Cocote

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Esta sorprendente película dominicana –que se estrenará en la Sala Lugones en solo ocho funciones, todos los días a las 21.30 a partir del sábado 31 de marzo– es uno de los filmes latinoamericanos más originales y creativos de los últimos tiempos. Cuenta la historia de una venganza familiar pero en un tono alejado de cualquier convencionalismo narrativo o estético.

No hay muchos filmes como COCOTE, una suerte de experiencia cinematográfica que observa, analiza y transmite a flor de piel los conflictos religiosos, sociales y políticos de su país (República Dominicana) de una forma alejada de cualquier convencionalismo, mezclando lo que sería una suerte de ritual religioso casi con la forma de un musical con situaciones de humor absurdas para contar la historia de una venganza familiar.

A mí no me había terminado de convencer su radical adaptación de Roberto Bolaño de su opera prima, pero COCOTE engancha desde el primer texto en off en el que se escucha a un hombre ofrecer productos comerciales a cualquier persona que pruebe la existencia de Dios. Y Dios será un tema central en el filme, especialmente las diferentes maneras de entender su figura de acuerdo a las distintas religiones.

Alberto trabaja como jardinero en una famila de clase alta y es evangelista. Cuando se entera que han matado a su padre regresa a su pueblo y su familia quiere que se vengue de esa muerte. Pero sus creencias se lo impiden. Ellos, en cambio, devotos de cruzas religiosas más propias de América Central (santería de origen yoruba) no ven con malos ojos esa venganza y tienen sus rituales religiosos un tanto más creativos y espirituales que los evangelistas para intentar que eso se produzca.

Pero la situación es compleja, además, porque al padre lo mataron por contraer deudas con peligrosos gángsters y no solo es la religión la que lo hace dudar a Alberto de meterse con los asesinos. De todos modos, la película no intenta construir una trama policial convencional con su historia, si bien la tiene como eje narrativo. Nelson parte de estas circunstancias para armar una cruza de drama familiar y social contado casi como un cuento de espíritus, danzas tribales, tambores, bailes y conversaciones absurdas, especialmente ligadas a noticias que se escuchan por televisión, lo que le dan al filme una bienvenida ligereza.

Se han hecho comparaciones con el cine de Glauber Rocha y son bastante justas. Es por ahí que circula la apuesta del realizador dominicano. COCOTE (lo que en Argentina llamamos “Cogote”, en referencia a la forma en la que el padre de Alberto murió, ahorcado) cumple con la consabida tarea de pintar su aldea de la manera más original y menos convencional posible, metiendo la cámara en sus conflictos religiosos, sociales y políticos y haciéndola bailar en medio de todos ellos.