Camino a La Paz

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

Viajar sobre tu vida

El encuentro con esos fines no se da en el destino, sino atravesando la ruta, siendo parte del camino que se recorre. “Camino a la paz”, es la historia de Sebastián (Rodrigo de la Serna), un hombre sin pretensiones, trabajo ni aspiraciones, que se muda a un departamento con su mujer y no le importa más que la gran parrilla del patio. Tras una discusión sobre su futuro, decide convertirse en remisero, idea que le vino a la mente porque su número de teléfono era confundido con una agencia de ese rubro.

Jalil (Ernesto Suárez) es uno de sus clientes y le ofrece por buen dinero hacer un viaje hasta la Paz, Bolivia. Con muchas dudas acepta, sin saber que ese traslado será un punto de inflexión en su vida. La idea de revolución interna y crecimiento que uno analiza en estas “road movies”, se da en “Camino a la paz”, de manera trascendental, pero en forma secreta, tan natural que es difícil verlo a simple vista. Ambos protagonistas hablan poco, y no es cuando se comunican que llegan a grandes reflexiones, sino en la marcha y a pesar de las discusiones que mantienen con respecto a quién o qué subir al auto, bien más preciado para Sebastián.

El paso por una mezquita, o el asado que comen en agradecimiento por llevar a una chica a su casa, adoptar un perro, y dormir en un albergue transitorio, son algunas de las peripecias que padecen en su búsqueda por llegar al norte. Es que por más que uno intente un viaje para obtener lo que hay más adelante, “Camino a la paz” explora aquello que decía Vox Dei en “Génesis” (que forma parte de la banda sonora): “Vive solo hoy”. Tanto Ernesto Suárez como Rodrigo De la Serna entregan grandes actuaciones con sutilezas más que con expresiones, lo que transforma el filme en pristino, pero no por ello menos intenso.