Bumblebee

Crítica de Gabriel Luque - EL LADO G

Una historia con aventuras, acción y corazón, emulando el estilo de películas de aventuras de la década en la que se desarrolla la historia.

Cuando en 2007 Steven Spielberg en su rol de productor se refirió a la primera cinta de Transformers dijo que en el fondo era una historia sobre un joven y su auto. Tuvo que pasar más de una década y cinco películas live action (de calidad cada vez más dudosa) para que esa idea, pura y casi intima e iniciática vea la luz en cines.

En 2017, antes del estreno de la quinta entrega de la saga: The Last Knight, Paramount y Hasbro tenían planificadas muchas más películas y spin offs. Pero fue el fracaso de esa quinta entrega, la que puso a la franquicia en estado crítico: Todos los proyectos se cancelaron, quedando solo en pie la película en solitario de Bee, que ya estaba en producción avanzada.

Y es así que a finales de 2018 llega Bumblebee, la película que nadie hubiera apostado antes del primer trailer ni después, ya que los fans dudosos (ya temerosos de comer tanta basura de la factoría Bay) no se confiaban de lo que prometían los trailers: una vuelta estética a las raíces y un setup ideal para contar una buena historia; Los 80’s.

Cybertron está en la etapa final de su cuasi eterna guerra civil. Los Autobots, al borde de la derrota optan por huir del planeta para juntar recursos y preparar un contraataque para recuperar el planeta de las manos de los despiadados Decepticons. Luego de una última y épica batalla, Bumblebee escapa de Cybertron en una cápsula de escape rumbo a la Tierra para refugiarse oculto, esperando la llegada del resto de su facción.

Es así que de manera fortuita cruza su camino con Charlie Watson (Hailee Steinfeld), una joven con 18 años recién cumplidos, muchos sueños frustrados y tristeza en su corazón adolescente. Quien pasa de ser la flamante propietaria de un viejo VW Beetle, a ser la compañera de aventuras del pequeño Autobot, quien es perseguido por la fuerza militar secreta conocida como Sector 7 con su implacable Teniente Jack Burns (John Cena), y por dos implacables Decepticons: Dropkick (Justin Theroux) y Shatter (Angela Bassett) que siguen el rastro de todos los Cybertronianos fugitivos para saber el paradero de Optimus Prime y acabar con los Autobots de una vez, luego de Eones de guerra.

Con esta premisa como argumento, uno podría esperar algo similar a lo que ya vio en anteriores entregas de la saga, pero hay que remarcar la labor del director Travis Knight, quien siendo un hombre venido del campo del cine de animación (animador en Coraline, productor de ParaNorman y director de Kubo and the Two Strings) tomó el proyecto como propio, siendo su primer película live action y despegándose de la estética de los filmes anteriores, para basar los diseños de los robots en elementos de la serie animada de los 80s que hoy se conoce como la Generation 1 o G1 (de la cual se declaró fan confeso en entrevistas).

Sobre todo en la escena inicial, de la cual los fans más hardcore podrán reconocer guiños al gran videojuego que es “Fall of Cybertron” o a la legendaria película animada de 1986, que sigue siendo aún por lejos, la mejor historia de Transfomers hasta la fecha.

Pero el film no se queda solo en lo estético; el guión de Christina Hodson (primera mujer detrás de un guión de la saga) nos presenta una protagonista adolescente solida, creíble, una piba de suburbio con sus problemas de la edad, una pérdida familiar y sueños que quedan en el camino. Lejos, muy lejos del enfoque ornamental y sexista que tenían los personajes femeninos bajo la dirección de Michael Bay o lo insufrible que era Shia LaBeouf como protagonista (ni hablar de los pseudo chistes casi xenófobos en esas películas), Hailee Steinfeld (nominada al Oscar por su trabajo en el western de los hermanos Coen, True Grit) como protagonista pone todo, sentimiento, carisma y emoción. Interpretando a una chica fuerte y de carácter, la cual no se nota como algo impuesto por la corrección política de hoy en día. Acá no cambian un personaje de los 80s a estos tiempos, acá la protagonista vive en los 80’s; con su música, su moda, su cultura popular y hasta con la paranoia de que la guerra fría termine con el mundo. Y si bien el filme peca de clipero por momentos, metiendo varios hits musicales de la época o las ya infaltables referencias ochentonas, acá son legítimamente validas, ponen en clima al espectador joven y llenan de sensaciones nostálgicas a quienes consumieron G1 desde chicos. No estamos viendo otro producto que “roba” con la estética y nostalgia, porque los Transformers son parte de la cultura popular de los 80s.

Jorge Lendeborg Jr compone un buen personaje adolescente que ayuda a la protagonista en su aventura y John Cena pese a lo limitado de su actuación, cumple como el humano antagonista que no deja a los protagonistas en paz durante toda la cinta. Las interpretaciones de voz de Justin Theroux y Angela Bassett como el dúo Decepticon antagonista son muy buenas y expresivas acorde con la animación, y escuchar al gran Peter Cullen volviendo a interpretar al estoico Optimus Prime, vuelve a movilizar emociones como en la época de la serie animada.

Estamos ante una historia que se aleja del enfoque que tenía Michael Bay de la franquicia. Una película que debía actuar como precuela, pero que luego del fracaso de la pésima Last Knight, ya está ganando su derecho legitimo para ser la punta de lanza de un reboot integral de la saga, gracias a una historia solida, de inicio y de personajes. Una historia con aventuras, acción y corazón, emulando el estilo de películas de aventuras de la década en la que se desarrolla la historia. Todo gracias a la nueva mirada de un director y una guionista que por primera vez trabajan en la saga, dándonos la mejor película live action de Transformers hasta la fecha.