Calvario

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

No debe ser nada fácil tener ascendencia irlandesa (con todo el peso religioso y tradicionalista que eso implica) y realizar una película con un tema tan fuerte como “Calvario” (Calvary, 2014), que pone la mira en la iglesia católica y en los abusos a menores perpetrados por los curas en ese país (y en todas partes) desde hace más de cincuenta años.

El director y guionista John Michael McDonagh -quien debutara tras las cámaras con la comedia policial “El Guardia” (The Guard, 2011)- se la juega y traza una historia dramática y controvertida, que no deja de lado la ironía y el humor.

No, no estamos hablando de una comedia, ni tampoco de argumentos tomados a la ligera, pero este equilibrio que logra en el “tono” es perfecto para llevar estos temas tan jodidos al público en general y que se pueda fomentar el debate sin caer en generalidades o censuras de ningún tipo.

El Padre James (Brendan Gleeson) trata de llevar adelante la parroquia de su pequeña comunidad en alguna apartada y bella región de Irlanda. Dedicado a su gente y a su vocación, hace lo que puede en estas épocas de pérdida de fe y de suspicacias contra la iglesia.

Su domingo es rutinario hasta que recibe una terrible confidencia: uno de sus feligreses le confiesa que de pequeño fue abusado por un cura y piensa tomar revancha contra su persona. ¿Por qué? Porque matar a un cura bueno enviará un mensaje más directo (o confuso) que acabar con alguien que sí se lo merece. Es sólo una cuestión de principios, nada personal y el religioso, sin saber que responder o como reaccionar, tendrá una semana para poner sus asuntos en orden o, quien sabe, tratar de salvar esta alma atormentada y su propia vida.

Así comienza “Calvario” y así se desarrolla. Con un increíble Brendan Gleeson que se carga la película al hombro con un personaje de buenas intenciones, pero que no deja de tener sus propios demonios ocultos y sus dudas. En algún punto nos recuerda al Ken de “Perdidos en Brujas” (In Bruges, 2008), un tipo que hará lo correcto hasta el final, sin importar las consecuencias.

Durante los próximos siete días el Padre James tendrá que lidiar con la visita de su hija Fiona (Kelly Reilly), una joven con tendencias suicidas y unos cuantos asuntos pendientes con su progenitor, y los extraños personajes de su comunidad que van desde una ninfómana (Orla O'Rourke), su esposo golpeador (Chris O'Dowd) y su amante (Isaach De Bankolé); un multimillonario excéntrico (Dylan Moran) que cree poder comprar su entrada al paraíso, un viejo escritor que espera con ansias a la muerte (M. Emmet Walsh) y un doctor que dejó de creer hace rato (Aidan Gillen), entre otros. Este rejunte de personalidades pone a prueba la paciencia y la moral del cura que desea ayudar (y rescatar) a cada uno, incluso aquellos que no quieren ser salvados.

Acá lo que interesa es la postura del abnegado protagonista y su interacción con cada una de sus ovejas descarriadas. Tal vez no importa quien será su verdugo, sino con que carga decide llegar hasta el cadalso… si es que la amenaza se cumple.

McDonagh no hace hincapié en los abusos, sino en las heridas (físicas y psicológicas) que dejan tanto en las víctimas como en la sociedad. Como se sigue adelante y que postura ética y moral nos corresponde tomar. Una película chiquita, profunda e interesante, con los bellos paisajes y la música local de fondo, que nos obliga, si o sí, a involucrarnos.