Cold War

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

La belleza del blanco y negro envuelve a una trágica historia de amor

El tiempo marca la evolución de un artista, pero también acentúa sus obsesiones. Pawel Pawlikowski regresó con “Cold ward”, luego de haber ganado el Oscar con “Ida” (2014), al escenario inestable de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. En “Ida” la protagonista viaja en busca de una identidad perseguida por los fantasmas de la guerra en una dura lucha por su fe. Era una película austera que profundizó en la culpa y la miseria humana de la posguerra.

En “Cold ward”, en cambio, los protagonistas transitan por el paisaje de una Europa dividida, con Polonia bajo el dominio de la Unión Soviética de los Gulag de Stalin y el reino del terror que éste imponía. En esta oportunidad los intérpretes principales, Wiktor (Tomasz Kot, “Yuma”, 2012, y “Dioses”, 2014) y la cantante y bailarina Zula (Joana Kulig, “The Woman in the Fifth”, 2011,“Indeleble”, 2013, “Ida”, 2014), luchan por su amor, un vínculo que comenzó en una audición para jóvenes talentos en la cual Wiktor e Irena (Agata Kulesza) seleccionaban a los futuros talentos para un conjunto folclórico. La idea fue tomada de la compañía Mazowske de la vida real, fundada a raíz de la Segunda Guerra Mundial y que aún hoy se presenta, donde la intención detrás de cada representación es celebrar la cultura regional.

Los esfuerzos etnomusicológicos de Wiktor e Irena logran crear el Mazurek Ensemble, pero presionados por Kaczmarek (Borys Szyc), un burócrata comunista, el conjunto se convertirá en un instrumento de propaganda estalinista mostrando el talento y la belleza de los jóvenes bailarines en las capitales del Bloque del Este y París.

“Cold ward” estácontada en base a elipsisque separan los episodios por bruscos cortes a negro y corta las escenas en seco cuando se supone que comienza el drama. Pawlikovski reconoce que utiliza estos recursos porque prefiere contar con la inteligencia del espectador que "explicar cómo una escena tiene un punto de partida o llega a otro punto". Esas elipsis se encuentran entre los corazones de los personajes que giran a través de las fronteras europeas y se frustran en cada encuentro a raíz de una hostilidad mutua, desconfiada y violenta.

Es un “amour fou” cuya característica lo acerca al pesimismo de Schopenhauer, cuyo pensamiento no permite albergar falsas esperanzas ni ofrece vanos consuelos, y esto es posible vislumbrarlo en un dialogo desolador: “Cree en ti mismo", le suplica Zula. "Sí, creo que no creo en ti", responde contundente Wiktor. En esos parlamentos es posible reconocer cierto romanticismo, pero a la vez son mordazmente realistas sobre el poder destructivo de eros. Pawlikowki dedica “Cold ward”a sus padres porque la trama está basada en la vida tormentosa de los mismos. Los nombres de los personajes son los de ellos: “pero como toda obra artística las variantes fueron de mi creación”.

“Cold ward”recorre en sus 88 minutos el espacio de un dolor atormentado por las constantes rupturas. La de los personajes y las de Europa entera. Éstos se aman, se desean, se refugian en los minutos robados al sistema y son conscientes de que su atracción será también su destrucción. Es un itinerario en el que predominan las escenas de planos-contraplanos, en las que ambos tienen la utópica esperanza de poder soportarse el uno al otro, a semejanza de aquellas parejas destinadas a la eternidad: Romeo y Julieta, Dante y Beatrice, Laura y Petrarca, Marco Antonio y Cleopatra, Edith Piaf y Marcel Cerdan.

“Cold ward” como en“New York, New York” (1977) de Scorsese, o en “La la land” (2016) de Damien Chezzalle, está sostenida por una banda sonora cuidadosamente seleccionada que posee su propia estructura y energía tonal, a la vez que une a los protagonistas y abarca desde canciones tradicionales de campesinos y montañeses, e himnos de la era soviética, a la reforma agrícola, hasta fragmentos de George Gershwin (frases de la canción "I loves you, Porgy"), "Is you is or is you ain" de Louis Jordan, "Rock around the clock" de Bill Haley His Comets, ritmos de acid jazz, y bluegrass amados por Wiktor, “Fantaisie improntus, op.66” de Chopin, o temas etéreos de Bach interpretados por Glenn Gould

Pawlikowski al trabajar una vez más en la edición con Jaros#322;aw Kami#324;ski, y el director de fotografía #321;ukasz #379;al, ambos de "Ida", se arriesgó a la repetición de una estética en blanco y negro, en un formato casi cuadrado, con planos maravillosos cuya fina composición convierte a cada escena en una exquisita pieza que recuerda aquella melancolía existencial que rodeaba los filmes de la “nouvelle vague” (“Bonjour tristesse”. 1958), “Hiroshima mon amour”, 1959, “Jules et Jim”, 1962), “Vivir su vida”, 1962).

Por otra parte los “close up” proporcionan una belleza adicional a la trágica historia de estos dos amantes signados por la fatalidad, en donde el contraste de la imagen se intensifica a medida que la frágil relación de los personajes se ensombrece y se aniquila. Sin embargo, al igual que "Ida", “Cold ward” es un estudio conmovedor de la decepción y la inseguridad que puede surgir de cualquier pareja atrapada en la enfermedad de una adicción sado-masoquista y la obsesión por su carrera.

La actuación de Joanna Kulig es un alarde de talento y profesionalidad desde su desolada sobriedad, hasta su ebria e íntima insensatez, que oscila salvajemente entre lo que quiere y no se decide a hacer. Tomasz Kot en una excelente, interpretación es el soporte perfecto para ese torbellino llamado Zula.

Más allá de los amores salvajes y frustrados Pawlikowskiexplora la angustia que provocó en Polonia la era de Stalin. La metáfora que encierra “Cold ward”es la relación amor-odio que despertó la llamada Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas con todos los países satélites que cayeron bajo su domino después de la Segunda Guerra Mundial. No en vano Mazurek Ensemble recorrió Hungría, Yugoslavia, Moscú, Berlín, etc, con la utópica esperanza de mostrar su propio modo de vida e idiosincrasia. Pawlikowski, educado desde los 16 años en Londres, habiéndose graduado en literatura y filosofía, no olvidó lo que fue su Polonia oprimida y el sueño en aquel momento inalcanzable de libertad, tampoco lo que significa el desarraigo, ni la soledad que ello conlleva. “Cold ward” no sólo es el suicidio de los protagonistas, sino la muerte literal de un sistema de vida que cayó en 1989 cuando se derribó el muro de Berlín.