Buscadores de identidades robadas

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Miguel Rodríguez Arias tiene una interesante trayectoria como documentalista con trabajos tanto en cine como en televisión. Lo suyo es el trabajo de investigación, el documental de estilo periodístico en base a temas de nuestra historia reciente, quienes recuerden sin ir más lejos El Nüremberg Argentino sabrán de lo que hablo.
En Buscadores de Identidades Robadas el eje no cambia en absoluto, porque si bien hablamos del trabajo de un equipo científico interdisciplinario, no es uno cualquiera, y Rodríguez Arias lo deja bien claro. El Equipo de Antropología Forense lleva una tarea encomiable en varios aspectos, su importancia es imposible de resumirla aún en un largo cinematográfico.
Tienen a su cargo muchísimos trabajos de investigación, reconstruyen las brechas sobre distintos hechos ocurridos en nuestro país, pero principalmente es reconocida su labor en la lucha por recuperar los datos faltantes sobre los desaparecidos durante la última dictadura militar, específicamente en el reconocimiento de cadáveres –huesos encontrados enterrados en los ex centros clandestinos de detención - y extracción de ADN para la comparación con familiares; y por supuesto también en la comparación de muestras para la recuperación de nietos.
Arias extrae voces de diferentes ángulos, están quienes integran el equipo, quienes desarrollan las diferentes actividades, y cada uno cuenta un poco de historia y muestra su labor en palabras; hay científicos extranjeros que denotan un grado de admiración; y también están los “beneficiados” con el trabajo.
También hace una reconstrucción de época desde el clásico material de archivo, en su mayoría ya visto otras veces, pero en una nueva composición que le da otro parecer.
Buscadores... se ancla en los terribles sucesos del gobierno de ipso iniciado en 1976, en especial en sus últimos años; y las imágenes y voces de aquella época toman una relevancia importantísima comparándolas inteligentemente con el ahora. Por momentos pareciera que hablar del equipo de medicina forense es un poco una excusa para volver a esos años pero con la esperanza de un camino reconstruido, de haber “destapado” algo de lo que quisieron ocultar.
Como sucede cada vez que se la ve, escuchar a Estela de Carlotto simplemente estremece, sus testimonios, sus palabras, son siempre las más valederas, y es imposible no ligarlas a una emotividad profunda.
Hay una idea, no expuesta directamente, pero que ronda todo el film, la de cerrar viejas heridas internas a través de estos descubrimientos.De llegar a una verdad, terminar con años de ocultamiento y silencio, y eso de una vez de un descanso, un fin, a un reclamo por décadas no escuchado o negado.
La sensación, por lo menos para quien escribe, y en boca de varios de los entrevistados es la de un sanjamiento parcial; encontrar al familiar desaparecido, reencontrarse con un nieto, tener el reconocimiento debido, y hasta ver el juzgamiento de los culpables da un reconforte inmenso, la idea de una justicia lograda muchos años después; pero igualmente hay heridas imposibles de cerrar, no solo heridas personales, sino sociales. Hay resquebrajamientos que ninguna ciencia puede sanar.