecho a su personaje y a la sub trama que la tiene como protagonista. 2imagen Es una pena que Crímenes Ocultos sea tan irregular, porque es una película con un enorme potencial desde la historia y el reparto, pero por alguna razón parece que todos los involucrados hubieran hecho la película para pasar por caja, cobrar el cheque e ir a proyectos que les interesara más. En una época donde el cine está lleno de superhéroes o expertos conductores de autos que desafían las leyes de gravedad, Crímenes Ocultos podría haber sido la mejor opción para el que quería ver algo diferente, pero termina quedándose en un film del montón, de esos que a fin de año nadie va a recordar. Una pena.
La decisión del sueco Daniel Espinosa de adaptar a la pantalla grande la novela Child 44 es extraña, viniendo de una carrera dentro y fuera de Suecia encaminada en el thriller de acción con Snabba Cash: Easy Money y, ya en tierras anglosajonas, con la interesante Safe House. Pasar de la acción a raudales a un thriller político en la era stalinista funciona como paso al costado para el director, ya que Child 44 resulta extremadamente densa y demasiado larga para aguantar su pesimista y mórbida trama. Dentro de ella hay una o varias grandes historias, pero la mezcla de tramas y la no firmeza que se genera al no apoyar sólidamente los pies para uno u otro lado hacen que la atención del espectador pierda fuelle y se termine aburriendo en el camino. Y con semejante argumento, es difícil que se pierda el foco. En medio de una horripilante seguidilla de muertes infantiles, hay una cortina de humo que propone el gobierno, ya que el asesinato no es algo que ocurra bajo su atenta mirada, y es más propio de otras latitudes capitalistas. Ya con ese dato es suficiente para captar todas las miradas y más si el protagonista está interpretado con todas sus aptitudes actorales por Tom Hardy, quien se encuentra a gusto en papeles de este estilo. Hardy es Leo Demidov, un militante de la causa que tiene fe ciega hasta que se demuestra todo lo contrario y, por ir contracorriente, es desviado de su investigación para poner el foco en su propia familia, ya que su esposa es tildada como una traidora al sistema. Entre una trama y la otra fluye el film, salpicado con un elenco de excelente nivel que lamentablemente no lleva a ningún lado. Hardy y Noomi Rapace vuelven a compartir escenas luego de su pasada por The Drop, y tienen el suficiente carisma para sacar adelante su parte, mientras que virtuosos como Gary Oldman, Vincent Cassel y hasta Joel Kinnaman venden con muchas ganas sus papeles de época. Pero el naufragio ocurre desde el guión y la dirección, al intentar Espinosa y su guionista Richard Price abarcar mucho y enfocarse en poco, hasta adicionar un par de escenas de acción que no combinan para nada con el tono político y policial que se vino cimentando desde el comienzo. Así, Child 44 termina siendo un film fallido, que tiene virtudes por sobre su inspirado elenco, pero al final se queda corto con tantos aires de grandeza que tiene. Más allá de la promesa de su trama, no hay mucho más que un par de potentes escenas dramáticas y la ilusión de una historia bien contada.
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Entre la política y lo policial Algunos afirman que el comunismo tenía muy buena prensa, pero no todos saben la hambruna y la cantidad de muertes que provocó en algunos pueblos, mientras Stalin imponía su regimen. En esta historia, un pequeño que perdió a sus padres en una de esas hambrunas, es criado por un jerarca ruso, que lo rebautiza Leo, y lo convierte en un soldado. Con los años, el niño termina siendo considerado un héroe durante la toma de Berlin en la segunda guerra mundial. Leo llega a ser un agente del Servicio Secreto de la Policia Soviética. Días después de que un ahijado suyo es asesinado, se lo envía a decirle a la familia que fue un accidente, ya que “en el paraíso no hay crímenes”, como decían los soviéticos. Al mismo tiempo, es obligado a espiar a su propia esposa. Cuando Leo no la denuncia, son enviados a un sobrío lugar en el que descubren que este pequeño ha sido el número 44 de la cantidad de niños asesinados. “Crimenes ocultos” es un film que mezcla demasiado la política con lo policial sin definir si es solamemnte la denuncia, que pocos hacen, sobre los primeros años del comunismo. Este vaivén entre la política y los crímenes, saca el eje al espectador, logrando que no tome interés por uno u otro aspecto de la historia. La película podría ser excelente, por sus grandes actuaciones y su buen ritmo, pero falla en la indefinición de género.
Llega Crímenes ocultos. El nuevo film del director de Protegiendo al enemigo es una adaptación de la primera novela de la trilogía creada por Tom Rob Smith. Nace una nueva franquicia creada a partir de Best Sellers. Esta vez, la acción sucede en la Unión Soviética a mediados de los años ´50, y toma como punto de partida una sucesión de asesinatos inspirados en hechos reales. El director sueco Daniel Espinosa –Protegiendo al enemigo– tomó la realización de este proyecto producido por Ridley Scott y cuya adaptación quedó en manos del prestigioso script doctor, Richard Price (El color del dinero, El rescate). La trilogía literaria tiene como protagonista a Leo Demidov, un huérfano de la revolución rusa, convertido en héroe durante la segunda guerra mundial, y actual miembro de la policía militar soviética. Leo fue abandonado de niño y criado por militares. Su función es encontrar traidores dentro de la Unión Soviética, que sean espías para occidente. A diferencia de un colega suyo, Vasili –Joel Kinnaman- Leo tiene un punto de vista más humanitario para atrapar criminales y cree en el sistema de justicia. Cuando empiezan a aparecer cadáveres de niños desnudos y ahogados al lado de las vías de los trenes, el ejército prefiere no hablar de un asesino en serie e individualiza cada crimen culpando a accidentes o traidores al partido. “En el paraíso (la URSS) no hay asesinatos”, es el lema del partido. La investigación del caso pone en riesgo el matrimonio del protagonista, al punto de que su mujer, Raisa, es sospechosa de ser espía y finalmente Leo es trasladado al norte del país, donde descubre que los asesinatos de niños también acontecen. El mayor problema de Crímenes ocultos es que pretende contar demasiado y se ramifica tanto que pierde su hilo conductor. ¿Es una historia de espionaje, un thriller, o una historia política? Intenta ser todo, y a la vez se queda en la superficie de lo que pretende narrar. Espinosa comienza la narración a buen ritmo, deteniéndose en la descripción del carácter del protagonista –enorme, austera e introspectiva interpretación de Tom Hardy, lo mejor del film- pero pronto la diversificación de la misma historia terminan por haciendo demasiado denso y extenso al relato. Falta un núcleo dramático. Cuando el film empieza a concentrarse un poco más en los asesinatos, Espinosa y Price recurren a dos escenas explícitas y discursivas. Entonces, los crímenes se convierten en un mero McGuffin para exponer las consecuencias de las mentiras de los regímenes totalitarios. Es cierto, que Crímenes Ocultos, a diferencia de otras adaptaciones toma un contexto político que hace tiempo el cine industrial tenía olvidado. Es mucho más atrapante e interesante conocer la metodología del stalinismo –incluso la caza de brujas y homofobia- para investigar asesinatos que los asesinatos per sé. Si el film hace un poco de agua en la narración, como contraste, son notables las interpretaciones, más allá de que los personajes secundarios carezcan de profundidad y desarrollo. Además de Hardy, están muy bien Noomi Rapace, Paddy Considine, Joel Kinnaman, y los breves minutos de Jason Clarke, Gary Oldman y Vincent Cassel demuestran precisión en el casting y la dirección de actores. Espinosa construye buenos climas, y la producción hace un notable esfuerzo por reconstruir escenográficamente la Unión Soviética stalinista. Pero con un relato denso, de tono monocorde y sin demasiada profundidad narrativa, la notable elección estética e interpretativa no alcanzan para sacar adelante un film, en primera instancia interesante, pero mediocre al fin.
Puede parecer un dato menor, pero cuando todavía se produzcan películas que analicen el desarrollo humano desde su vocación por dañar al otro, someterlo, vejarlo, podremos seguir vislumbrando la esperanza de esclarecer hechos oscuros que nos siguen repercutiendo a pesar del correr de los años para saber hacia qué lugar no hay que volver. “Crimenes Ocultos” (USA, 2015), de Daniel Espinosa, adapta el best seller de Tom Rob Smith y enmarca la acción en la Rusia comunista a principios de los años cincuenta en la que la muerte, el hambre y la desidia eran cosa común para aquellos alejados al régimen. Cuando el agente Leo Demidov (un impresionante Tom Hardy) decide dejar de colaborar con el gobierno y desatender a la última misión de búsqueda y persecución que le asignan, el filme comienza con una vorágine de violencia en la que el escape y la búsqueda de un misterioso asesino de niños solitarios serán el vector de una narración a la vieja usanza que prima los climas y las atmósferas por sobre la acción. No es que en este drama bélico el combate esté ausente, todo lo contrario, la primera escena es una recreación vívida y verosímil de uno de los últimos enfrentamientos, con sangre, armas, tiros y toda la parafernalia que el cine actual puede utilizar, pero rápidamente Espinosa decide virar el filme hacia los conflictos personales y particulares de los protagonistas, que más allá de intentar seguir en el buen camino, serán amenazados por el ejército constantemente y verán cómo sus decisiones pueden afectarse aún sabiendo qué es lo que deben hacer. Leo (Hardy) recibe la indicación del Mayor Kuzmin (Vincent Cassel) de entregar a una espía, una mujer, que no termina siendo otra que la propia mujer del agente (Noomi Rapace). Al negarse a hacerlo, a investigarla, a dudar de ella, y menos cuando se entera que está embarazada, es expulsado de las fuerzas y enviado a una lejana localidad en la que el rango militar que le otorgarán es el menor. Así Leo y Raisa (Rapace) verán como todo el mundo le da vuelta la cara, aún sabiendo que el siempre fue uno de los pilares de la comunidad. Pero además del sufrimiento de la pareja habrá el regodeo con su caída por parte de Wasilij (Joel Kinnaman), un agente que siempre compitió con Leo y que de su derrota sabe que puede hacer su propio triunfo. Exiliado, expulsado, abandonado, deberá rearmarse bajo las órdenes del General Nesterov (Gary Oldman), a quien expondrá un misterioso caso de desapariciones y muertes de niños solitarios, en su anterior lugar de vivienda y en el actual. Así, y realizando un pacto con su mujer, de quien desconfía, más luego de la sombra que el ejército dejó sobre ella, decidirán volver a su vieja ciudad para descubrir el paradero del asesino y así intentar, de alguna manera, recuperar el status que poseía él y liberarla a ella. Espinosa narra de una manera épica, con sublimes tomas aéreas (que otorgan amplitud a la cada vez más cerrada y claustrofóbica trama), gran recreación de epoca y una dirección actoral en la que cada uno de los personajes es una oportunidad para otorgar una clase de actuación. Hay escenas que impactan, peleas que duelen, y sobre todo hay una empatía con Leo instantánea, principalmente gracias a la interpretación de Hardy, un camaleón que se mete de lleno en Leo, un huérfano que pudo superar sus miserias y que necesita, o cree, del poder para afirmar su verdadera identidad. “Crímenes Ocultos” analiza la sociedad desde una visión cosmogénica en la que la banalidad del mal permite y posibilita que un ser totalmente inofensivo termine dañando a otro, o en este caso a 44, en una época en la que la traición y la honestidad no eran moneda frecuente. De visión imprescindible, detrás de su venta como blockbuster de época, hay mucho más que lo que se pueda imaginar, logrando captar la atención del espectador desde el primero al último de los minutos de metraje.
Mamuschka No se puede negar que Crímenes ocultos sea una película ambiciosa. Lo es, por producción, por elenco y por un entramado narrativo que adapta la novela de Tom Rob Smith con un alto grado de barroquismo: hay un drama romántico inserto en una película de espías con el estilo del cine de posguerra, que a la vez se abre con una subtrama de asesino serial de niños, lo que sirve también para reflexionar sobre lo humano como un símbolo resbaladizo que da cabida a lo monstruoso. Y todo esto, al fin de cuentas, para echar una mirada sobre cómo la Rusia stalinista se debatía entre su control absoluto y una serie de miserias dignas de la peor de las burocracias. El problema de Crímenes ocultos no termina siendo, al fin de cuentas, su complejo andamiaje, sino más bien que el director Daniel Espinosa nunca termina por encontrarle el tono justo ni la claridad expositiva como para que el thriller tome ritmo y genere interés. La película es como una mamuschka, que saca y saca cosas de su interior sin nunca acabar. Espinosa ya había abordado personajes ambiguos en su anterior y más conocida Protegiendo al enemigo. Y, de hecho, este chileno-sueco supo trabajar esas texturas borrosas en otros films de género. Por eso que Crímenes ocultos funciona al menos durante su primera media hora, cuando la película es una y cuando el agente encarnado por Tom Hardy está encargado de llevar adelante la cacería de disidentes y “traidores”. Es ahí, cuando el terreno del thriller se desanda, que la mano artesanal de Espinosa construye los climas justos, y los personajes se muestran sólidos aunque contradictorios. Pero el film comienza a complicarse (y a convertirse en varias películas dentro de una) cuando por un lado aparecen los cadáveres de niños (con imágenes que tranquilamente -y con algo de pudor- podrían haberse obviado) y por el otro el estado ruso empieza a dudar de la esposa del agente. La película se amaña, se vuelve confusa, incluso fragmentaria al nunca poder vincular ambas subtramas. Es como si el director nunca pudiera contar las dos cosas a la vez, y tuviera que tomarse varios minutos para ir cerrando las historias por separado. Hay otra cosas para cuestionarle a Crímenes ocultos, como por ejemplo el hecho de poner a esta altura del Siglo XXI a rusos que hablan en inglés. Y que encima lo hacen como falsos rusos con acentos imposibles. Es un verosímil, dentro de una película que no termina por soltarse al entretenimiento y se siente atada a cierta “denuncia” histórica, imposible de sostener a esta altura. También es para preguntarse si era necesaria la inclusión de la subtrama del abusador de menores, historia basada libremente en un asesino serial que existió en Rusia pero que vivió varios años después (al respecto pueden ver aquel buen telefilm Ciudadano X). Pero de todos modos la película es tan fallida, que estos elementos a lo sumo permiten algunos momentos de humor involuntario. Tal vez Espinosa debería aprender un poco de lo que un tipo de cómo Paul Verhoeven hizo en El libro negro, y saber de qué manera construir un entretenimiento alrededor de la historia sin perder el rigor pero tampoco la capacidad de asombro.
Bajo la alfombra roja Entre 1978 y 1990, 53 niños y mujeres fueron asesinados y mutilados en la ex Unión Soviética por Andrei Chikatilo. Una vez apresado, y documentado su caso en el libro The Killer Department (1993), de Robert Cullen, Chikatilo subió al panteón de célebres asesinos seriales como Ted Bundy. Lo interesante de la historia es el trasfondo político: Stalin creía que el asesinato era una “enfermedad” del capitalismo; ergo, en pueblos comunistas no podía existir el crimen. La confusión conceptual abonó al telefilm Citizen X, con Stephen Rea como el investigador que persigue a Chikatilo y Donald Sutherland como su incrédulo supervisor. Ahora, una nueva versión novelada (y muy cambiada) de los hechos, escrita por Tom Rob Smith, animó esta cinta producida por Ridley Scott, que asignó la dirección al chileno afincado en Suecia Daniel Espinosa. Child 44 (título original, aludiendo al número de víctimas que disparó una investigación comprometida) pudo haber sido una buena remake de Citizen X, pero la adaptación del libro de Smith debilitó su potencial al subdividir el guión en historias paralelas. Aquí, el investigador es Leo Demidov (Tom Hardy), un sobreviviente de la hambruna propinada por Stalin al pueblo ucraniano que, de chico, es adoptado por una familia de oficiales soviéticos. Partiendo de la gratuita alusión al genocidio ucraniano, la historia se desploma como un castillo de naipes. Leo es forzado a tareas que no le agradan (como hacer la vista gorda ante los crímenes) por un par de jerarcas (Joel Kinnaman y Vincent Cassel) que quieren apartarlo, y con la misma gratuidad su mujer, Raisa (Noomi Rapace), no sabe si defenderlo o abandonarlo. En esta flojera argumental se desperdician las actuaciones de Gary Oldman, como un jefe militar sin incidencia en el guión, y Paddy Considine, como Vladimir Malevich (el Chikatilo de la adaptación).
Tartamudeando géneros Tradicionalmente son pocos los films que funcionan bien cuando Hollywood intenta correr el foco de su país y colocarlo en el de sus rivales históricos. En su mayoría, estas películas no fallan por la perspectiva política planteada ni tan poco por tener una recreación parcial de los momentos históricos contenidos. Lo que falla cuando Hollywood realiza estos intentos es que pierde la construcción narrativa que lo caracteriza. Pareciera ser que hay algo en este cambio de punto de vista que afecta directamente a la solidez de la narración. Ese también es el caso de Crímenes Ocultos (Child 44), del sueco Daniel Espinosa, que pretende pararse en la Unión Soviética de Stalin para contarnos quién sabe qué. Uno podría decir que el problema es puntualmente de guión y de esta forma cargar de responsabilidades a Richard Price (guionista efectivo pero no brillante) o al mismo Tom Rob Smith, escritor de la novela en la cual se basa la película pero lo que más llama la atención es la perdida de pulso narrativo en la dirección de Espinosa. El sueco no es necesariamente un virtuoso, pero al ver Protegiendo al Enemigo (Safe House, su film anterior) notamos una claridad con respecto a lo que quiere y lo que no quiere contar que en Crímenes Ocultos no aparece por ningún lado. El que mucho abarca poco aprieta, en cine esa frase debería estar tallada en piedra. Siendo un poco benevolente uno podría decir que se trata de un Thriller Político que aspira a ser film de espionaje. O algo así. Si así fuera quizás el problema no sea la película en sí, sino lo alta que dejó la vara su compatriota Tomas Alfredson con esa maravilla llamada El Topo (Tinker Tailor Soldier Spy). Tom Hardy aprovecha un gran momento de su carrera y un personaje de esos que le quedan perfectos para subirse al lomo muchas de las lagunas que hay en la película. Sin embargo, cuando varias tramas (y cada una de un género diferente) que se unen sin una conexión clara a lo largo de larguísimos 137 minutos no hay mucho por hacer. Crímenes Ocultos pudo haber sido un retrato del Estalinismo, un film de espionaje, uno de suspenso y hasta un film romántico. Al pretender ser todo eso, sólo queda en el recuerdo una película aburrida.
La historia es interesante: en la URSS aparece un asesino serial que asesina niños cruelmente. El encargado, aleatoriamente, de descubrirlo es un agente secreto defenestrado por el estalinismo tras negarse a denunciar políticamente a su propia mujer. Exiliado en un lugar miserable, aparece este monstruo y, con ayuda del personaje de Gary Oldman, trata de encontrarlo. El problema es que en la URSS no puede haber asesinos seriales que maten niños: esas cosas no pasan en el paraíso socialista. La sinopsis es más interesante que el film: en lugar de que el mundo criminal y el mundo político cuajen y se reflejen (algo que pasa en otra película sobre asesino de niños: M., el vampiro, de Fritz Lang), ambas cosas no terminan de integrarse. Que los actores estén bien y muy bien (Oldman ha encontrado un registro extraordinario desde los films de Batman) y que la ambientación sea precisa poco importa: la película se siente demasiado literaria, como si la novela en que se basa no encontrara una adaptación sino una mera ilustración.
Un asesino serial desabrido El thriller sobre un asesino serial protagonizado por Tom Hardy y Gary Oldman, basado en la novela de Tom Rob Smith. "No hay crímenes en el paraíso”. Con esta premisa arranca Crímenes ocultos, la adaptación cinematográfica del sueco Daniel Espinosa de la novela de Tom Rob Smith inspirada en un asesino serial que mató a decenas de niños en Rusia. El paraíso, hay que aclarar, era la Unión Soviética de Stalin en la posguerra, que lejos estaba de parecerse al edén que suelen prometer algunas religiones a sus fieles. Por el contrario, la película se preocupa en delinear con detalle la arquitectura estalinista de la década del 50 que apostó por la industrialización, y en la que los enemigos del estado eran considerados traidores, perseguidos, torturados y eliminados sin muchas vueltas. Leo Demidov (Tom Hardy) es un héroe de guerra devenido agente de la policía, encargado de buscar, encontrar y entregar a estos traidores a la justicia. Sin embargo, perderá todo su poder e influencias cuando el régimen lo obligue a denunciar a su propia esposa, Raisa (Noomi Rapace). A cambio de seguir vivos, ambos terminan exiliados en un pueblo del interior, en donde retomarán junto al general Nesterov (Gary Oldman) la cacería de un asesino serial de niños encubierto por el gobierno. Está claro, los homicidas son solo un producto capitalista y no existen en suelo socialista. El desfile de figuras (además de Hardy y Oldman participan también Vincent Cassel, Joel Kinnaman y Charles Dance) no logra hacer de Crímenes ocultos un thriller interesante. El dilema de héroes versus monstruos a la hora de quitar vidas sobrevuela sin mucha fuerza el relato, que se diluye dejando a la vista una fábula ligera sobre el comunismo explicado por occidentales. Allí es cuando el acento forzado de Hardy, sumado a los evidentes lentes de contacto que usa Rapace (qué necesidad), se vuelven caricaturescos. La moraleja, si es que cabe alguna, también es ligera: el comunismo también produjo engendros. Qué lástima que no fueran tan atractivos y macabros como los que salieron del útero capitalista.
Crímenes ocultos es una buena película, que a pesar de todo podría haber sido muchísimo más lograda. La historia basada en la novela Child 44 (inspirada en los asesinatos que realizó Andrei Chikatilo) poco tiene que ver con lo que vamos a ver en pantalla, lamentablemente...