Cómo entrenar a tu dragón 3

Crítica de Paola Menéndez - A Sala Llena

El Paraíso perdido. Cómo entrenar a tu Dragón 3.

Desde la expulsión del paraíso, la humanidad ha soñado en recuperar ese terruño adánico impenetrable y oculto. Como decía el maestro Bayer, resultaría atendible historizar, alguna vez, el pensamiento de los utopistas y los proyectos de repúblicas ideales que fueron desarrollados por estos. Tomando esa dirección el cine nunca fue ajeno, y es quizás con la gran Metrópolis de Fritz Lang donde aparece uno de los primeros paradigmas de la utopía en la pantalla grande junto a Horizontes perdidos de Frank Capra. De alguna manera, siempre (y por fortuna) volvemos a soñar y a imaginar otro mundo, otro orden de las cosas. Un poco de esto trata el cierre de la trilogía Cómo entrenar a tu dragón.

Hipo (Jay Baruchel) se encuentra en una disyuntiva propia de su tarea de gobernante y debe tomar una decisión a fin de preservar aquellos que tanto ama: su gente y sus dragones. Ante este panorama, es interesante constatar que este joven líder no toma la opción más razonable ni posible sino que justamente se juega a todo o nada a una osada búsqueda que bien podría llevarlo al fracaso. En ese sentido, cobra vigencia la máxima popular Qui audet vincit y emprende ese camino en la búsqueda de su sueño.

Desde este punto de vista, la película se construye a partir del interrogante sobre el bien común. Hipo, en completa disonancia al mandato vikingo, no hace de la batalla su apoteosis sino que representa a un héroe en transición de valores, por lo que su accionar, si bien se ve validado por un pueblo que lo apoya, no deja de producir estupor a lo hora de evaluar el impacto de sus decisiones políticas.

La película, por otro lado, hilvana esa simetría perfecta entre Hipo y Chimuelo. La edad madura que el paso del tiempo les depara a ambos es retratada como una fuerte crisis que los involucra y redefinirá su relación a futuro. Lo curioso aquí es la gran contradicción de tonos con los que se superpone la película: por un lado, existe una transgresión respecto del canon del gobernante que, como señalamos anteriormente, se aleja del paradigma nórdico del valor del líder. Sin embargo, en lo doméstico y en lo que se refiere a la vida íntima de Hipo, esta ostenta un carácter salvajemente lineal y conservador, siguiendo al pie de la letra todo aquello que demanda el mandato familiar. De alguna manera, la osadía de sus decisiones públicas queda opacadas por la opción de la “vida modelo”. Esto en sí, no debería ser un conflicto per se si no fuera porque arrastra a todos los protagonistas de la película bajo la misma tópica: la valiente Astrid (América Ferrera), Chimuelo y la nueva integrante Furia Luminosa.

A propósito de esta última inclusión caben, al menos en parte, las críticas que se le han hecho a este personaje femenino en cuanto a la apariencia inofensiva y dócil: no posee dientes ni cuernos ni ningún tipo de defensa; de hecho, su condición de albina incluso podría parecer un obstáculo a su supervivencia. Con sin embargo lo fundamental, que no es esto sino más bien el papel que le es asignado en el film. Furia Luminosa actúa exclusivamente como “damisela en apuros” y por eso su aparición (además del merchandising porque sí, es endiabladamente adorable) está supeditada al rol de constituirse como una mera función para Chimuelo, el alfa. La dragoncita no tiene matices: no se revela como una buena Pitufina, no asume el rol de femme fatale y, a no ser por una única acción por la que toma partido, ella sencillamente está ahí para ser rescatada.

“Lo femenino” aparece entonces de manera bastante reducida en este film, ya que resuena contrastando fuertemente con todo lo revolucionario y lo no normativo que Hipo/Chimuelo despliegan en el ámbito público. De alguna manera, la inclusión de Furia Luminosa/Astrid viene a reinsertar (una vez más) la idea de la culminación del idilio juvenil de la amistad y el advenimiento del adecentamiento burgués de la familia.

Finalmente, cabe destacar, empero, que la saga se luce con un villano correcto que despilfarra acción junto a una animación cautivante. Por ello la soñada incursión hacia tierras dracónicas suministra a chicos y grandes un final prolijo y simétrico a esta trilogía.