Coco

Crítica de Roberto Iván Portillo - Naranjita Cine

La última entrega de Pixar demuestra calidad y pasión en un historia que nos da un paseo por la tradición mexicana.

En estos momentos de la animación, todos nos preguntamos qué tiene Pixar que hace la diferencia con otras compañías de dibujos animados. La respuesta más efectiva y rápida recae en las obras mismas y en especial foco de constancia como signo.
Para ellos, y por suerte, no todo tiene que ser secuela o precuela por lo que Disney dispuso entre sus últimas ideas la ceremonia del Día de los Muertos, una jornada muy popular e importante en México. El nacimiento de la obra de "Coco" que, no solo se compromete como una película animada para conquistar taquilla, se solidariza con un mundo cada vez más cínico,más salvaje y destructivo. Nos alimenta como niños mientras nos ofrece una obra honesta y necesario para la infancia. Algo que va más allá del puro entretenimiento.

El veterano director Lee Unkrich (Monster, Inc; Buscando a Nemo), junto al debut de Adrián Molina como codirector, pone sus manos al fuego al realizar una propuesta contextualidad fuera de su país de origen (Estados Unidos); un riesgo que podría conllevar una mala mirada de otra cultura como también la posible negligencia de las virtudes a destacar. Es en estos momentos donde la empresa del ratón nos demuestra el porqué de su prestigio y de su magnitud. Desde los escenarios, los personajes (tanto humanos, animales y esqueletos), las canciones, las parodias, los objetos, las extravagantes comidas y los dialectos (contiene diálogos hablados en español y sin subtitular en su idioma original) nos demuestran, dan, otorgan un gran homenaje a un país que para algunos de los norteamericanos que en estos momentos más que ser su país hermano es el enemigo a liquidar.

Memoria familiar. Los sueños de los chicos son una de las virtudes más importantes a defender. El de Miguel es la de ser el mejor músico del mundo al igual que su ídolo Ernesto de la Cruz. Sin embargo, en su familia hay una censura total al mundo musical  heredada de su abuela quien controla sin cesar todo tipo de instrumentos ajenos que se pueda incorporar o cualquier cosa que genere melodías en su recinto.
A pesar de semejante autoridad, al pequeño Miguel a quien todo este escándalo familiar no le afecta (o directamente no cree que sea un inconveniente) quiere participar en un festival de nuevos talentos que se hace en la ciudad a todo costa y, sin pensarlo, toma su guitarra a cometer tal odisea.
Toda la ilusión se cae a pedazos cuando su abuela lo descubre y le rompe el instrumento. Es así que el soñador decide tomar, de la tumba de De la Cruz, la guitarra de su ídolo que desencadenará el contacto de dos mundos, ya que roba el objeto de forma indebida, quedando maldito; y es obligado a resolver su acción profana en el mundo de los no vivos unido a su fiel acompañante de cuatro patas Dante.

Los directores toman en cuenta, en cada plano, el hermoso lenguaje mítico de una ciudad prohibida que saca lo mejor de la tradición mexicana. El detallismo con la que se maneja la obra es la esencia de una buena narración, los colores y el diseño de cada de una de las estructuras de los dos mundos está hecha a medida de un cuidado histórico y pasional. Tranquilamente podría tratarse de una biografía a grandes rasgos de las civilizaciones.

En cambio, el mayor cuidado que tuvieron los realizadores fue al hablar de los temas principales que son la memoria y la de muerte de la mejor manera posible. Sentimental, jocosa y colorida son los apuntes necesario para este largometraje nos explique el por qué de que Pixar este en otro nivel de las demás compañías de animación.