Los secretos de la casona El realizador italiano radicado en Chile Arnaldo Valsecchi, conocido por sus obras para televisión en el país trasandino y por su film La Rubia de Kennedy (1995), regresa con una comedia centrada en el poder liberador del sexo, las historias familiares y los desagravios que involucran a un grupo de mujeres aristocráticas que vive en una hacienda en los suburbios de una ciudad chilena sin identificar. Basada en una novela publicada en 2002 del escritor Jaime Hagel Echeñique, Calzones Rotos: Revancha de Mujeres (2017) es una historia coral que remite a una popular receta dulce chilena y discurre sobre una serie de acontecimientos confusos en torno a varias muertes y desapariciones vinculadas con una familia de alcurnia. En un relato que va revelando claves a medida que transcurre el metraje, las distintas historias de los personajes se entrelazan narrando relaciones incestuosas, engaños, crímenes, accidentes, incógnitas, venganzas y amoríos, construyendo un retrato detallista de época. Matilde, una anciana de carácter fuerte vive en una casona alejada de la ciudad con sus tres hijas, que no se han casado, y con una joven jueza, adoptada por la familia cuando era un bebé. Cuando sus dos nietos regresan, uno casado con una voluptuosa y extrovertida mujer norteamericana, para visitar a la abuela supuestamente moribunda, ésta le confiesa a un sacerdote el asesinato de su esposo desaparecido hace cuarenta años, a lo que se suma otro cadáver escondido en un cofre en el arcón de la cochera, el suicidio de un tío en circunstancias muy sospechosas y la muerte de los padres de los nietos en un accidente. Distintos personajes desfilan así en una historia donde las mujeres son las protagonistas y los hombres corren sin sentido detrás de los fantasmas del pasado. El film de Valsecchi sorprende por su elección temática cómica en un divertido guión en colaboración con Valeria Vargas, transformando el carácter severo de algunas situaciones a través de un estilo jovial y alegre en una película con mucha vitalidad, que utiliza el sexo como arma, placer y liberación -dependiendo de la situación- pero con un pobre desarrollo narrativo. A pesar de lograr buenas actuaciones y de proponer una historia interesante sobre mujeres que desafían los mandatos patriarcales en una época donde el enfrentamiento contra los abusos y los maltratos no era tan común, la obra no consigue explotar las posibilidades de todos los personajes ni ahondar en profundidad en ninguna cuestión. En algunas escenas Calzones Rotos: Revancha de Mujeres parece una historia de Federico García Lorca, como por ejemplo La Casa de Bernarda Alba, pero falla en la ejecución conceptual, centrándose más en la premisa de enaltecer a algunos personajes femeninos y hundir a los deleznables personajes masculinos del film que en encontrar las contradicciones narrativas y estructurales del relato propuesto. Aunque simpática y divertida, la película no consigue tampoco clausurar los argumentos abiertos por la historia ni manejarlos del todo, dejando a la deriva a los personajes y a la trama, introduciendo nuevos personajes y abusando del sexo para que la narración no se estanque. Valsecchi no consigue crear una gran historia que refleje las injusticias y las iniquidades que las mujeres sufrieron en Chile a lo largo del Siglo XX pero si ofrece una historia divertida y amena sobre entretelones, engaños y revanchas, apelando a una correcta dirección de personajes femeninos de gran temple que descubren sus límites a la tolerancia, la humillación y el abuso patriarcal.
Verosímil cero Calzones Rotos, Revancha de Mujeres (2018) es una coproducción entre Argentina y Chile dirigida por Arnaldo Valsecchi. La película pregona una “revancha de mujeres” con un escenario y una idea general interesantes pero con sabor a verosímil cero. Una casona de hacienda donde viven sólo mujeres; la matriarca en su lecho de muerte y dos hombres muertos en el pasado. Los secretos de esta familia desandarán la vida de estas mujeres y sus historias. Una especie de comedia dramática en la que la primera pata floja es la configuración de la época. El trabajo de cualquier producto de época es laborioso, pero en este caso no hace falta tener un ojo agudo para darse cuenta que muchas cosas desentonan; principalmente en el plano de los diálogos y las expresiones. Lamentablemente las actuaciones dejan muchísimo que desear. La entonación forzada y demasiado actuada remite a un sobre-ficcionar el pasado; como si la historia fuera un mundo de cuento. Un punto de comparación puede ser la serie argentina Cuéntame cómo pasó en la cual se daba de forma muy similar la realización fallida. Sobre la “revancha", la casona habitada por mujeres y los muertos de las generaciones pasadas era un escenario muy interesante como idea. Pero lo cierto es que no pone al género femenino en un lugar renovador. Las protagonistas siguen teniendo un lugar bastante ingenuo y lo único que las distingue es haber tenido un avance violento en defensa propia. No mucho más.
Otra de mujeres, pero en este caso del otro lado de la cordillera. Mujeres que han mantenido en secreto los verdaderos motivos por los cuales continúan habitando una vieja casona que esconde rumores y palabras dolorosas en cada una de sus habitaciones. El realizador Arnaldo Valsecchi no logra en su propuesta encontrar el tono adecuado, y mucho menos el timming, para una película que atrasa mucho en su propuesta, en su temática, y, principalmente, en la configuración del horizonte de expectativa femenino de las protagonistas.
Los calzones rotos del título no hacen referencia a ninguna imagen sexual o escatológica, ni a la banda de ska argentina. Calzones rotos es una masa dulce y frita, muy popular en Chile, país en el que se rodó esta coproducción con nuestro país, con Patricio Contreras y Jorge D’Elía. La película podría tener cualquier otro título, porque si bien se habla de los calzones rotos, es como si a Luna de Avellaneda Campanella la hubiera titulado Churros rellenos. Pero no hay semejanzas. Calzones rotos es una comedia, en cuanto a su género, que entremezcla en una casona de familia adinerada -en una ciudad chilena sin definir, como así tampoco la época- distintas situaciones que pueden sonar incongruentes, o no. Como la película va y vuelve en el tiempo, mejor aclarar que las protagonistas son todas mujeres, y que los hombres cubren un rol por lo general patético. Como el de Contreras, un hombre que engaña a su mujer, la dueña de la casona, que en el presente del relato confesará a un cura (D’Elía) que lo asesinó hace cuarenta años y lo puso en un arcón. Entre muertos, amoríos, incestos, prostitución, machismo, Calzones rotos, del italiano afincado en Chile Arnaldo Valsecchi, no alcanza a ser una mirada crítica o cínica sobre la condición de la mujer. En tal sentido, atrasa, aunque sea de 2017.
Basada en la novela homónima escrita en 2002 por el chileno Jaime Hagel Echeñique, Calzones rotos, revancha de mujeres es una comedia dramática de época centrada en una misteriosa sucesión de muertes en el núcleo de una familia chilena de alta alcurnia. Coproducción argentino-chilena, el film del italiano (radicado del otro lado de la Cordillera) Arnaldo Valsecchi transcurre en una casona habitada por mujeres: Matilde, la matriarca, sus tres hijas solteras y la más joven, una adoptada. La inminente muerte de Matilde obliga a sus dos nietos a regresar al hogar –uno lo hace con novia norteamericana- desatando así una serie de hechos confusos que develarán varios secretos silenciados durante años. Con una estructura coral que salta entre diversas épocas, Calzones rotos... aborda cuestiones como el abuso de poder, los mandatos familiares y el machismo a través de un tono de comedia negra que aligera la densidad dramática de los temas abordados. Hay también una mirada descontracturada sobre el sexo, que aquí se utiliza tanto como herramienta de placer como de dominación. El resultado es un film irregular, con bastante desparpajo, algunos personajes desdibujados y situaciones donde se notan las huellas del guión, pero que está en perfecta sintonía con las discusiones públicas que actualmente atraviesan a la Argentina.
Si alguien entendió cómo dar nueva vida al melodrama fue Pedro Almodóvar. No fue fácil hacer su camino -desde el kitsch ochentoso hasta el clasicismo depurado de sus últimas películas-, pero aún es más difícil imitarlo. Calzones rotos, revancha de mujeres, coproducción argentino-chilena dirigida por Arnaldo Valsecchi, intenta, sin demasiada suerte, seguir ese recorrido con cierta autonomía, anclando su universo en los años 50, en un aristocrático suburbio chileno donde una familia pone a prueba sus secretos y lealtades. Pese a las buenas intenciones, aun desde la parodia el melodrama necesita fuerza y convicción, no una serie de tópicos desangelados actuados con desgano y afectación. La puesta de Valsecchi nunca se anima a lo excesivo. Las mejores escenas vibran gracias al uso de algunos espacios, como las estatuas del jardín que parecen mudas espectadoras de los enredos familiares, y otras gracias a los ecos almodovarianos, como en el justo homenaje al bolero "Espérame en el cielo", de Matador, que todavía resuena entre las glorias del género.
“Calzones rotos, revancha de mujeres”, de Arnaldo Valsecchi Por Ricardo Ottone Calzones rotos, revancha de mujeres es el segundo largometraje del italiano, radicado en Chile Arnaldo Valsechi. Su inserción en la industria cinematográfica chilena arranca en los años 70 pero su ópera prima La rubia de Kennedy data de 1995. En los 22 años que distan entre uno y otro film Valsecchi se dedicó a la televisión y la publicidad. Para esta ocasión adaptó una novela de 2002 del escritor chileno Jaime Hagel llamada Calzones rotos. El subtítulo Revancha de mujeres es un agregado en el film para señalar de qué va la cosa y subrayar cierta intención. La historia transcurre casi por completo en la casona de una familia de la alta sociedad chilena, habitada por mujeres. Al mismo tiempo que se produce la visita de dos de sus nietos, la matriarca de la casa, postrada desde hace tiempo, le confiesa al cura del pueblo que su marido no desapareció abandonando el hogar como se declaró en su momento, varias décadas atrás, sino que ella lo mató y escondió el cuerpo en un baúl en una cochera sin uso de la casa. Baúl que, por otro lado ya alojaba un cadáver de origen desconocido. Esta confesión, la intervención de un policía jubilado y las derivaciones que provoca en las mujeres de la casa la visita de sus primos, dan el pie para una serie de revelaciones y la salida a la luz de varios secretos familiares. El presente del relato se ubica a fines de los años 50 y va introduciendo varios flashbacks a las décadas pasadas para contar cómo sucedieron aquellos acontecimientos. En este ida y vuelta entre presente y pasado, los flashbacks se van presentando de adelante hacia atrás, desde los acontecimientos más nuevos a los más antiguos. Esta manera más original de jugar con la linealidad del relato es una de las escasas audacias que se pueden apreciar en un film que por lo demás remite al cine costumbrista latinoamericano de los años 80, que en este caso se salva por los pelos del qualité gracias a que no se toma a sí mismo muy en serio. Este desparpajo, que de por sí puede ser saludable, apela a un humor bastante básico y simplón que además hace uso de recursos de acompañamiento tales como música zumbona o efectos de sonido que vienen a acompañar o señalar el momento gracioso. En esta coproducción argentino-chilena, el cuidado en rubros como la dirección de arte, la ambientación o el vestuario contrastan con otros como la construcción unidimensional de los personajes y una dirección de actores donde priman las interpretación teatrales impostadas y artificiales. Algo que llama la atención dado el fuerte elenco, con algunos actores de merecido renombre como el argentino Jorge D’Elia, los chilenos Gloria Munchmeyer y Julio Jung (el que logra arreglárselas mejor en esta circunstancia) y el reivindicable para ambos países Patricio Contreras. El film de Valsecchi intenta dar cuenta de la opresión y maltrato al que se ven sometidas las mujeres a través de estos personajes femeninos que de alguna manera se las arreglan para ser solidarios entre sí y encontrar su propia fuerza. La crítica al machismo se arremete de manera bastante obvia, con un Patricio Contreras vociferando que él es el hombre de la casa y por eso se hace lo que él manda o con el Comisario señalando que el abandono de hogar solo corre para las mujeres pero no para el hombre ya que este puede hacer lo que quiere. Todas críticas a situaciones reales pero que podrían realizarse con más puntería y sutileza. Esta reivindicación de las mujeres, algo que se confirma con la dedicación final del director a las mujeres de su vida, podría hacer pensar que estamos ante un film moderno a tono con todo lo que está pasando con el empoderamiento femenino en la escena cinematográfica y en el mundo. Su visión, sin embargo solo deja la sensación de la resurrección fallida de un cine, con una puesta en escena, una estética y una forma de narrar, cuya caducidad llegó hace tiempo. CALZONES ROTOS, REVANCHA DE MUJERES Calzones rotos, revancha de mujeres. Chile, Argentina. 2017. Dirección: Arnaldo Valsecchi. Intérpretes: Patricio Contreras, Jorge D’Elía, Annie Fink, Graciela Tenenbaum, Gloria Münchmeyer, Catalina Guerra, Julio Jung, Consuelo Holzapfel, Bárbara Ruiz-Tagle, Pablo Schwarz.: Guión: Arnaldo Valsecchi, Valeria Vargas, sobre la novela de Jaime Hagel. Fotografía: Arnaldo Rodríguez. Música: Felipe Cadenasso. Edición: Juan C. Gómez Millo. Dirección de Arte: Hugo Trípodi. Producción: Franco Valsecchi, Luis Sartor. Distribuye: Primer Plano. Duración: 101 minutos
Co producción chileno-argentina, "Calzones rotos", de Arnaldo Valsecchi es un relato coral sobre una familia en la que no se juega con las mujeres. Cine y coyuntura van de la mano. En momentos de pañuelos verdes y violetas, de cuestionamientos sobre los mandatos sociales femeninos, revalorización del rol de la mujer, y observación sobre la mirada del género en lo medios de comunicación (entre muchos otros reclamos afines); en cartelera no paran de llegar filmes que directa, o más tangencialmente abordan temáticas de liberación femenina. "Calzones rotos", del italiano radicado en Chile Arnaldo Valsecchi, es quizás el ejemplo más directo. Basada en la novela homónima de Jaime Hagel Echeñique, "Calzones rotos" no da lugar a dudas sobre su mensaje, llegó la hora del castigo. No confundir, no hablamos de ese tipo de películas, sobre todo comedias, en los que, las protagonistas se definen únicamente por un despecho hacia la contrafigura masculina, y urden planes risueños de venganza que terminan por llevarlas a ¿liberarse? y a su vez recapacitar sobre lo que estuvieron haciendo. Las mujeres aquí son independientes, que se definen por sí mismas, fuertes y de carácter, que tienen en claro lo que quieren, y que no necesariamente necesitan de un hombre para alcanzar esa meta. La venganza vendrá de la mano del accionar masculino intentando meter su cuchara dentro de esa mermelada. Todo sucede dentro de una familia, una mansión en la década del 30' habitada únicamente por mujeres, las diferentes generaciones de un mismo clan. Valsecchi integra un juego que, al principio, puede parecer muy confuso. Al igual que sucedía en la mucho más complaciente "Amores que nunca se olvidan" de Jocelyn Moorhouse, en "Calzones rotos" iremos y vendremos en el tiempo narrando las historias de los miembros de esta familia, todos miembros femeninos por supuesto. A diferencia de film protagonizado por Winona Ryder, aquí no se trata de revivir historias de amor más o menos truncas o prósperas. Cada miembro de la familia tiene tierra que ocultar bajo la alfombra, y en todas hay mugre masculina. Una casa de campo, una familia de la alta sociedad, Matilde, la matriarca, se encuentra en su lecho de muerte. Ella tiene tres hijas biológicas, ninguna con marido, y una adoptada de bajos recursos cuando era bebé. La tercera generación llega al hogar, sus dos nietos, y uno de ellos trae a su pareja, una norteamericana que directamente nos hace recordar a Jessica Chastain en "Historias cruzadas". El relato comienza a ir y venir entre unas y otras, entre el presente y el pasado, y hasta que nos acostumbremos y ubiquemos, el montaje sin placas ni nada por el estilo, nos dificultará distinguir lo entrecortado del asunto. Matilde aprovecha la ocasión para hacer una confesión al Padre que viene a darle la extremaunción (Jorge D’Elia); no nos olvidemos que hay secreto de confesión. A partir de ahí comenzará una catarsis en la cual cada una de las mujeres contará, aunque sea para sus adentros, los destratos que sufrieron en manos de los hombres, y las trágicas consecuencias que eso acarreó… para los hombres. Enfermedades venéreas, infidelidades, prostitución, suicidios, masturbación de diferentes formas, y muchos otros temas; todo pasa, o pasó, puertas adentro de esta familia que guarda sus formas por el status quo. De producción mayoritariamente chilena, la película de Valsecchi, que ya había adaptado al autor en su anterior film "Las rubias de Kennedy", se destaca por un acabado técnico muy prolijo; con especial detalle en la fotografía y en su musicalización. Tanto por estos rubros técnicos, como por el armado de diálogos estructurados de forma de novela antigua deliberadamente; más de una vez pareciera que Valsecchi se refugia en un estilo similar al de nuestra María Luísa Bemberg y su cine barroco feminista. No costaría creer que "Calzones rotos" fue dirigida por ella. El conjunto actoral (en el que podemos ver a una curiosa madama de burdel a cargo de la siempre espléndida Graciala Tenembaúm) sale airoso de la difícil tarea de componer con esos diálogos rígidos pero necesarios para lo que se pretende lograr. Todas las actrices, y actores como Patricio Contreras, logran darle vida a estos personajes de pura letra. "Calzones rotos" es una experiencia particular, con un mensaje claro y sin medias tintas sobre la ponderación femenina en distintos ámbitos. Su puesta lograda, sus aportes de humor, su ritmo juguetón, y el puñado de actuaciones, logran llevar adelante un relato que en otras manos hubiese quedado más cerca de la letra muerta.
¿Cuántas comedias sexoleras chileno-argentinas con predominio femenino y respaldo de Patricio Contreras se han hecho? Dos, y ambas se estrenan el mismo día (y en ambas se luce Contreras, ni hace falta decirlo). Claro que también hay diferencias. Ambientada en los 50 e interpretada en tono de farsa por un elenco amplio y bien dispuesto, "Calzones rotos" ilustra una novela de Jaime Huguet, autor famoso por el humor negro y zafado de sus escritos. Para el caso, la suma de revelaciones "crimino-amatorias" que surgen en una finca de provincia sólo habitada por mujeres y sospechosamente deshabitada de maridos y cosas similares. En verdad, la película no es mejor que la novela, pero entretiene, gusta sobre todo al público femenino, y deja con ganas de probar esos calzones, que así llaman los chilenos a unas facturas propias de su tierra. Autor, el bergamasco Arnaldo Valsacchi. Coguionista, Valeria Vargas, la de la telenovela "Martín Rodríguez, guerrillero del amor".
Se plantea como una comedia donde las mujeres especialmente toman decisiones drásticas y se liberan de los hombres que las meten en problemas. Habla de un pasado, en una finca chilena, donde una matriarca con tres hijas solteras mas una adoptada, que recibe a sus dos nietos, cuyos padres murieron en un accidente. Ella los ha convocado porque cree estar agonizando. También es el momento para confesar que asesinó a su marido, también criminal. Y en el arcón donde dejo el cadáver, sus hijas se encargan de agregar otro muerto. A eso hay que sumarle un suicidio, un fantasma y una esposa norteamericana liberada y sensual. Todo tiene un tono leve que nunca desarrolla demasiado a los personajes, pero acumula escenas de sexo y secretos revelados que mantienen el ritmo en un film coral que hecha mano constantemente al humor negro y a la justicia por mano propia contra tanto machismo acumulado. Por momentos parece ponerse dramática pero rápidamente abandona el tono para recurrir a los lugares comunes de las comedias, donde los personajes se alocan y divierten en una impunidad que nadie les reprocha. El resultado es un film leve, entretenido, realizado por el italiano radicado en Chile, Arnaldo Valsecchi, con guión de Valeria Vargas y el director, basado en la novela de Jaime Higel. Es una coproducción chileno argentina, con protagónicos para Patricio Contreras y Jorge D´Elia.
Celebración de la libertad del cuerpo Corren los años 50 y en una casona de clase acomodada del interior chileno la que tiene los pantalones puestos es la matriarca Matilde, heredera de una genealogía familiar que oculta los mil y un secretos, incluyendo todo tipo de deseos prohibidos. Las primeras dos o tres escenas de Calzones rotos - Revancha de mujeres, adaptación de la novela del chileno Jaime Hagel Echeñique, hacen temer lo peor: diálogos expositivos, actuaciones físicamente sobrecargadas, el peso del diseño de arte en cada milímetro del fotograma digital y un denso aire a grotesco latinoamericano. Y si bien esa descripción acompañará a los personajes hasta el mismísimo desenlace, lo cierto es que la película del italiano (radicado en Chile) Arnaldo Valsecchi –en los papeles, una coproducción entre el país vecino y Argentina– termina desarrollando una táctica para que ese tono general se transforme en un sirviente de la historia y no lo devore todo a su paso. Los “calzones rotos” del título pueden inducir a engaño de este lado de la cordillera: similares a nuestros buñuelos, aunque de forma menos esférica, se trata de un típico platillo dulce de media tarde, aunque un posible segundo sentido está claramente presente en el relato. La “revancha de mujeres”, en tanto, no ofrece confusión alguna: corren los años 50 y en esa casona de clase acomodada del interior chileno la que tiene los pantalones puestos es una mujer, la matriarca Matilde, interpretada por Gloria Münchmeyer, una veterana de las telenovelas trasandinas. Desde luego, esto no siempre fue así. En la primera de una extensa serie de flashbacks a los años 30 y 40, la figura de Alfonso (Patricio Contreras, presente además en otro estreno de esta semana, Dry Martina) adopta el lugar central de la casa, amo y señor de las habitaciones, de las tierras y de su esposa. Enganchado hasta el delirio con una joven prostituta recién llegada al burdel del pueblo y reservorio de un batallón de enfermedades venéreas (como se las llamaba en aquel entonces), el personaje de Contreras –siguiendo a grandes rasgos los hechos de la novela– comienza a desenrollar el ovillo de una genealogía familiar que oculta los mil y un secretos, incluyendo maternidades y paternidades desconocidas, deseos prohibidos e incluso algún que otro crimen. De nuevo en el presente, la inminente muerte de Matilde reúne a una serie de visitantes a su alrededor, hijos, sobrinos y una nuera llegados de otras partes del país y del mundo, como así también el párroco del pueblo, receptor de un terrible secreto de confesión que pondrá a disposición del film nuevas llaves que abrirán otras puertas del relato. “¿Y? ¿Acabaste?”, pregunta una de las tres hermanas a la menor, que recién ha confesado, sin eufemismos, que durante la noche salió al porche a masturbarse. Si en Belle Epoque, la película de Fernando Trueba, era el deseo por un joven el que despertaba las pasiones de las muchachas, aquí el sexo parece movilizar a todos (o a casi todos) los personajes. Nada extraño si se tiene en cuenta la fuerte impronta represiva de las costumbres y la religiosidad de manual, que parecen recubrir a la finca como un velo, rechazada en la película por las fuerzas del humor vodevilesco. Muerto el patriarca, la hipocresía sigue flotando en el aire solamente ante la presencia de extraños. Calzones rotos se transforma así en una suerte de celebración de la libertad del cuerpo (y de la mente), aunque para ello debe recurrir necesariamente a ciertos anacronismos culturales. Lo picaresco nunca termina por hacerle un lugar a aquello que late debajo de lo superficial, pero la película de Valsecchi tampoco pretende ser mucho más que un aguafuerte costumbrista. En este caso, se agradece.
Dirigida por el italiano Arnaldo Valsecchi y escrita junto a Valeria Vargas, Calzones rotos, revancha de mujeres, coproducción entre Chile y Argentina, gira en torno a una casona y las mujeres que viven en ella. Una muerte que se aproxima y otras tantas ocultas que, de a poco, se van revelando. En una época cercana pero imposible de definir en alguna parte de Chile que tampoco está especificada, una casona habitada por mujeres se ve revolucionada cuando Matilde, la madre, la que está a cargo, siente que está por morir. La mujer vive con sus hijas (una adoptada por la familia cuando era bebé) que nunca se casaron y reciben la visita de sus dos nietos, uno acompañado por su pareja, una actriz norteamericana de personalidad extrovertida y llamativa. Cuando la mujer, sintiendo que está en las últimas, se confiesa con el sacerdote le revela un secreto que guardó durante todos estos años: ella mató a su marido, no obstante, cuando fue a esconder el cadáver se encontró con que había otro, del que no tenía idea. El film va y viene entonces entre tiempos, entre varias historias de los muchos personajes, y las tramas se van delineando. A medida que se sucede el relato uno va siendo testigo de los secretos oscuros que guarda la familia. A la larga, quedan expuestas situaciones donde la mujer desafía mandatos patriarcales y al final no tiene quizás otra alternativa que recurrir a la violencia. Sin embargo el tono de comedia hace que, más allá de lo oscuro, el relato se sienta ligero. Se puede percibir además la sangre italiana del director en algunas de esas escenas familiares que giran en torno a la comida. Cuando se reúnen alrededor de la mesa, al aire libre, comen los calzones rotos que dan título al film, y debaten lo que está pasando, algo de lo que pasó y lo que va o puede pasar. Hay una construcción de época muy remarcada que se termina sintiendo artificial, especialmente en los acentos exagerados. A veces se siente un poco como ver una obra de teatro mal actuada. La coralidad del relato le juega en contra sobre todo en la primera parte donde comienza a construirse, porque hay demasiado personajes en diferentes tiempos y esto genera un poco de confusión. Una vez ya desarrollados y perfilados, el film se torna más ameno y entretenido. De todos modos así como no hay un actor o actriz que se destaque más que el resto, pasa un poco lo mismo con los personajes.
Esta es una comedia negra, su relato va y viene para contarnos a través del flashbacks ciertos hechos, en esta historia coral, donde se van entrelazando los distintos personajes y sus vidas. Ellos se encuentran en esa casona entre secretos, mentiras, traiciones, accidentes, venganzas y ocultamientos. Vamos observandoun relato donde se encuentran los muertos, seducciones, pecados, prostitución y machismo,pero los diálogos van resultando algo pobres al igual que las actuaciones y te deja cierto sabor amargo.Los calzones rotos son un dulce típico de Chile, compuesto de una masa frita.
En la casona de hacienda viven sólo mujeres: Matilde, la matriarca, sus tres hijas solteras y la más joven, una adoptada. Matilde está muriendo, motivo por el que llegan a la casa sus dos nietos, uno de ellos con su esposa norteamericana. En su confesión póstuma al cura del pueblo, Matilde afirma haber asesinado a su marido, 40 años antes, y haberlo “sepultado” en un arcón de la cochera, arcón que ya estaba ocupado por el cadáver de un hombre, desconocido para ella. Son sólo un par de secretos que cohabitarán en la casa y que saldrán a la luz en este breve pero intenso reencuentro familiar. Esta coproducción entre Chile y Argentina dirigida por Arnaldo Valsecchi cuenta con el guion de Valeria Vargas y Arnaldo Valsecchi y está basado en la novela homónima de Jaime Hagel. El elenco lo conforman Annie Fink, Patricio Contreras, Gloria Münchmeyer , entre otros. Calzones Rotos es una comedia negra que nada tiene que ver con esa masa dulce tan popular en Chile. Situada en algún lugar de Chile durante una época incierta, ya que nunca lo aclara. Juega con el pasado y el presente de manera descuidada, las protagonistas son casi todas mujeres y los hombres juegan un rol demasiado patético. Si bien el título pregona un “Revancha de mujeres” se aleja bastante de eso ya que a pesar de contar con un reparto casi por completo de mujeres, sólo las coloca en una posición ingenua y hasta inútil ya que sólo se les ocurre recurrir al asesinato en defensa propia. Desde incesto, abuso, muertes, prostitución y un machismo extremo, Calzones Rotos no suma nada a la condición de la mujer, sólo resta. Lo mejor ( y lo único) que funciona son los planos a la locación de la casona con las estatuas como testigos de los enredos familiares y la música.
Revancha de Mujeres Alo largo de los años, la estancia donde Matilde se prepara para morir fue testigo de muchos de los secretos de su familia. A su lecho de muerte atendido por sus hijas solteronas, se acercan sus nietos desde la capital, preparados para la que creen será la última visita. Uno de ellos parece más interesado en ver a la prima adoptiva con la que compartieron una historia en la adolescencia, mientras que el otro llega dispuesto a presumir de su éxito económico y su esposa estadounidense con estilo de estrella de cine. Los reencuentros y la cercanía de la muerte de la matriarca despiertan antiguos fantasmas forzados al olvido, con una historia que abarca tres épocas diferentes en la vida de una familia donde las mujeres son el centro. Sin embargo, lo que el poster llama revancha no es más que resistencia; las mujeres de la familia protagonista de Calzones Rotos no pretenden más que nivelar la cancha en un mundo donde corren con desventaja. Secretos de Familia Al no hacer explícitos los saltos temporales, Calzones Rotosquizás en un principio confunda al público desprevenido que puede tomarla como una historia que sucede en simultáneo, pero pronto se vuelven innecesarias las aclaraciones y con ver los fragmentos que se nos dan alcanza para recomponer las piezas que faltan en el medio. Los flashbacks no siguen un orden cronológico estricto porque van develando la información justa que hace falta en cada momento e insinuando el resto, para completarla más tarde o simplemente dejar que lo hagamos nosotros. Ese es uno de sus mejores logros: si contara la misma historia de forma lineal y directa no sería más que otra película del montón, sin gran parte de lo que la hace interesante. Todo el tiempo está sucediendo algo que puede ser relevante por más que no lo entendamos en el momento o, por el contrario, aunque ya sepamos lo que va a suceder. Después de todo, apenas comienza ya sabemos que hay muerte entre los secretos que esconden y sospechamos de quién se trata, pero eso no le quita un ápice de intriga a la historia que lleva hasta ese punto, pues se encargan de presentarnos varios caminos factibles que forman parte de una trama más compleja de lo aparente con secretos cruzados y superpuestos. Ese progresivo revelar hace que también entendamos poco a poco facetas de algunos personajes que no se adivinan a simple vista, interpretados mayormente con buen tino por un elenco bastante amplio, donde el protagonismo va rotando sin centrarse de más en nadie. Tal vez sea por poner tanto foco en los diálogos y actuaciones que visualmente puede sentirse un tanto sobria o clásica en comparación. Es un detalle que -sin llegar a restar- desentona un poco con un guión que busca incomodar con su humor irreverente, que tiene el acierto de nunca volverse burdo mientras visibiliza situaciones de opresión machista y clasista aceptadas socialmente como naturales, sin señalarlas con luces de neón pero de forma indiscutible. Esa diferencia de tono hace que más de una vez la imagen se sienta incongruentemente estática en relación a la agilidad de las acciones y diálogos que vemos. Curiosamente eso no sucedía en un teaser grabado años antes: simplemente una escena que fue rehecha para la película con menos potencia, reforzando la sensación de que si hubieran mantenido ese rumbo estaría hablando de Calzones Rotosincluso mejor. Conclusión Sin grandes estridencias visuales pero apoyándose en un guión sólido y actuaciones que le hacen justicia, Calzones Rotos es una muy buena comedia dramática sin miedo a incomodar, que rompe con los modelos de películas de época que solemos ver.
UN PELOTAZO EN CONTRA En estos tiempos de Mundial de fútbol, se podría hacer una similitud entre el cine y el mencionado deporte en el hecho de que cada producción busca “jugar” de determinada manera utilizando diferentes tácticas (herramientas artísticas, en este caso) para ganar un partido (alcanzar el éxito). Pero al igual que el fútbol, cuando las cosas no salen bien existen diferentes maneras de aceptar esa derrota. La coproducción argentino-chilena Calzones rotos, revanchas de mujeres eligió la peor manera de tratar de sobrellevar “el partido perdido”, ya que nunca logra lo que propone ni llega a burlarse de esa falsa postura que pretende transmitir. La película transcurre en 1959 y narra la historia de una casona en la cual viven solo mujeres: Matilde, sus tres hijas solteras y su nieta. Ella está muriendo, motivo por el que llegan a la casa sus otros dos nietos, uno de ellos con su esposa norteamericana. En una confesión al cura del pueblo, Matilde le contará un par de secretos que terminarán saliendo a la luz, provocando un cimbronazo en la estructura familiar. Con la búsqueda de una narrativa similar a los films de Pedro Almodóvar y un poco de la comedia italiana de los años 60, esta producción se va desarrollando con esta intención que no pasa de ser eso, un intento que nunca logra alcanzar ya que le falta ritmo y gracia para parecerse a una película del director español, y carece de la locura y la sapiencia de los directores “tanos”. Pero lo peor de Calzones rotos, revanchas de mujeres es que a medida que su metraje avanza, va cayendo en decisiones cada vez peores, tropezando una y otra vez, repitiendo elementos que no funcionan, con flashbacks que confunden y marean más que aclaran, cayendo en lugares comunes. Además, su trama tiene olor a naftalina por su cadencia y sus diálogos que atrasan 40 años. La tarea actoral no ayuda para que la producción remonte, ya que todos los intérpretes están sobrecargados y encasillados en estereotipos rígidos que nunca logran desestructurar. Tan solo la aceptable factura técnica, sobretodo en la fotografía y en iluminación, hacen que Calzones rotos, revanchas de mujeres por lo menos sea vistosa desde lo estético, porque desde su trama, estructura, narración e interpretación pierde por goleada y se queda con dos hombres menos.
Se trata de una comedia dramática, por momentos oscura, basada en la novela homónima del chileno Jaime Hagel Echenique, editada en el 2002, en una coproducción argentino-chilena realizada por Arnaldo Valsecchi, italiano de origen pero radicado en Chile. La historia de “Calzones rotos(*): Revancha de mujeres” transcurre en una casona habitada por mujeres de la alta sociedad provinciana, con Matilde (Gloria Münchmeyer) como la matriarca, con tres hijas solteras y una adoptada. La inminente muerte de Matilde obliga a sus dos nietos a regresar al hogar (uno casado con una estadounidense), desatándose entonces una serie de hechos confusos que revelaran desde relaciones incestuosas hasta engaños, pasando por accidentes y venganzas, en una trama no lineal recurriendo constantemente al flashback En una confesión de Matilde al cura del pueblo revela haber asesinado a su marido Alfonso (Patricio Contreras) hace cuarenta, y haberlo escondido en un arcón-baúl, en la cochera, en el cual ya se encontraba ocupado por otro cadáver de alguien al que ella no conocía. A partir de allí la historia es llevada, mediante una estructura coral, en un ir y volver en el tiempo, abordando cuestiones como el abuso de poder, los mandatos familiares, el machismo, con el sexo, o mejor la sexualidad, como el motor de la narración, tanto como herramienta de placer como de dominación. En una entrevista que le realizaron a Patricio Contreras, el interlocutor le preguntó si en los tiempos actualesw el personaje que el encarnaba podría definirse como el típico “machirulo”, obteniendo como respuesta: “Si, por supuesto, Es un “machirulo”, Responde a todos los “valores” de una generación. Mi personaje participa en el segmento de la historia situada temporalmente en los años ‘20. Conociendo la generación de mis padres, que eran de una época más cercana a la que cuenta la ficción, sé que debe haber sido un “machismo” recalcitrante. Y muy bien visto. El sometimiento de una mujer era un deber masculino y quien se retobara sufriría el castigo.” Los actores, tanto los nombrados como los restantes integrantes del elenco, Graciela Tenenbaum, Catalina Guerra, Julio Jung y Consuelo Holzapfel, con una trayectoria más amplia en Chile que en nuestro país, cubren con solvencia los roles que les fueran asignado, La fotografía de Arnaldo Rodríguez consigue enriquecer la ajustada recreación de la época, en tanto que la música de Felipe Cadenasso y Antonio del Favero aporta la debida atmósfera a las situaciones sin distraer la atención audiovisual del espectador. En el orden técnico, la tarea más compleja corresponde a Juan C. Gómez Millo, quien afinó con justeza el montaje de las tomas y escenas para seguir adecuadamente el desarrollo en los quiebres temporales que planeaba la continuidad narrativa.. Como resultado es una producción irregular, pero logra salir airosa como para ser tenida en cuenta. (*) “Calzones rotos”: Dulces típico chileno, de masa frita, hecha de harina, polvo de hornear, azúcar flor y huevos, que suele servirse a la hora de la merienda.
Calzones Rotos se postula como “Revancha de mujeres”. Mandamos a Ayi Turzi a verla y en esta reseña nos cuenta por qué no comparte este postulado. La película se propone con una estructura coral. Dos jovencitas en la década del 30 que se disputan el amor de un hombre, aparentemente cautivado por su hermana menor, la matriarca de una familia viviendo sus últimos días en la década del 70 y una mujer llena de infecciones sexuales por las licencias de su marido son el punto de partida para el desprendimiento de otras anécdotas y personajes. Avanzada la historia nos damos cuenta que la trama se centra en la misma familia, pero en dos temporalidades diferentes.Lo más destacable de la película pasa por las actuaciones, que se alejan del realismo para acercarse a un registro más melodramático y telenovelezco que es coherente con la propuesta general de una trama llena de desgracias familiares, engaños y amores prohibidos. Una actuación de tinte naturalista nos hubiera alejado aún más del código. ¿Y por qué digo “aún más”? Claro que no me explayé sobre esto aún. Por más que intente abordar una temática universal, como la del empoderamiento femenino en diferentes situaciones cotidianas, Calzones Rotos no logra que uno empatice con ella. Se entienden perfecto tanto el tema como la intención, pero el uso del humor y ciertos modismos trazan una barrera para todo aquel que no conozca en profundidad la cultura chilena. Por ejemplo, cada vez que los hombres se bajan los pantalones para tener sexo, se escucha una escopeta pronta a disparar. ¿Es eso un chiste local, una metáfora con qué sentido? Carecemos de herramientas para evaluar si es un uso deficiente del humor, un chiste malo o una sutileza inteligente porque, sencillamente, no lo comprendemos. Y así con varios elementos que, como saldo final, terminan haciendo que la hora y media que apenas dura la película se haga eterna.Sobre el ítem “revancha de mujeres”… es al menos dudoso. Si bien cada historia termina cerrando con un triunfo femenino, ninguno se erige como una victoria definitiva. No dejan de vivir bajo un ala masculina, ya sea real y tangible o simbólica, anclada en recuerdos. Entrar en detalles sobre este punto sería spoilear la trama, y no es la intención de esta servidora. Solo presten atención, cuando la vean (si la ven), qué significa cada triunfo individual y cómo impacta en las mismas mujeres con el paso de los años. No hay liberación ni empoderamiento de ningún tipo si, con el correr del tiempo el supuesto acto liberador genera culpas, remordimientos o sigue latente dentro de cada una con cierta carga negativa. Calzones Rotos se hace cuesta arriba por cuestiones propias de su idiosincrasia. No logra la universalidad que pretende ni la legitimación de sus postulados sociopolíticos. Y, por el humor que maneja, tampoco podría consumirse como una simple comedia dramática con mensaje fallido.