Cold War

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Toda relación amorosa conlleva un grado de dificultad o 360 grados en el peor de los casos. Pawel Pawlikowski, que venía de brillar con "Ida", llega a "Cold War" con una historia de amor que tiene un valor agregado. Porque se trata de un homenaje a la relación de sus padres. Tanto es así que los dos personajes protagónicos Wiktor y Zula tienen los mismos nombres que el papá y la mamá del realizador polaco. En el contexto de la Guerra Fría (traducción literal del título, que por una rareza cada vez más frecuente no aparece en castellano), Wiktor (Tomasz Kot) y Zula (Joanna Kulig) se conocen en Polonia en 1949. El blanco y negro elegido por el director realza la puesta estética. El color es otro protagonista, porque expone de manera más visible los claroscuros de la represión, de las campañas políticas que no necesitan ser subliminales, de los informantes sin disfraz y también de las relaciones amorosas. Wiktor es un pianista y director de orquesta que trabaja para la corona. En medio de un casting de talentos se enamora de la irresistible Zula, cantante y bailarina. Ese vínculo será turbulento y extenso. El ida y vuelta del cruce pasional atravesará Varsovia en 1951, una excursión a París en 1954, Yugoslavia en 1955 y otra vez París en 1957. En el medio habrá traiciones, convivencia, reproches y el deseo, que siempre se mantiene como común denominador. "Cold War" podría verse como la antítesis de "Cuando Harry conoció a Sally", sobre todo porque la pareja protagónica se corre del lugar común del híbrido "chica gusta de chico, chico gusta de chica". Aquí el vínculo de pareja es atravesado por la búsqueda artística, los vaivenes de la guerra, las presiones políticas y la realización individual. Un amor real y colorido, aunque sea en blanco y negro.