Cetáceos

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

La opera prima de Percia es un retrato de una mujer enfrentada a una crisis que, como dice la vieja frase, siempre puede convertirse en una oportunidad. Clara (Elisa Carricajo) se muda a una nueva casa con su pareja, Alejandro (Rafael Spregelburd), pero él enseguida acepta irse a un largo viaje por trabajo y ella se descubre sola, sin muchos planes, en un lugar nuevo y en el que no conoce a nadie. La crisis parece severa, pero de a poco se va produciendo un doble juego: la distancia con Alejandro va empezando a ser más emocional que solamente física y al conocer a una vecina del departamento (Carla Crespo) que insiste en invitarla a lugares, empieza a experimentar con nuevos amigos, nuevas experiencias y situaciones inesperadas.

Si bien la trama contada de esa forma puede dar a entender que se trata de una película convencional, casi de “autoayuda” femenina, en la cual una mujer descubre una nueva vida cuando se aleja de su pareja, la propuesta de Percia es un tanto más curiosa. Por un lado, por las formas: la realizadora hace eje en la extrañeza, en la inquietud y en los tiempos de soledad de Clara y jamás plantea los dos lados de “la fuerza” como opciones binarias. Por un lado puede estar su marido, un personaje un tanto canchero que se va volviendo irritante (ya una especialidad de Spregelburd), aunque solo lo veamos por Skype, y por otro un grupo variopinto que incluye turistas europeos y un grupo un poco más particular en cuanto a las actividades que realiza (allí aparecen Susana Pampín y Esteban Bigliardi) y que la lleva a experimentar por zonas para ella desconocidas.

Percia apuesta a que sigamos ese extraño viaje con la protagonista por más que no necesariamente nos podamos identificar del todo con su manera de actuar –un poco a la deriva, como dejándose en apariencia llevar por las opiniones de los demás– o con sus decisiones ante las distintas situaciones que le toca atravesar. La película se construye y explaya a partir de pequeños momentos y gestos de Carricajo y compañía, apostando por un asordinado tono absurdo y por un humor que coquetea con la angustia pero que jamás pierde de vista la verdad emocional de su atribulada protagonista.