Creed II: Defendiendo el legado

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Secuela del éxito de 2015, y octava entrega de la franquicia Rocky, "Creed II", de Steven Caple Jr., apuesta a la emoción y sale triunfante. Muchas veces se asoció a la historia de la franquicia Rocky con la historia de la propia sociedad de Estados Unidos.
El caído que se levanta una y otra vez, la guerra fría, el resurgir de las cenizas, bajar de la arena del ring para dar pelea en la calle, enseñarle la lucha a una nueva generación. De ser así, esta "Creed II", nos habla de las segundas oportunidades, siempre apostar por el de abajo, y no depositar las frustraciones en los triunfos o pérdidas momentáneos.
Con Creed habían logrado trasladar una franquicia propia de una década a un estilo actual.
Aquel film de 2015 podía ser disfrutado tanto por los seguidores de la saga, como por alguien que apenas supiese quienes eran Rocky y Apollo, manteniendo la mística dentro de un estilo ágil y moderno. "Creed II" redobla la apuesta ¿Cómo seguir la apuesta? ¿Ganaría el espíritu de la saga o el nuevo estilo impuesto por Creed finalmente haciendo un corte definitivo?
Buenas noticias ochenteros, en "Creed II" la pulseada la ganó el peso de la saga. Ya trajimos de nuevo a Rocky, y reivindicamos a Apollo a través de su hijo Adonis. ¿Qué nos podría ofrecer una nuevo entrega? Revivir el que quizás sea el enfrentamiento más mítico. EE.UU. vs Rusia, Rocky Balboa vs Ivan Drago. El guion de Cheo Hodari Coker, Sascha Penn, Juel Taylor, y el propio Stallone, pudo haberse quedado en poner a Ivan Drago como un mero gancho, un dulce, para volver a contarnos la misma historia.
Pero no, desde la escena que abre el film con su presencia, veremos que Drago obtiene el peso que se merece un personaje fundamental. En la ahora dividida Unión Soviética, más precisamente en Ucrania, se encuentra Ivan Drago (Dolph Lundgren) junto a su hijo Viktor (Florian Monteanu).
Lejos quedaron los brillos y la grandeza pasada. Ivan vive bajo la sombra de la derrota, y su gloria fue sepultada luego de aquella derrota frente a Balboa. Ivan recuerda su cuarto de fama cuando venció y mató a Apollo en el ring.
En ese momento era la figura emblema de su país; un país que luego no le perdonó el fracaso. Todas sus frustraciones las carga sobre su hijo, que para nada vive como el heredero de una gloria del box. Son obreros esperando una mínima chance de robarle una revancha a la vida.
Del otro lado del mundo y del destino se encuentra Adonis (Michael B. Jordan) disfrutando de las mieles del éxito. Todo le sonríe, sostiene el título de campeón, está por casarse con su mujer Bianca (Tessa Thompson), y hasta se anuncia la llegada de la descendencia.
Pero siempre el diablo mete la cola. Un oportunista productor quiere revivir aquella pelea, a los Drago los convence de inmediato, y con Creed hará un fino trabajo de despertar el rencor por la muerte de su padre.
Aunque todos le aconsejen que no lo haga, Adonis no podrá luchar contra su ego, y aceptará el desafío. Como en la anterior entrega, Rocky (Sylvester Stallone) sigue siendo el sabio consejero de la experiencia de Adonis, pero adquiere mucho más peso y protagonismo que en el film anterior. Creed II despliega varios arcos dramáticos simultáneos, y apunta a la emoción directa.
No se ahorra ni un golpe bajo, ni pierde el tiempo en disimularlos. Pero tiene la capacidad de colocarlos justamente, en un encastre fundamental.
Lejos de perturbar y entorpecer, estos golpes bajos funcionarán como emoción genuina, espontánea, y valedera. Refuerzan la propuesta del film. El mejor arco dramático será el de Ivan y su hijo. A través de ellos funcionará un espejo en el que el resto se puede reflejar como una contraparte.
Las mieles de uno serán el rencor del otro. Pero también las mieles de uno fueron construidas en base al fracaso del otro. Lejos de la obvia lectura propagandística de aquella "Rocky IV", la posible lectura política de "Creed II" es más amplia y profunda, revuelve el pasado y el presente.
Hay guiños y regalos para todos, escenas en las que nos sorprenderemos, aplaudiremos, sonreiremos (el humor funciona muy bien), y sí, lloraremos. Los fans se sentirán en casa. El corte de Steven Caple Jr. es más clásico que el entregado por Ryan Coogler en "Creed". De aquí se despliega que esta entrega es más deudora de las seis Rocky, que de Creed.
Se abandonó el montaje ligero, videoclipero, y casi bombástico; para volver al Hollywood clásico de las épicas de ciudadanos comunes. De aquel que muerde el polvo y se levanta con un buen leit motiv sonando de fondo. Michael B. Jordan hace crecer a Adonis, lo hace más humano sumándole capas.
En eso tendrá mucho que ver Tessa Thompson como Bianca, que deja de ser un mero romance para transformarse en la Adrian de esta nueva era, el apoyo emocional de Adonis. Stallone ya no sorprende, sino que confirma que sabe actuar, o hacer de sus falencias y ese hablar trabado, un elemento a favor. Esta nueva postura del experto que ya está de vuelta y busca su propia redención le queda muy bien.
Dolph Lundgren es otro que aprovecha toda su rigidez y dureza y lo hace a favor del personaje. Ivan es pura frustración y rencor. Lo mismo sucede con Viktor, que casi ni habla en toda la película, y carga con culpas que ni son propias. Ambos expresan desde las miradas y esos (no) gestos.
Como ya lo sabíamos desde la primera entrega allá por el ’76, "Creed II" es más que una película de boxeo, es un drama de personajes que buscan su lugar en el mundo mediante las piñas. Con la emoción a flor de piel, esta secuela supera a su predecesora y es una digna heredera del legado. Para los viejos, para los nuevos, "Creed II" marca el camino de lo que está bien.