Coco

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

COCO: Solo los olvidados están realmente muertos.
“Vivir en los corazones que dejamos atrás no es morir”.
Thomas Campbell

Convivir con la noción de la muerte no siempre fue placentero para los vivos. Para muchos, en la actualidad que vivimos, es casi un anatema, una suerte de mal ojo moderno al que despistamos sumergiéndonos en lo que si podemos tocar y ver. No siempre fue así, la festividad de los muertos ha sido parte de las culturas a lo largo de sus historias. Algunas lo han olvidado, otras lo conservan como parte de su acervo cultural. México es una de ellas y lo ha hecho hasta transformarla en una atracción internacional.
Lo que a muchos puede sonarle como algo escalofriante, es para ellos una festividad que reúne a la familia y que da identidad a su pasado, atándolos a una larga línea de hombres y mujeres. Son los herederos, sus descendientes. No es de extrañar entonces que Pixar, en su primer y directo acercamiento a las culturas latinoamericanas, busque en esta tradición una significación de lo que es pertenecer, sobre la identidad construida a partir de muchos.
Miguel es un joven con el sueño de convertirse en leyenda de la música a pesar de la prohibición de su familia. Su pasión le llevará a adentrarse en la “Tierra de los Muertos” para conocer su verdadero legado familiar.
El niño nos habla de ruptura de una herencia, del quiebre dentro de una tradición que se remonta mucho más lejos que el desaire de una anciana dolida, y es la esperanza como toda juventud, de que todo puede reparase, que para eso están los niños aquí. También es la piedra fundacional de un punto de vista idealizado donde el dolor y la frustración no tienen cabida, casi un santo que sana y reconforta. Los niños son la esperanza, rezamos a diario; son eso y la capacidad de comprender a veces sin siquiera ser capaces de entender la totalidad del conflicto que enfrentan. Miguel es la cura, como la abuela la memoria, y podrá no solo conocer su historia in situ visitando el mundo de los muertos, sino también develar el misterio que hizo a la familia aborrecer algo tan nuestro como es la música, esa poesía en notas que utilizamos para expresar, para honrar y, porque no, sostenerlo todo: vida y muerte, entrelazando ambos mundos, legando.
Interesante es la aproximación que crearon en el guion Adrián Molina y Matthew Aldrich, porque enfrenta a una festividad a la que honran como el Día de los muertos con la música, parte fundamental de esta. Y es a cuento de ese, ya bastante comentado, nuevo punto de vista que la casa del ratoncito viene llevando a cabo desde hace un tiempo al crear personajes capaces de sentir tanto el amor como el odio, sumiéndolos en un gris real de personas que se contradicen y yerran. Claro que tampoco olvidarán su tradición de revindicar a los que lo merecen, de hacer brillar el triunfo de no solo quien persevera, también del que es capaz de enfrentar sus miedos y sombras y vencerlas.
COCO es una aproximación a nuestras culturas latinoamericanas, es una propuesta interesante que hayan dado lugar a eso, como lo hicieran con Moana, que vuelvan sobre la búsqueda de quiénes somos y qué nos define, al estilo Intensamente, de que lo viejo no es obsoleto, es pasado nuestro, es base fundacional del futuro que queramos crear.
A estas alturas hablar de la calidad cinematográfica de PIXAR, puede sonar algo redundante, pero siguen sorprendiendo las posibilidades en imágenes que son capaces de conjugar. La dirección de fotografía de Matt Aspbury y Danielle Feinberg y el diseño de personajes de Carter Goodrich (The Prince of Egypt – 1998 y Ratatouille – 2007) se sitúan en lo mejor del film, que lejos de toda solemnidad nos presenta un universo, el mundo de los muertos, colorido y extraordinariamente vivo. No es una película en la que nos será fácil identificarnos, tan australes como somos en esta gigantesca y variada Latinoamérica, pero sí seremos capaces de conmovernos y reír, disfrutando esta historia que puede parecer una aventura más, pero que en realidad habla de la identidad y de la capacidad de perdonar los desaciertos, porque al hacerlo nos reintegramos a un larga tradición que no abandonamos. COCO aleja los miedos y reúne a la familia. Irónicamente, nunca la muerte te hace amar tanto estar vivo.